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Degollar el cordero pascal representaba el hecho de liberarse de las fuerzas predeterminadas que están más allá de nuestro control.
¿Lees tu horóscopo en tu periódico o revista favorita? Si estás saliendo de citas, ¿te interesa preguntarle a la persona con la que estás saliendo cuál es su signo zodiacal? ¿Identificas tu personalidad con los rasgos que se le atribuyen comúnmente a quienes nacen bajo la influencia de alguno de los 12 signos zodiacales?
¿Crees que son ciertas las palabras de Shakespeare cuando dijo que “las estrellas gobiernan nuestras condiciones”?
Cerca del 90% de los periódicos de Estados Unidos incluyen un horóscopo. De acuerdo a los últimos estudios, al menos el 90% de los estadounidenses menores de 30 años saben cuál es su signo zodiacal, hay más de 10.000 astrólogos en Estados Unidos y los estadounidenses gastan más de 200 millones de dólares anuales en consultas a astrólogos.
Los historiadores nos cuentan que la astrología es casi con seguridad la más antigua y difundida de las pseudo-ciencias y que sus orígenes se remontan a la primera mitad de la dinastía de Hammurabi en Babilonia, hace unos 3500 años. Sin embargo, paradójicamente, el apogeo de la astrología no fue durante los años de ignorancia científica del pasado ni durante la Edad Media, en la cual la persona promedio estaba profundamente sumida en la ignorancia y la superstición, sino que ha sido durante el siglo XX y durante el presente siglo, época en la que la mayoría de los ciudadanos presumiblemente conocen los hechos básicos de la astronomía y están al tanto de que los planetas son mundos similares a la tierra y no fuerzas independientes que nos dirigen hacia destinos predeterminados.
Nuestros ancestros en Egipto, cuya travesía desde la esclavitud a la libertad conmemoramos en el Séder de Pésaj, vivían en una cultura que estaba obsesionada con predecir el futuro en base al dominio de las estrellas y el poder de los planetas. La Torá nos relata que Paró recurría a sus astrólogos para descubrir el verdadero significado de los eventos.
Es en este contexto que los comentaristas bíblicos entienden el aparentemente extraño ritual que exigió Dios de su pueblo para garantizar su liberación.
Dios le dijo a Moshé que les ordenase a los judíos tomar “cada uno un cordero por cada casa paternal, un cordero por hogar” (Éxodo 12:3). Ellos debían degollar al cordero y embadurnar su sangre en las jambas y dintel de las puertas. Sólo entonces Dios pasaría por sobre las casas de los hebreos y salvaría a sus primogénitos.
Obviamente Dios no necesitaba una señal para determinar si la casa estaba ocupada por un israelita o no. Esto tenía como propósito servir de prueba. El cordero era un importante dios para los egipcios. Para ser salvado, uno debía demostrar públicamente su rechazo al ídolo egipcio. Sólo quienes tuvieron el coraje de hacerlo merecieron ser redimidos.
Es sorprendente que los egipcios hayan elegido a un cordero como una deidad a la cual adorar. ¿Qué puede haber motivado a una nación bélica, que era conocida por su poder militar basado en caballos y carrozas, a reverenciar a un animal que aparentaba ser tan dócil y pacífico?
El gran erudito judío Najmánides nos provee una brillante respuesta. El primer signo zodiacal es Aries, el carnero o cordero. Al ser el primero, es la llave para todos los signos que le siguen; es la fuente de fortaleza de los otros 11 signos zodiacales.
Y esa es la razón por la cual los hebreos debían degollar un cordero pascual. Era la mejor forma de expresar su rechazo a un sistema de pensamiento que ponía a las acciones humanas bajo el poder de los cuerpos celestiales, una creencia que va en contra de la idea del libre albedrío humano que es tan fundamental para la teología judía.
La astrología nos transforma en marionetas eternamente manejadas por hilos que no pueden ser influenciados por nuestros deseos personales o fortalezas.
En la festividad de Pésaj, la cual está dedicada a celebrar el ideal de la libertad humana, la Torá incluyó el concepto de liberación no sólo de capataces humanos, sino que también de decretos predestinados por fuerzas planetarias que están más allá de nuestro control.
En resumen, creer en la astrología y el zodiaco es seguir siendo esclavo, un esclavo del destino sobre el cual no tenemos voz ni voto y el cual no podemos alterar por medio de nuestras buenas acciones, plegarias o arrepentimiento.
La astrología nos transforma en marionetas eternamente manejadas por hilos que no pueden ser influenciados por nuestros deseos personales o fortalezas.
A la luz de esto, cuán destacable son las palabras que le dijo Dios a Abraham en la famosa escena en el ‘Pacto entre las partes’. “Y Él [Dios] lo llevó afuera de la tienda y le dijo: ‘Mira ahora hacia el cielo y cuenta las estrellas’” (Génesis 15:5). El Midrash contiene el argumento de Abraham: “De acuerdo a las señales astrológicas, he visto que no soy apto para tener un hijo”, ante lo cual Dios le enseñó a Abraham que él se encontraba por sobre las estrellas y dijo: “Ven hacia afuera de las constelaciones; los israelitas no se encuentran sometidos a los planetas. Los sirvientes de Dios no se encuentran esclavizados por las estrellas”.
El judaísmo no está de acuerdo con el infame Edmundo de la obra El rey Lear, quien dijo que “Somos villanos por necesidad, idiotas por obligación celestial, malvados, ladrones y traidores por el influjo de las esferas; borrachos, embusteros y adúlteros por forzosa obediencia a la influencia planetaria, y todo aquello en que somos malos, por un impulso divino”. Eso nos haría no ser más que peones en un juego de ajedrez divino en el cual la responsabilidad de nuestras acciones sería transferida únicamente al jugador de ajedrez que guía desde arriba nuestros movimientos.
Y ese es el verdadero significado de la famosa declaración talmúdica dicha por Rabí Yojanán sobre que “no hay mazal para Israel”; no quiere decir que no tengamos ‘buena fortuna’, sino que significa que Israel no está sujeto al mazal, a las fuerzas predeterminadas que están fuera de nuestro control.
Es una poderosa proclamación de libertad para nosotros como actores en la obra de la historia, como encargados de mejorar el mundo mientras tomamos nuestras decisiones de libre albedrío en el trayecto de nuestras vidas.
A pesar de que la falta de nuestro Templo nos impide sacrificar físicamente un cordero pascal, es importante que a medida que se acerca Pésaj degollemos metafóricamente las excusas que nos damos a nosotros mismos para justificar nuestras imperfecciones diciendo que fueron predeterminadas. Debemos recordar que somos libres, libres para ser los héroes de nuestras vidas.
Porque no son las estrellas las que escriben el guión de nuestras vidas. Somos nosotros quienes podemos elegir ser las estrellas de nuestra fe y de nuestro pueblo.
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