Pésaj en Zimbabwe

02/04/2023

4 min de lectura

Para los judíos de la isla de Rhodes, Pésaj representa una metáfora simbólica de liberación, curación y trascendencia.

Mi padre Sam Hanan fue uno de los aventureros de la isla de Rhodes que, debido al estancamiento económico, optó por establecerse en Rhodesia (hoy Zimbabwe) en 1936.

Fue atraído como otros por las historias de la fiebre del oro y las compañías comerciales que se estaban estableciendo allí. Los judíos inmigrantes de la isla de Rhodes, los Rhodeslis, soportaron una existencia solitaria mientras experimentaban las duras condiciones de vida en estos asentamientos remotos infestados de malaria, enfermedad del sueño y bilharzia.

Con el tiempo, cuando ahorraron lo suficiente, patrocinarían a un hermano para que se uniera a ellos, pero lamentablemente para muchos, incluido mi padre, eso no sucedió, ya que toda su familia pereció en Auschwitz.

En un viaje de negocios al Congo Belga, mi padre conoció a mi madre, Marie, que había emigrado de Turquía. Pronto se casaron y se establecieron en Salisbury (hoy en día Harare).

La comunidad judía emprendedora desempeñó un papel cultural y profesional significativo en el desarrollo de Zimbabwe y, en su apogeo, llegó a tener aproximadamente 7.000 integrantes.

Hoy, lamentablemente, de una comunidad de 2.000 sefardíes y 5.000 ashkenazim, solo quedan 50 almas que componen esas comunidades.

Desde el Éxodo bíblico, ha habido períodos de persecución y reasentamiento. Nosotros, los judíos de España, buscamos refugio en el Imperio Otomano, huyendo de la expulsión de España en 1492. Desde la isla de Rhodes, los pocos que sobrevivieron el Holocausto se unieron a los que habían emigrado previamente a Rhodesia, en busca de una vida mejor en lugares remotos de África.

En Zimbabwe, como descendientes de los judíos de España y el Imperio Otomano, Pésaj evoca recuerdos mágicos, a través de nuestro rico legado culinario y el tradicional Séder de Pésaj Rhodesli.

En Rhodes, la expresión popular que decíamos apenas acababa la fiesta de Purim era, “Purim lanu, Pesah en la manu”, que significa ‘Purim ha terminado, y antes de que nos demos cuenta, Pésaj ya está aquí’.

Recuerdo que poco después de Purim, se llevaba a cabo una buena limpieza de primavera para eliminar los restos de jametz (levadura) de nuestra casa, incluida la limpieza a fondo de los utensilios y platos utilizados durante el año. La bendición judeoespañola que luego recitábamos era, “Bendicha la limpieza de noche de Pesah”, que significa, 'Bendita es la limpieza de la noche de Pésaj'.

Como hicieron nuestros antepasados durante siglos, mi madre limpiaba escrupulosamente nuestra casa, habitación por habitación, dejando la cocina para el final, justo antes de Pésaj. En Rhodes era costumbre pintar no solo los patios y los porches, sino a menudo toda la casa. Se sacaba la losa pascual (ollas especiales y una vajilla de porcelana), especialmente para la semana de Pésaj.

Mientras yo crecía en Zimbabwe, Pésaj también era un momento de gran deleite cuando, como era costumbre, mi madre nos compraba a mi hermana y a mí ropa nueva. Pésaj marcaba la llegada de la primavera y de nuevos comienzos.

Nuestra comunidad unida celebraba el Séder de manera muy similar a como lo hacían nuestros antepasados en los barrios judíos de la isla de Rhodes, en donde nadie pasaba Pésaj solo. Antes de que comenzara la cena festiva del Séder, el anfitrión todavía pronuncia las palabras en ladino “todo lo ke tenga hambre ke venga i koma”, que significa, ‘todo aquel que tenga hambre que se una a nosotros’.

En nuestro Séder en Zimbabwe, generaciones de familiares y amigos, por lo general unos 40 invitados, se unían a nosotros alrededor de la mesa. Además del plato ceremonial del Séder y los platos tradicionales, también se colocaba una silla adicional y una copa de vino en la mesa con la puerta abierta, esperando místicamente al profeta Elías.

El Séder era conducido por los ancianos en inglés y hebreo y la Hagadá también era recitada y cantada en nuestro antiguo judeoespañol con tanta nostalgia y fervor.

Entregábamos copias impresas en ladino a nuestros niños mientras todos cantábamos con entusiasmo las antiguas canciones “Un kavretiko” (Jad gadiá) o “¿Ken save uno?” (¿Quién sabe uno?), disfrutando de las bellas melodías de nuestros antepasados en esta lengua que poco a poco se desvanece.

Durante los siete días de Pésaj, todos los alimentos con levadura, granos y legumbres estaban prohibidos y excluidos de nuestra cocina festiva.

Mis hijos, que con sus familias ahora viven en Nueva York, todavía aprecian sus hermosos recuerdos de Pésaj en Zimbabwe. Mirando hacia atrás, uno siente que aquellos Séder de Pésaj ambientados en la África tropical, eran como transportarse en el tiempo, siglos atrás a la España árabe medieval.

Uno de mis recuerdos era el desayuno tradicional que saboreábamos con generosas porciones de matzá frita crocante, rociadas con jarabe de miel y espolvoreadas con canela llamadas “reshas fritas” o “revanadas de parida pasquales”, deliciosas también con jarabe de pasas casero.

Recuerdo a mis padres relatando que en la tarde del último día de Pésaj era costumbre en Rhodes, al volver a casa desde la Sinagoga, recoger hierbas frescas y flores de primavera que se traían a casa para augurar la renovación y un año sin sequía, “Anyio verde ke no de seke”. También era costumbre hacer un picnic en el campo como la primera comida después de Pésaj con pan fresco con levadura.

Estas son algunas de mis memorias, algunos de los recuerdos atesorados, la comida, las canciones, el idioma ancestral de nuestros antepasados, cosas que quedaron impresas en nuestro corazón y a las que nos aferramos donde sea que reconstruyamos nuestras vidas en un intento por recrear nuestro preciado legado en nuestro nuevo hogar.

¡Pesah alegre! Que este Pésaj sea dulce.

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