¿Por qué el pueblo judío es tan pequeño?

01/08/2022

5 min de lectura

Vaetjanán (Deuteronomio 3:23-7:11 )

Cerca del final de Vaetjanán, de una forma tan discreta que a veces podemos pasarla por alto, hay una declaración con implicaciones a largo alcance que desafía la impresión que prevaleció en la Torá hasta este momento, dando un aspecto completamente nuevo a la imagen bíblica del pueblo de Israel:

Dios no los eligió y los prefirió a ustedes porque sean más numerosos que todas las naciones del mundo, pues ustedes son el más pequeño de todos los pueblos (Deuteronomio 7:7)

Esto no es lo que escuchamos hasta ahora. En Bereshit, Dios les prometió a los patriarcas que sus descendientes serían como las estrellas del cielo, como la arena de la costa del mar, como el polvo de la tierra, incontable. Abraham iba a ser el padre no sólo de una nación, sino de muchas. Al comienzo de Éxodo leemos cómo la familia del pacto, que contaba sólo con setenta miembros cuando descendió a Egipto, "fructificaron y pulularon, se incrementaron y se volvieron muy poderosos, y la tierra se llenó de ellos" (Éxodo 1:7).

En el libro de Deuteronomio, Moshé describe tres veces que los israelitas son "tantos como las estrellas del cielo" (1:10, 10:22, 28:62). El Rey Salomón habla de sí mismo como estando dentro de "el pueblo que Tú has elegido, un gran pueblo, demasiado numeroso para contarlo" (Reyes I 3:8). El profeta Hoshea dice que "los israelitas serán como la arena de la costa del mar, que no puede ser medida ni contada" (Hoshea 2:1).

En todos estos textos, y en muchos otros, se enfatiza el tamaño, la grandeza numérica del pueblo. ¿Cómo debemos entender entonces las palabras de Moshé respecto a que seremos un pueblo pequeño? El Targum Ionatán interpreta que esto no se refiere a los números sino a la propia imagen. Él no lo traduce como el "pueblo más pequeño" sino como "el pueblo más bajo y humilde". Rashi hace una lectura similar, citando las palabras de Abraham: "Yo soy sólo polvo y cenizas" y las de Moshé y Aharón: "¿Qué somos nosotros?".

Rashbam y Jizkuni dan una explicación más directa y dicen que Moshé contrasta a los israelitas con las siete naciones con las que deberían luchar en la tierra de Canaán/Israel. Dios les daría la victoria a los israelitas a pesar de que erán muchos menos que los habitantes locales.

Rabenu Bejaia cita a Maimónides, quien dice que hubiéramos esperado que Dios, el Rey del universo, eligiera como Su pueblo a la nación más numerosa de la tierra, porque "la gloria del rey está en la multitud de personas" (Proverbios 14:28). Pero no fue eso lo que Dios hizo. Por lo tanto, Israel recibió una enorme bendición al ser elegida por Dios, a pesar de ser un pueblo pequeño, de ser Su am segulá, Su especial tesoro.

Rabenu Bejaia se obliga a dar una lectura más compleja para resolver la contradicción de Moshé en Deuteronomio, y dice que los israelitas son el pueblo más pequeño y también "tan numeroso como las estrellas del cielo". Él transforma esto en un subjuntivo hipotético: Dios los habría elegido incluso si hubieran sido el más pequeño de los pueblos.

Sforno hace una lectura simple y directa: Dios no escogió una nación para Su propio honor. De haber sido así, indudablemente hubiera elegido un pueblo poderoso y numeroso. Su elección no tuvo nada que ver con el honor y se debió sólo al amor. Él amó a los patriarcas por su disposición a cumplir Su palabra; por lo tanto, Él ama a sus descendientes.

Sin embargo, en este versículo hay algo que hace eco a lo largo de la historia judía. Históricamente, los judíos fueron y siguen siendo un pueblo pequeño. Hoy somos menos de una quinta parte del uno por ciento de la población mundial. Hay dos razones para esto. La primera es el alto costo cobrado a lo largo de los siglos de exilio y persecución; directamente sobre los judíos asesinados en masacres y pogromos, indirectamente sobre aquellos que se convirtieron (en España en el siglo XV y en Europa en el siglo XIX) para evitar la persecución. (Trágicamente ni siquiera la conversión ayudó, y el antisemitismo racial persistió en ambos casos). La población judía es apenas una fracción de lo que podría haber sido si no hubiera existido el emperador Adrián, las cruzadas y el antisemitismo.

La segunda razón es que los judíos no buscan convertir a otras personas. De haberlo hecho, sus números serían cercanos a los del cristianismo (2.400.000.000) o el islam (1.300.000.000). De hecho, el Malbim encuentra algo similar en nuestro versículo. El versículo previo dice que los israelitas están a punto de entrar a una tierra donde hay siete naciones, los hititas, los guirgashitas, los amoritas, los canaanitas, los perizitas, los hivitas y los jebusitas. Moshé les advierte no casarse con ellos, no por razones raciales sino religiosas: ""Ellos alejarán a tus hijos de Mi para servir a otros dioses". El Malbim interpreta nuestro versículo como que Moshé les dice a los israelitas: No justifiquen el matrimonio mixto con el argumento de que eso va a incrementar la cantidad de judíos. A Dios no le interesan los números.

Hubo un momento en el cual los judíos pueden haber tratado de convertir a otros. (De hecho, hubo un caso en el cual lo hicieron. El sacerdote y rey jasmoneo Juan Hircano I convirtió a la fuerza a los edomitas, conocidos como los idumeos. Herodes fue uno de ellos). El período en cuestión fue durante el imperio romano, en el siglo I. Los judíos constituían alrededor del 10 por ciento del imperio y había muchos romanos que admiraban aspectos de su fe y de su forma de vida. Las deidades paganas del mundo helenista perdían su atracción y plausibilidad, y en todos los centros del Mediterráneo, había individuos que adoptaban las prácticas judías. Dos aspectos del judaísmo se interponían en su camino: los mandamientos y la circuncisión. Finalmente, los judíos eligieron no comprometer su forma de vida para lograr atraer a los conversos. Muchos de los helenistas que simpatizaban con el judaísmo, en cambio, adoptaron el cristianismo de Pablo. A lo largo de toda la historia, de forma consistente los judíos escogieron mantenerse fieles a sí mismos y ser pocos antes que hacer concesiones y sumar adeptos.

¿Por qué la providencia Divina, la elección humana, o ambas cosas, provocaron que el pueblo judío sea pequeño? De forma simple, puede ser que a través del pueblo judío Dios le esté diciendo a la humanidad que no es necesario ser numerosos para ser grandiosos. Las naciones no son juzgadas por su tamaño sino por su contribución al patrimonio de la humanidad. La prueba más convincente de esto es que una nación tan pequeña como la judía pudo producir un flujo de profetas, sacerdotes, poetas, filósofos, sabios, santos, expertos en halajá y en agadá, codificadores, comentaristas, Rebes y Roshei Ieshivot; y también algunos de los mejores escritores, artistas, músicos, cineastas, académicos, intelectuales, médicos, abogados, empresarios e innovadores tecnológicos del mundo. Fuera de toda proporción con su número, los judíos trabajan como abogados que luchan contra la injusticia, economistas que luchan contra la pobreza, médicos que luchan contra las enfermedades y maestros que luchan contra la ignorancia.

No hace falta ser muchos para ampliar los horizontes espirituales y morales de la humanidad. Lo que hace falta son otras cosas: un sentido de valor y dignidad del individuo, de la fuerza de la posibilidad humana de transformar el mundo, de la importancia de dar a todos la mejor educación que pueden llegar a tener, de hacer que cada uno se sienta parte de una responsabilidad colectiva por mejorar la condición humana, y una disposición a asumir ideales elevados y llevarlos a la práctica en el mundo real, sin dejarse detener por las desilusiones y las derrotas.

Hoy en día, en ningún lado hay más evidencia de esto que en el pueblo de Israel en el estado de Israel. Ridiculizado por los medios en gran parte del mundo, y aun así, año tras año produciendo milagros humanos en medicina, agricultura, tecnología, artes… como si la palabra "imposible" no existiera en el idioma hebreo. Por lo tanto, cuando sintamos miedo y estemos deprimidos por la situación de Israel, vale la pena recordar las palabras de Moshé: "Dios no los eligió y los prefirió a ustedes porque sean más numerosos que todas las naciones del mundo, pues ustedes son el más pequeño de todos los pueblos".

¿Pequeños? Sí. Todavía rodeados como lo estaban en ese entonces los israelitas por "naciones más grandes y más fuertes". Pero ese pueblo pequeño, desafiando las leyes de la historia, sobrevivió a todos los grandes imperios del mundo. Y sigue teniendo un mensaje de esperanza para la humanidad. No es necesario ser muchos para ser grandiosos. Si nos abrimos a un poder mayor a nosotros mismos, nos volvemos más grandes. Israel sigue llevando ese mensaje al mundo.

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