¿Por qué Francia está etiquetando nuevamente a los judíos?

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La decisión de Francia de etiquetar productos de empresas judías ubicadas en el Golán, Judea y Samaria, tiene un aire de fanatismo antisemita.

La semana pasada, mientras terroristas árabes y palestinos prendían fuegos por todo Israel, Francia decidió unirse a la disputa realizando un violento acto diplomático en contra del estado judío.

En una movida tan odiosa como hipócrita, el gobierno del presidente francés Francois Hollande eligió convertirse en el primer país de la Unión Europea en comenzar a forzar guías que señalan las empresas de propietarios judíos del Golán, Judea y Samaria, requiriendo que sus productos tengan una etiqueta especial por su origen.

Las autoridades francesas publicaron las instrucciones en el diario oficial del gobierno, y exigen que los productos declaren: “producto originado en las Alturas del Golán (asentamiento israelí)” o “producto originado en Cisjordania (asentamiento israelí)”, una movida que afirman tiene la mera intención de brindarle más información al consumidor.

Eso, por supuesto, es completamente absurdo.

En primer lugar, el requisito aplica solamente a fábricas judías, mientras que las compañías cuyos propietarios son musulmanes palestinos, no deben tener sus productos etiquetados de la misma forma. En otras palabras, el criterio aplicado por Francia es la identidad étnica y religiosa del fabricante, y esas condiciones aplican sólo a los seguidores de Moshé y no a los de Mahoma.

Si eso no es racista y discriminatorio, ¿qué lo es? Más aún, como notó correctamente el Ministerio de Exterior de Israel, hay muchos otros “territorios en disputa” en el mundo, y ni Francia ni ningún otro país de la UE está considerando aplicar una política similar en esos casos.

Son los judíos, y sólo los judíos, quienes viven en áreas como Judea y Samaria, quienes estarán sujetos al “trato especial” de los franceses.

Así, no habrá ninguna etiqueta especial para señalar productos chinos fabricados en el Tíbet, productos rusos fabricados en Crimea ni bienes españoles de Cataluña. Tampoco serán afectados los productos turcos fabricados en la Chipre ocupada, los bienes marroquíes del Sahara Occidental ni la mercadería inglesa de las disputadas Islas Malvinas.

Son los judíos, y sólo los judíos, quienes viven en áreas como Judea y Samaria, quienes estarán sujetos al “trato especial” de los franceses.

Eso es fanatismo antisemita, puro y simple.

Agregando a la ironía está el hecho de que hace sólo un año, a principios de noviembre de 2015, Israel se unió al resto del mundo civilizado parándose en solidaridad con Francia, que acababa de soportar una serie de ataques terroristas de la yihad en las calles de París dejando un saldo de 130 muertos inocentes.

Miles de israelíes se reunieron en Tel Aviv en una manifestación para demostrar apoyo por la Ciudad de la Luz, sosteniendo carteles que decían “Tel Aviv está junto a París” y entonando incluso el himno nacional, mientras la municipalidad se iluminaba con los colores rojo, blanco y azul de la bandera francesa.

Ahora, pareciera que Francia decidió devolver el favor mostrando solidaridad con quienes buscan la destrucción de Israel.

La movida francesa agregará leña al fuego del boicot anti Israel y al movimiento de desinversión y sanciones, y abrirá una puerta para que otros países de la UE adopten políticas similares.

De la misma forma, alentará a los palestinos a continuar en su obstinada posición de no negociar con Israel.

Por supuesto, todo esto llega en un momento en que Francia y el resto de Europa viven una oleada de antisemitismo. Y eso es lo que hace que la movida sea tan moralmente repugnante y obscena. Después de todo, ¿han olvidado los franceses lo que ocurrió la última vez que decidieron brindar un “trato especial” a los judíos? Por si lo olvidaron, aquí va un rápido recordatorio:

En octubre de 1940, el régimen francés colaboracionista Vichy, que se había aliado felizmente a la Alemania nazi, aprobó una legislación conocida como ‘El estatuto judío’, que no sólo prohibió a los judíos ejercer varias profesiones, sino que también ‘arianizó’ comercios que eran propiedad de judíos. Las restricciones continuaron aumentando, culminando en uno de los momentos más oscuros de la historia francesa, en donde la policía francesa comenzó a acorralar a los judíos en julio de 1942, antes de entregárselos a los nazis para que fueran enviados a Auschwitz.

Entre los arrestados por el Vichy francés estaba Isaac Kottler, primo hermano de mi abuela, y su esposa Anna. Periodista y amante de los libros, se dice que Isaac tenía una gran colección de volúmenes. Si bien había nacido en San Petersburgo en 1902, decidió dejar atrás el caos de Rusia y asentarse en Francia.

Cuando mi abuela lo visitó en París antes de la guerra, Isaac le mostró su posesión más preciada: un árbol familiar que trazaba el linaje familiar hasta la expulsión de los judíos de España en 1492.

Ahí se veía que nuestros ancestros habían vivido en Toledo, y seguía los pasos de la travesía vagando por Europa durante siglos. Pero eso no les importó ni a los alemanes ni a los aliados franceses colaboracionistas, quienes consideraron que los judíos eran extraños que no merecían vivir en suelo europeo.

Las lecciones del pasado deberían ser claras: señalar a los judíos y etiquetarlos es una movida imprudentemente peligrosa, que puede abrir una caja de pandora de odio e ira.

Al dar ese paso, Francia no sólo traicionó a Israel, sino que le dio la espalda a los valores de liberté, égalité, fraternité (libertad, igualdad y hermandad) que tan estruendosamente afirma apoyar.

No podemos permitir que el plan francés para etiquetar productos judíos del Golán, Judea y Samaria se mantenga en pie, debemos elevar nuestras voces en protesta frente a esta estrategia repugnante.

Es hora de recordarles un punto muy simple: siete décadas después del Holocausto, Francia y otros gobiernos europeos no tienen derecho a decirles a los judíos dónde pueden vivir y dónde no. Especialmente en nuestra tierra patria ancestral.

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