¿Quién tiene derecho a hablar en nombre del pueblo judío?


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Cuando el odio arde en el exterior, es una llamada de atención para sanar el odio interior.
En los días posteriores al 7 de octubre, ocurrió algo inusual. Judíos de todo el mundo, religiosos y seculares, de izquierda y de derecha, de repente se sintieron unidos. Aunque meses de división nos habían dejado vulnerables, nuestra nueva unidad nos dio fuerza.
Unos meses después de los ataques, me uní a una misión en el Capitolio de los Estados Unidos. Esperaba reuniones políticas y discursos preparados. Pero entonces el congresista Steny Hoyer se inclinó hacia adelante, nos miró y preguntó: “¿Por qué siempre se ha odiado a los judíos?”
No era una pregunta retórica. Estaba genuinamente confundido y profundamente perturbado.
Ese momento se quedó conmigo. Porque incluso los no judíos pueden percibir que ese odio es irracional, inexplicable, sin justificación.
Natan Sharansky, el famoso refusenik soviético y político israelí, desarrolló un poderoso marco para reconocer el antisemitismo. Lo llamó las “tres D”:
Sharansky argumentó que cuando la retórica cruza cualquiera de estas líneas, no se trata sólo de una crítica, sino de odio.
Pero las tres D no sólo son útiles para definir el antisemitismo; también pueden ser una ventana a nuestra propia psiquis, revelando cómo vemos a otros judíos que son diferentes a nosotros.
Démosle la vuelta a las tres D de Sharansky hacia el interior:
Si la respuesta a veces es sí, entonces tal vez el odio antijudío que vemos afuera sea un trágico reflejo de lo que aún está roto por dentro.
El Talmud enseña que el Segundo Templo fue destruido a causa de sinat jinam —odio gratuito (Ioma 9b).
El Primer Templo cayó por los “tres pecados graves”: idolatría, asesinato e inmoralidad. Pero el hecho de que todavía estemos de luto 2.000 años después nos dice algo escalofriante: el odio entre judíos es más difícil de reparar que cualquiera de esos pecados.
El Jafetz Jaim, Rabí Israel Meir Kagan (1838–1933), renombrado líder rabínico conocido por sus obras sobre ley y ética judía, explica por qué. Un pecado cometido con un miembro del cuerpo daña ese miembro. Pero el odio vive en el corazón, el órgano vital que impulsa todo. Si el corazón está enfermo, todo el cuerpo de nuestro ser espiritual sufre.
Nuestros sabios enseñan que cualquier generación en la cual el Templo Sagrado de Jerusalem no ha sido reconstruido se considera como que lo ha destruido (Ierushalmi, Ioma 1:1). Esa generación aún encarna las causas que destruyeron el Templo.
Durante las Tres Semanas, un período de duelo entre el 17 de Tamuz y el 9 de Av que conmemora la destrucción del Primer y Segundo Templo y otras tragedias en la historia judía, no sólo lamentamos muros de piedra. Miramos hacia dentro y examinamos lo que aún puede estar agrietado en el alma de la nación.
¿Somos nosotros también culpables del mismo odio entre judíos que se intensifica en el mundo?
Acércate a alguien a quien hayas juzgado, evitado o descartado.
Nota un doble estándar y corrígelo.
Di una palabra de elogio sobre un grupo o individuo judío que normalmente criticas.
Puede que el antisemitismo no tenga sentido lógico, y tal vez ese sea el punto. El odio irracional desde afuera podría ser la manera en que Dios nos señala el odio que hemos alimentado por dentro.
Sanando el corazón del pueblo judío, el mundo comenzará a verse diferente a ambos lados del espejo.
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Hay partes de nuestra sociedad judia que no podemos entender como aquellas que se apartan de una verdadera UNION JUDIA por no ser consonos con sus ANTIGUAS COSTUMBRES que datan de 3,4 o 5 mil
años atras y son uncompatibles en nuesta actual vida.Que haya judios tan super traducionales que rehusen servir en la defensa de ERETZ YISRAEL pero sigan en el exhaustivio estudio de la TORAH para entonces hacer ese su medio de vida.
Ignorando la necesidad perentoria de la defensa del pueblo,incluyendolos