No desesperar

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Nitzavim (Deuteronomio 29:9-30:20 )

Inmediatamente después de enumerar la larga letanía de las 98 maldiciones que enfrentarían si no obedecían a Hashem, Moshé convocó al pueblo judío y le dijo: "Todos ustedes están firmemente parados en este día delante de Hashem su Dios". ¿Qué significa esta secuencia de eventos?

El Midrash, citado por Rashi, explica que cuando el pueblo judío escuchó las maldiciones, empalideció. "¿Quién puede soportar todas estas maldiciones?", se lamentaron. "¿Qué será de nosotros?"-

Por eso Moshé los convocó para calmarlos. "No se preocupen tanto. Todos ustedes están firmemente parados aquí hoy. Después de cuarenta turbulentos años en el desierto, después de haber provocado el enojo de Hashem tantas veces (con el Becerro de Oro, con los espías, con sus quejas), siguen estando hoy aquí. Hashem no los destruyó. Por lo tanto, ven que no tienen que desesperarse".

Los comentaristas se sorprenden. Pareciera que Moshé saca el viento a las velas. Primero leyó las espantosas maldiciones para asustar al pueblo y lograr que obedecieran, para infundirles "temor a Dios". La amenaza de las maldiciones logró su propósito. El pueblo estaba aterrado. Ahora de repente vuelve atrás y les dice que no es tan malo. No tienen que estar tan aterrorizados. ¿Esto no se opone a su propósito con el reproche?

La respuesta es que hay una vasta diferencia entre un temor sano y la desesperanza. Es bueno tener una aprehensión realista respecto al futuro. No es sano vivir en un paraíso tonto, creyendo que se puede hacer lo que uno quiere sin sufrir ninguna consecuencia. Pero la desesperanza es destructiva, desmoraliza, debilita y reduce a la persona a una mera porción de gelatina.

Moshé vio que el pueblo judío había llegado demasiado lejos con su temor al escuchar las maldiciones. Habían perdido las esperanzas y arrojaron la toalla desahuciados. Por eso tenía que calmarlos para que recuperaran su fe y pudieran sentir un temor sano.

Nuestros Sabios (Bava Metzía 59a) dice que después de la destrucción del Templo "se cerraron todas las puertas de la plegaria, excepto las puertas de las lágrimas". Las puertas de las lágrimas son el último canal al que se acude en la plegaria, y ellas nunca se cierran.

El Rebe de Kotzk pregunta: Si nunca se cierran, ¿para qué hace falta que haya puertas? ¿Por qué no quitarlas y dejar la entrada completamente abierta?

El Rebe de Kotzk dice que hay algunas lágrimas que no logran pasar. Las puertas de las lágrimas diferencian entre las lágrimas de desesperación y desesperanza. La desesperanza no se considera una plegaria a Dios. Si una persona está en un estado de impotencia y desesperación, si se siente acorralada en un rincón y Hashem es su única esperanza de salvación; si evoca sus sentimientos y pensamientos más íntimos, si derrama su corazón y su alma y eleva sus lágrimas cargadas de esperanzas al cielo, entonces no hay barreras que puedan detener esta clase de plegarias. Ellas llegan directamente al Trono Celestial.

El Rebe de Izhbitz conecta este concepto con la esencia misma de la identidad judía. El nombre "judío" (iehudí) deriva de la tribu de Iehudá. ¿Por qué se conoce a todos los judíos por el nombre de una tribu? Porque cuando en Egipto Iosef acusó a sus hermanos de robo, la Torá nos dice que Iehudá "se acercó", dio un paso al frente para hablar en su defensa. Cuando todo parecía estar perdido, cuando enfrentaron la abrumadora evidencia en su contra, Iehudá no cedió a las esperanzas. Por definición, esto es un judío: una persona que sabe que Dios nunca la abandonará. Una persona que nunca cede a las esperanzas.

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