Por qué Israel es uno de los 10 países más felices del mundo

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A pesar de los peligros cotidianos, los israelíes son sumamente alegres. Aquí está el secreto de la felicidad judía.

Esta semana, cuatro israelíes fueron asesinados y varios resultaron heridos en un ataque terrorista en un centro comercial y en una estación de servicio en Beer Sheva. Almas bellas e inocentes fueron asesinadas a sangre fría, recordándonos una vez más que nuestros hermanos y hermanas en Israel viven bajo contantes amenazas y peligros.
Uno podría pensar que un país cuyos habitantes enfrentan el terrorismo de forma regular y que están rodeados de enemigos hostiles que desean exterminarlos, debería estar paralizados de miedo y debilitado por el estrés. Pero en cambio, a pesar de los peligros diarios, los israelíes son sumamente felices.

De acuerdo con el informe de felicidad mundial de este año, que acaba de ser publicado, Israel escaló a los niveles más altos niveles del ranking, y se encuentra entre los 10 países más felices del mundo. Finlandia ocupa el primer lugar por quinto año consecutivo, y Afganistán ocupa el último lugar, el número 146. Ocupando el noveno puesto, los israelíes son más felices que los canadienses (15), los norteamericanos (16) y los ingleses (17).

Cuando los Padres Fundadores de los Estados Unidos incluyeron "la búsqueda de la felicidad" como un derecho, fue casi como si inherentemente hubieran concedido que la felicidad se puede buscar, pero es difícil de alcanzar. Para muchos, esa búsqueda se volvió algo agotador y terminaron rindiéndose. En el 2006, el psicólogo de Harvard, Daniel Gilbert, escribió un libro llamado "Tropezar con la felicidad". Allí él argumenta que las cosas y las experiencias que típicamente predeciríamos e imaginaríamos que nos traerían felicidad, raramente logran hacerlo en los hechos. Por el contrario, la felicidad es evasiva, y si bien hay algunos esfuerzos que podemos realizar para encontrarla, lo mejor es apostar a tropezarnos con ella.

El judaísmo no está de acuerdo. La felicidad, simjá, no es algo con lo que nos tropezamos o que encontramos por accidente. Es el resultado de una decisión consciente, de determinada actitud. En "La senda de los justos", Rav Moshé Jaim Luzzato dice que estar alegre y feliz no es un lujo o simplemente algo preferible, sino que es un componente crítico para tener una vida significativa.

Tendemos a pensar que cuando estamos felices sonreímos, pero resulta que es exactamente a la inversa. La ciencia ha demostrado que el mero acto de sonreír, poniendo en acción los micro músculos involucrados, puede elevar nuestro estado anímico, disminuir el estrés, mejorar nuestro sistema inmune e incluso prolongar nuestra vida. Cuando sonríes, tu cerebro libera neuropéptidos que ayudan a luchar contra el estrés. También se libera dopamina, serotonina y endorfinas, lo que alivia el dolor y brinda placer.

En consecuencia, elegir sonreír es elegir la felicidad, no sólo para ti sino también para aquellos que te rodean. Nicolás Christakis, un profesor de la facultad de medicina de Harvard, descubrió que la miseria no es la única a la que gusta tener compañía. También la felicidad es contagiosa. Conocer a alguien que es feliz hace que sea un 15.3% más posible que tú seas feliz. Un amigo feliz es un amigo que incrementa las probabilidades de tu felicidad en un 9.8%, e incluso la amiga de la vecina de tu hermana puede ayudarte en un 5.6%.

La felicidad tiene lugar cuando tomamos la decisión de enfocarnos en las bendiciones que tenemos en nuestra vida, sin importar cuán formidables sean las dificultades que enfrentemos. Si nuestra felicidad resulta de las bendiciones que ya tenemos, siempre podemos encontrar la felicidad, porque siempre tenemos al menos algo. Pero si nuestra felicidad es determinada por lo que no tenemos ("si tan sólo tuviera más dinero, una casa más linda, un trabajo mejor, una pareja más afectuosa, hijos más leales"), entonces nunca seremos felices porque siempre existe la posibilidad de tener más y, por definición, siempre habrá algo que no tendremos.

Hace poco, en una clase desafié al público a que todos hicieran un esfuerzo consciente para sonreír más, incluso (o especialmente) cuando no tienen ganas de hacerlo. Sonríe antes de entrar a la casa. Sonríe cuando los niños suban al auto al salir de la escuela. Sonríe cuando recibas a un familiar al fin del día. Hazlo con intención, crea el hábito y la rutina de sonreír en los momentos que crearán el estado anímico e introducirán la energía.

La gente que lo puso en práctica me dijo que eso les cambió la vida.

No tienes que creerlo, pruébalo tú mismo.

No esperes tropezar con la felicidad, elígela sonriendo más.

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