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El Éxodo de Egipto es el caso más antiguo de antisemitismo en la historia. Sus lecciones siguen siendo sorprendentemente relevantes en la actualidad.
La "campaña de propaganda" del Faraón podría parecer lejana, pero si observas un poco más de cerca, verás algo escalofriante: el guion no ha cambiado mucho en 3.500 años.
Aquí hay tres lecciones perdurables del Éxodo que pueden ayudarnos a comprender mejor la verdadera naturaleza del antisemitismo tanto en aquel entonces como ahora.
El Faraón no dijo: “Odiamos a los judíos porque creen en un solo Dios” o “Nos incomodan porque no se asimilan”.
No. Él afirmó que los judíos eran una amenaza para la seguridad nacional. “Los israelitas se están volviendo demasiado numerosos… Si estalla la guerra, podrían unirse a nuestros enemigos y luchar contra nosotros” (ver Éxodo 1:9–10). ¿De verdad? ¿Un grupo de pastores y obreros, que habían vivido pacíficamente en Goshen durante generaciones, de repente eran una amenaza militar capaz de iniciar una guerra? Esta excusa es tan débil como suena.
El antisemitismo rara vez se presenta de manera honesta. El verdadero problema es mucho más profundo.
Era una mentira. Un pretexto. Y esa es la primera lección: el antisemitismo rara vez se presenta de forma honesta. Se esconde detrás de quejas superficiales —ansiedad económica, conspiraciones políticas, sospechas militares— incluso la idea de que los judíos son chivos expiatorios fáciles- Pero estas son sólo excusas para cubrir la verdad. El verdadero problema es mucho más profundo.
La verdad más profunda, como revela la Torá, y como lo expresó Hitler, es que el antisemitismo rara vez se trata de las razones superficiales dadas. La verdad es que ven a los judíos como una amenaza espiritual e ideológica. Hitler dijo que toda la Segunda Guerra Mundial fue “ideológicamente una batalla entre el nacionalsocialismo y los judíos.”
Los judíos siempre han representado un desafío espiritual e ideológico para la cultura dominante. En la Europa medieval, los judíos fueron culpados de problemas económicos, acusados de usura o de envenenar los pozos, pero la verdadera amenaza era nuestra obstinada adhesión a los valores de la Torá. Hoy escuchamos tropos antisemitas sobre el poder o la riqueza judía, vemos protestas apasionadas contra el colonialismo israelí y acusaciones de genocidio, pero las personas razonables saben que los judíos no son los mayores violadores de los derechos humanos en la Tierra. Ya sea en el antiguo Egipto, la Alemania nazi, la Rusia soviética o el mundo islámico radicalizado de hoy, liderado por el Hamás palestino, las acusaciones cambian. Pero los doble estándares revelan la incomodidad subyacente con los valores judíos, su impacto y su distinción.
El odio hacia los judíos no es por lo que los judíos hacen. Se trata de lo que los judíos son y lo que representan.
El antisemitismo no es un racismo común; se trata del alma judía, una luz que se niega a ser extinguida, amenazando a aquellos que quieren vivir en la oscuridad espiritual. El odio hacia los judíos, en definitiva, no es por lo que los judíos hacen. Se trata de lo que los judíos son y lo que representan.
En verdad sólo el 20% de los judíos salieron de Egipto. El otro 80% pereció durante la plaga de oscuridad (Rashi sobre Éxodo, 12:38). La historia del Éxodo revela, por lo tanto, una segunda verdad más dolorosa sobre el antisemitismo: no sólo proviene de enemigos externos. A veces, es alimentado por los judíos que se vuelven contra su propio pueblo, impulsados por el auto-odio o la incapacidad de abrazar su identidad judía.
¿Por qué el 80% no se unió? ¡Porque no querían irse! Tal vez se oponían a Moshé y la visión de los judíos cumpliendo una misión especial en su propia tierra, o no tenían fe en la promesa de Dios y preferían la familiaridad de la esclavitud egipcia a la incertidumbre y la responsabilidad de la libertad.
Algunos trabajaron activamente para socavar a Moshé. El Midrash enseña que hubo israelitas que colaboraron con los capataces egipcios y delataron a sus hermanos a los egipcios. Otros se burlaron de Moshé y Aharón cuando llegaron con la noticia de la redención. Podemos imaginar a los medios de comunicación, de haber existido, atacándolos a diario.
Este ha sido un patrón trágico en la historia judía: algunos de los ataques más feroces al pueblo judío —especialmente en momentos de crisis—provienen de otros judíos.
Hoy vemos esto en el fenómeno de activistas judíos que se alinean con nuestros enemigos, uniéndose a protestas universitarias que demonizan a Israel mientras se defiende del terrorismo. Grupos como Jewish Voice for Peace marchan bajo pancartas que bien podrían haber sido escritas en Teherán o Moscú, acusando a Israel de genocidio mientras permanecen en silencio sobre las atrocidades de Hamás. A estos estudiantes ingenuos, profesores mal guiados y líderes de JVP se les unen líderes que se odian a sí mismos como George Soros, Bernie Sanders, Noam Chomsky y Peter Beinart.
Pero esta traición interna no es algo nuevo.
En los días de los macabeos, encontramos a los helenistas, judíos que se oponían activamente a la observancia judía, abrazaban la cultura griega y perseguían a sus propios hermanos por observar el judaísmo. En la Europa medieval, vimos apóstatas prominentes (judíos bautizados) liderando campañas antijudías, ayudando a avivar la Inquisición y los libelos de sangre. Estos no eran casos marginales.
¿De dónde proviene este auto-odio? Creo que es una respuesta psicológica profunda al sutil sitio cultural, donde los judíos viven en ambientes que los presionan (abierta o subconscientemente) para conformarse o ser aplastados.
Para muchos, es más fácil unirse a la multitud que diferenciarse.
Cuando la sociedad te enseña a avergonzarte de tu judaísmo, algunos huirán de él, y algunos se volverán contra él. Hoy en día, en muchos campus universitarios apoyar a Israel o expresar orgullo judío te convierte en un blanco. Para muchos, es más fácil unirse a la multitud que diferenciarse. Los jóvenes judíos a menudo rechazan su judaísmo para ser aceptados en un mundo "progresista" que exige que "dejemos nuestro judaísmo en la puerta", una presión que he presenciado en campus donde apoyar a Israel puede llevar al ostracismo social. Yendo un paso más allá, los judíos que se odian a sí mismos eligen oponerse a Israel y ganar credibilidad por estar en el lado izquierdo de la historia.
Pero el Éxodo nos recuerda que cuando llegó la redención, sólo fue para aquellos que todavía sabían que eran judíos. No tenías que ser perfecto, pero sí tenías que pertenecer.
La tercera lección de la historia del Éxodo es tanto sorprendente como profunda: el antisemitismo a menudo sirve como una herramienta de Dios para recordarnos quiénes somos. El Midrash enseña que los judíos fueron redimidos de Egipto porque mantuvieron su distinción: no cambiaron su ropa, sus nombres ni su idioma, incluso frente a la esclavitud (Shemot Rabá 1:28). A nivel superficial, esto parece un detalle pequeño, pero su significado es profundo. Incluso en las profundidades de la opresión, los judíos entendieron que eran diferentes: una familia con un papel único, aunque no estuvieran por completo “haciendo todo” en términos de observancia. Esta conciencia de su identidad especial fue el paso crucial que pavimentó el camino hacia la redención.
Podemos explorar cómo el odio hacia los judíos a menudo despierta a los judíos de su letargo. La estrella amarilla que los judíos fueron obligados a llevar en Alemania en 1935 tenía como objetivo humillarnos y aislarnos, sin embargo, para muchos, despertó un sentido de orgullo y solidaridad. Y el 7 de octubre, en un mundo donde muchos judíos se sentían seguros, indistinguibles y post-tribales, derribó todas las máscaras.
Al igual que los nazis, Hamás no preguntó quién era "religioso". No verificaron las afiliaciones denominacionales. Nos recordaron que, a los ojos de nuestros enemigos (y a los ojos del Cielo) somos un solo pueblo. En un despertar trágico, la tragedia del 7 de octubre de 2023 y el antisemitismo global que siguió ha despertado y galvanizado a los judíos de todo el mundo para reconectarse con su herencia.
El odio hacia los judíos, tan doloroso como es tanto física como espiritualmente, como un recordatorio impactante de que no fuimos creados para mezclarnos, a menudo se convierte en el crisol a través del cual redescubrimos nuestro papel único en el mundo.
Este no es un pensamiento reconfortante. Pero sí es esclarecedor.
Entonces, ¿qué hacemos ante tanto odio? La historia del Éxodo no sólo diagnostica el problema, sino que ofrece una solución. Cuando los judíos clamaron bajo el peso de su opresión, Dios escuchó su súplica y envió a Moshé para guiarlos hacia la libertad (Éxodo 2:23-25). Pero la liberación no era el objetivo final; era el comienzo de una misión. En el Sinaí, Dios nos dio la Torá y nos declaró un "reino de sacerdotes y una nación santa" (Éxodo 19:6), encargándonos de ser una luz para las naciones.
El primer paso para salir de cualquier Egipto —ya sea antiguo o moderno— es redescubrir quiénes somos
Nuestra respuesta al antisemitismo debe ser reafirmar nuestra identidad y misión. En Egipto, los judíos no se asimilaron a la cultura egipcia, a pesar de una presión inmensa. Los horrores del 7 de octubre resultaron en que los judíos de todas partes regresaran a sus raíces, encendieran las velas de Shabat y se sintieran más orgullosos como pueblo. El odio hacia los judíos puede intentar apagar nuestra luz, pero nuestra respuesta debe ser brillar más, iluminando el mundo con las eternas verdades de la Torá.
Fuimos redimidos de Egipto porque recordamos que éramos diferentes. No lo logramos por ser perfectos. Dimos el paso hacia la redención porque dimos el paso hacia nuestra identidad.
Y así también es ahora. La Hagadá nos pide "que en cada generación sintamos como si personalmente hubiésemos salido de Egipto". El primer paso para salir de cualquier Egipto —ya sea antiguo o moderno— es el redescubrimiento de quiénes somos. El antisemitismo, por horrible que sea, tiene una extraña función espiritual. Nos quita la ilusión de seguridad, de igualdad, y nos obliga a preguntarnos: ¿Qué significa ser judío? Y todavía más importante: ¿Para qué estamos aquí?
Si podemos recordar eso, no sólo en el dolor, sino en el propósito, entonces incluso los capítulos más oscuros de nuestra historia pueden convertirse en parte del Éxodo.
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