Hay una buena razón por la que a los judíos les gusta tanto el pan.
El pan juega un rol muy importante en la vida judía, tanto en Shabat, en las festividades judías, como en los eventos del ciclo de vida, como un Bar Mitzvá, una boda o una circuncisión.
Cada festividad o celebración judía involucra partir una o dos hogazas de pan para compartirlas con las personas alrededor de nuestra mesa. En Shabat comemos tres comidas, y en cada una de ellas hay al menos dos hogazas de pan. En las festividades judías hay por lo menos dos comidas con dos hogazas en cada una. Ya sea jalá, pita, un panecillo o matzá, el pan siempre ocupa un lugar importante en nuestra mesa.
¿Existe una conexión entre los judíos y el pan? La respuesta es: ¡Sí, una muy profunda!
Encontramos una disputa respecto a cuál era la fruta original del Árbol del Conocimiento en el Jardín del Edén, la cual Adam y Javá tenían prohibido comer. Una opinión es que era una higuera, otros mencionan uvas, pero otra opinión es que era trigo. Después de cometer el pecado, Adam fue maldecido con las palabras; “con el sudor de tu frente comerás pan”. De alguna manera, aquí estaba involucrado el pan. Comer pan desde ese momento representa la corrección de ese evento original.
Veamos qué más podemos aprender del hecho de preparar, bendecir y comer pan.
¿Sabías que hay bendiciones que tenemos que decir antes y después de comer pan?
La bendición que se recita después de comer una comida con pan es la única bendición que fue ordenada directamente en la Torá.
La Torá dice que debemos "comer, saciarnos y bendecir a Dios por el alimento que acabamos de comer". Este mandamiento de la Torá específicamente se relaciona con el pan que hemos consumido durante nuestra comida. Por lo tanto, entendemos que el pan es una comida que nos sacia y por la cual vale la pena decir una cantidad y variedad de bendiciones.
La bendición que se dice antes de comer pan, “hamotzí lejem min haaretz”, es probablemente una de las bendiciones más conocidas. Ella también revela un poco por qué el pan es tan importante. La bendición agradece a Dios por “sacar el pan del suelo”. Esto es un poco difícil de entender, ya que lo que sale del suelo no es el pan mismo sino el trigo.
Aunque es cierto que Dios solo hace crecer el trigo y nosotros estamos encargados de la tarea de sembrar, cosechar, separar el trigo de la cascarilla, molerlo, agregar agua a la harina, amasar, encender el fuego y finalmente hornear la hogaza de pan. Todo ese esfuerzo que realizamos para hacer un pan que sea comestible, es parte de la "sociedad" que tenemos con Dios. Nosotros tenemos que hacer el esfuerzo para llevar el pan a nuestras mesas, pero sin la bendición de Dios a través de la lluvia, no tendríamos ni siquiera el trigo para prepararlo.
Lejem HaPanim, el pan de la proposición
En el Tabernáculo que acompañó al pueblo judío durante cuarenta años por el desierto y que, eventualmente, encontró un lugar permanente en el Templo en Jerusalem, había una mesa llamada “Shulján”. En ella había dos repisas metálicas verticales y cada una sostenía seis panes. Estos doce panes eran llamados lejem hapanim (literalmente: los “panes de cara”). Los lados de estos panes miraban hacia los sacerdotes y ellos podían verlos. Una vez a la semana este pan era preparado y puesto en la mesa, y al final de la semana los sacerdotes lo comían. El milagro era que se mantenían frescos durante toda la semana y los sacerdotes los disfrutaban como si hubieran sido horneados ese mismo día.
Esa mesa y los panes que llevaba encima representaban el éxito financiero que el pueblo judío necesitaba para sobrevivir en el desierto durante esos cuarenta años.
Ya no tenemos un Templo, pero muchos de los rituales relativos al pan, como el lavado ceremonial de las manos con un recipiente antes de disfrutar el pan, derivan de este servicio original del Templo y de los panes en la mesa del Templo.
Así que el pan es más que sólo la jalá, el beiguel, la hogaza o el panecillo que comemos. El pan representa nuestro sustento y éxito financiero, lo cual proviene de las bendiciones de Dios. Nosotros tenemos que hacer nuestra parte para ganarnos la vida, pero en definitiva, todo el éxito material proviene de Dios. Ese es el proceso de razonamiento que debemos tener en mente cada vez que hacemos una bendición y comemos pan.
Basado en lo que acabamos de decir, algunos sefaradim (judíos originarios de la península ibérica, entre los que me incluyo) antes de recitar la bendición de hamotzí tienen la costumbre de abrir ambas manos, con las palmas hacia el cielo, para poder "recibir" las bendiciones de Dios. Esto se hace usualmente mientras se dice un versículo de Salmos “Dios abre Sus manos y satisface los deseos de todas las criaturas vivientes”. Una vez más, esto nos recuerda que las bendiciones de Dios son las que nos brindan sustento y éxito.