Palabras que curan

6 min de lectura

En "A Beautiful Day in the Neighbourhood" (Un hermoso día en el barrio- 2019), Tom Hanks interpreta al amado productor y presentador de programas infantiles Fred Rogers, una figura legendaria para varias generaciones de jóvenes norteamericanos.

Lo que hace especial a la película es que es una celebración del poder de la bondad humana para sanar corazones rotos. Hoy en día, estos mensajes morales directos tienden a limitarse a las películas infantiles (de casualidad, algunas de ellas son obras geniales). Ese es el poder y la sutileza de la película. Sin embargo, uno no debe verse tentado a descartarla por simplista o ingenua.

La trama se basa en una historia real. Una revista decidió publicar una serie de artículos breves sobre el tema de los héroes y le asignó a uno de los periodistas más destacados escribir una viñeta sobre Rogers. Pero el periodista era un alma atribulada. Él había quebrado su relación con su padre, con quien se había peleado de forma física en la boda de su hermana. El padre buscó reconciliarse, pero el periodista se negó incluso a verlo.

Los bordes punzantes de su personalidad se manifestaban en su escritura. Todo lo que él escribía tenía un trasfondo crítico, como si disfrutara destruyendo las imágenes de las personas que debía representar. Dada su reputación, él se preguntó por qué la estrella de la televisión infantil había accedido a que él la entrevistara. ¿Acaso nunca había leído lo que él escribía? ¿No sabía que corría el riesgo de ser presentado bajo una luz negativa, incluso devastadora? Resultó que Rogers no sólo había leído todos sus artículos, sino que también fue la única figura que accedió a que él la entrevistara. Todos los demás "héroes" lo rechazaron.

El periodista fue a encontrarse con Rogers. Primero asistió a la filmación de un episodio de su programa, completo con títeres, trenes de juguete y un paisaje urbano en miniatura. Ese era un momento propicio para una gran manifestación de cinismo. Sin embargo, cuando se encontraron Rogers habló y desafió cualquier estereotipo convencional, desvió las preguntas que recibió y las dirigió hacia el periodista. Casi de inmediato sintió la infelicidad de su entrevistador y convirtió cada pregunta negativa en una afirmación positiva, exudando calma y tranquilidad, escuchándolo en silencio y permitiendo y animando al periodista a hablar de sí mismo.

Es una experiencia impresionante ver cómo la dulzura de Hanks, inamovible incluso bajo presión, permite que lentamente el periodista (que en definitiva había llegado sólo a escribir un perfil de 400 palabras), reconozca sus propias fallas frente a su padre y le da fuerza emocional para perdonarlo y reconciliarse con él en el tiempo limitado que tiene antes de su muerte. Aquí hay un fragmento de su diálogo, que te permitirá sentir el tono de la relación:

Periodista: A ti te gustan las personas como yo.

Fred Rogers: ¿Quiénes son las personas como tú? En toda mi vida nunca encontré a nadie como tú.

Periodista: Personas quebradas.

Fred Rogers: No pienso que estés quebrado. Sé que eres un hombre de convicciones, una persona que sabe la diferencia entre lo que es correcto e incorrecto. Trata de recordar que tu relación con tu padre también te ayudó a dar forma a esas partes. Él te ayudó a convertirte en lo que eres.

Nota cómo en unas breves frases, Rogers lo ayuda a cambiar el marco de su propia imagen, así como la de su relación con su padre. La misma tendencia a discutir que fue lo que lo llevó a pelear con su padre, era algo que le debía a su padre. La película se basa en una historia real sobre el verdadero Fred Rogers y el periodista Tom Junod (aunque no todos los detalles de la trama son reales). Junod, como su personaje de la película, llegó para burlarse, pero se quedó para inspirarse. Él dijo sobre la experiencia: "¿Qué es la gracia? No estoy seguro. Todo lo que sé es que mi corazón sintió un retorcijón y luego en esa habitación se abrió como un paraguas". Como dijo un crítico, la película es "una oda a la bondad perfectamente entonada e interpretada".1

El punto de toda esta larga introducción es que la película es una rara y atractiva ilustración del poder de la palabra para curar o dañar. Esto, de acuerdo con los Sabios, es de lo que se tratan ls parashiot Tazría y metzorá. La tzaraat, una enfermedad cutánea cuyo diagnóstico y purificación es el eje de las parashiot, era un castigo por el lashón hará, hablar mal de otros. La palabra metzorá, que alude a quien sufría de esta condición, es una forma abreviada de la frase motzí shem rá, alguien que habla calumnias. El caso que trae como prueba es lo que ocurrió con Miriam, quien habló mal de Moshé y en consecuencia sufrió tzaraat (Números 12). Moshé alude a este incidente muchos años más tarde, alentando a los israelitas a tomarlo en serio: "Recuerda lo que Dios hizo a Miriam en el camino después de que salieron de Egipto" (Deuteronomio 24:9).

Ya he manifestado que el judaísmo es una religión de palabras y silencios, de hablar y escuchar, de comunicar y prestar atención. Dios creó el universo con palabras: "Él dijo… y fue". Nosotros creamos el universo social con palabras, a través de las promesas con las cuales nos comprometemos a cumplir nuestras obligaciones hacia los demás. La revelación de Dios en el Sinaí fue con palabras: "Dios les habló… el sonido de palabras ustedes escuchaban, pero no veían imagen, sólo sonido" (Deuteronomio 4:12). Todas las otras religiones antiguas tenían sus monumentos de ladrillo y piedra. Los judíos, exiliados, sólo tenían palabras, la Torá que llevaban consigo dondequiera que fueran. La mitzvá suprema del judaísmo es Shemá Israel- Escucha Israel. Dios es invisible y no construimos íconos. No podemos ver a Dios, no podemos olerlo, no podemos tocarlo ni podemos sentir su sabor. Todo lo que podemos hacer es escuchar, con la esperanza de escuchar a Dios. En el judaísmo, escuchar es un elevado arte religioso.

O por lo menos debería serlo. Lo que Tom Hanks nos muestra en su interpretación de Fred Rogers es un hombre que es capaz de prestar atención a los demás, escucharlos, hablarles con suavidad en una forma sumamente firme, sin ser insípido ni asumir por un momento que todo está bien con ellos o con el mundo. La razón por la cual esto es a la vez interesante e importante, es que es difícil saber cómo escuchar a Dios si no sabemos cómo escuchar a otras personas. ¿Cómo podemos esperar que Dios nos escuche si somos incapaces de escuchar a los demás?

Todo el tema del habla y su impacto en las personas fue amplificado de forma masiva con la difusión de los teléfonos inteligentes y las redes sociales, especialmente con su impacto entre los jóvenes y sobre el tono de la conversación pública. El abuso en línea es una plaga de nuestra época debido a la facilidad y la impersonalidad de la comunicación. Esto dio lugar a lo que se llamó el efecto de desinhibición: la gente se siente más libre para ser cruel o ruda de lo que serían en una situación cara a cara. Cuando estás ante la presencia física de otra persona, es más difícil olvidar que se trata de un ser vivo, un ser humano igual a ti, con sentimientos y vulnerabilidades similares a las propias. Pero cuando no lo ves, todo el veneno que tienes dentro puede salir, a veces con efectos devastadores. La cantidad de suicidios e intentos de suicidios adolescentes se han duplicado en los últimos diez años, y la mayoría se atribuyen a los efectos de las redes sociales. Nunca fueron más necesarias las leyes de lashón hará.

A riesgo de ser un spoiler, "A Beautiful Day in the Neighborhood" ofrece un comentario fascinante sobre un antiguo debate del judaísmo, algo que discute Maimónides en el sexto de sus "Ocho capítulos", respecto a quién es más grande, el jasid, la persona santa, la persona que es naturalmente buena, o hamoshel benafshó, aquél que no es santo de forma natural, pero que se esfuerza por contenerse y suprime los elementos negativos de su carácter. Precisamente esta pregunta, cuya respuesta no es obvia, es la que le da sentido a la película.

Los Sabios dijeron cosas muy graves sobre el lashón hará. Dijeron que es peor que los tres pecados capitales combinados: idolatría, adulterio y derramamiento de sangre. Dijeron que mata a tres personas: al que habla, a aquél de quien se habla y a quien escucha.2 Los hermanos odiaron a Iosef porque él habló negativamente de algunos de ellos. La generación que salió de Egipto no pudo entrar a la tierra porque hablaron mal de ella. Quien habla lashón hará es como un ateo.3

Yo creo que necesitamos las leyes de lashón hará más que nunca. Las redes sociales están repletas de odio. El lenguaje de la política se volvió vil y agresivo. Parece que hemos olvidado lo que Tazría-Metzorá intenta recordarnos: que hablar mal es una plaga. Destruye las relaciones, pisotea los sentimientos de las personas, degrada, convierte a la política en una lucha entre egos y profana todo lo que es sagrado en nuestra vida. No tiene por qué ser así.


Notas:

  1. Ian Freer, Empire, 27 de enero 2020
  2. Arajín 16b
  3. Arajín 15b
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