Por qué llevé a mi familia a visitar la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales

08/09/2022

5 min de lectura

Mis hijos recibieron una inolvidable lección de gratitud.

Mi tercera hija, Emuná, nació con el cordón umbilical enroscado alrededor del cuello. El médico lo desenroscó rápidamente y, a pesar de que yo sufrí una hemorragia, la bebé estaba sana. Unos pocos días más tarde volvimos a casa.

La primera noche que estuvimos en casa, Emy lloró de forma desconsolada. A pesar de todos los esfuerzos, no logré calmarla. A la mañana siguiente la llevé a un chequeo. Después de efectuarle las pruebas, nos llevaron directamente a la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales (UCIN), porque su ictericia había aumentado y la situación era grave. Pasamos una semana en el hospital.

Esa fue una de las semanas más difíciles que tuve que soportar. Todavía estaba débil. Me sacaba leche en exceso y mi esposo llevaba la leche al hospital a todas horas. Me sentaba junto a la incubadora de la bebé, sin poder sostenerla, tocarla ni alimentarla. Me sentía entumecida. Cuando estaba en la UCIN me sentía culpable por dejar solos a mis hijos en casa, y cuando estaba en casa con mis otros hijos, me sentía todavía más culpable. Deseaba poder clonarme a mí misma.

Emocional y físicamente estaba exhausta, pero la alegría fue embriagadora cuando pudimos llevar a Emuná de vuelta a casa unas pocas horas antes de que comenzara Iom Kipur.

Durante semanas, mi nivel de felicidad estuvo en su punto más alto.

¿Se quemó la comida? ¡A quién le importa! ¡Mi bebé está viva!

¿Tenía que pasar horas estancada en el tráfico? No hay ningún problema, ¡mi bebé está viva!

Estaba abrumada por la felicidad, pero ese nivel de exaltación no duró mucho.

Como parte de un proyecto sobre la felicidad para mi próximo libro, estuve experimentando con los efectos de la valoración.

Un artículo de la Revista de Psicología Social y Clínica concluye que la gratitud tiene una conexión muy importante con la salud mental y la felicidad, más que cualquier otro rasgo de personalidad que haya sido estudiado.

Esa es la razón por la que he manenido un registro de gratitud durante los últimos 18 años. Eso me ayuda a sentirme feliz.

Cada día registro los momentos más simples, incluso durante la prueba más difícil que enfrenté en mi vida. Ahora, años más tarde, reviso lo que escribí y veo que incluso en los días más oscuros hubo destellos de luz. El diario de gratitud actúa como si fuera felicidad pre-empaquetada: está ahí para que lo abras cuando más lo precises.

Janice Kaplan, autora de El diario de la gratitud, condujo una entrevista formulando la siguiente pregunta: "¿Crees que la gratitud lleva a que la gente se sienta más satisfecha y a tener vidas más ricas?".

Aunque el 94% de los encuestados respondieron rotundamente que "sí", menos de la mitad de esas personas practicaban alguna forma de gratitud de forma regular.

Kaplan explica: "Imagina que existe una piedra mágica de la felicidad en medio de un campo, y todo lo que tenemos que hacer es caminar alrededor de ella, pero todo el tiempo pasamos de largo a su lado. Sabemos que está ahí. Pensamos en eso, pero simplemente no caminamos a su alrededor".

La nota de agradecimiento

Hace poco, mi marido me contó que su compañía recibió una botella de vino muy cara de otra corporación. De inmediato, él envió un email agradeciendo a la persona que lo envió. Escribir ese mensaje le llevó menos de 30 segundos.

Algunas semanas más tarde, recibió un mensaje de respuesta: "Quiero que sepa que he enviado cientos de botellas de vino a muchas personas en diferentes compañías. Increíblemente, usted es el único que me lo ha agradecido".

¡Nos estamos perdiendo una de las formas más sencillas de experimentar felicidad en nuestras vidas! La gratitud es una solución obvia para la falta de satisfacción personal, y cada vez que lo recordamos, pensamos: Sí, debería hacerlo. Pero no lo hacemos.

Tienes que actuar de forma concreta. Enviar notas de agradecimiento es una manera simple de incrementar de forma drástica los niveles de felicidad.

En el día de la madre, mi familia puso a prueba esta teoría. Regresamos a la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales para manifestar nuestra valoración. Encargamos pasteles especiales y cada uno escribió notas personalizadas para entregarle al equipo médico.

Al viajar hacia el hospital, me inundaron los recuerdos no sólo de mi propio bebé en la UCIN, sino de todos mis hijos y los diversos desafíos y alegrías que llegaron con ellos. De repente, comencé a dudar si realmente estaba preparada para enfrentar al equipo de la UCIN sin llorar.

Debido al Covid, no nos permitieron subir, pero una enfermera salió a recibirnos.

Emy de visita en la UCIN

Le dije a la enfermera: "Cuando tengan días difíciles y estén exhaustos, por favor recuerden que no sólo están salvando bebés. Están salvando familias. Gracias a su ayuda yo soy una madre feliz. Porque ustedes salvaron a Emy, yo tuve la fuerza de tener más hijos. Gracias a ustedes somos una familia completa".

En ese momento, todos teníamos los ojos llenos de lágrimas.

"No pueden imaginar lo que esto significa para nosotros", nos dijo la enfermera. "Hace unos días, falleció un bebé en la UCIN. Cuando esto ocurre, para nosotros es muy difícil. Este momento nos da muchas fuerzas".

Incluso si tus hijos nunca estuvieron en la UCIN, todos podemos tomarnos un momento para expresar gratitud a cualquiera que nos haya ayudado a ser la persona que somos hoy. Pruébalo. Los resultados pueden sorprenderte.

Los hijos de la familia Pachter con una enfermera de la UCIN

Esta es la carta que yo escribí. Tal vez pueda inspirarte a escribir tu propia carta a alguien que haya afectado tu vida.

Al dedicado equipo de la UCIN:

Ya pasaron ocho años desde que nuestra bebé estuvo bajo su cuidado. Ella llegó de urgencia a la UCIN porque sus niveles de ictericia eran sumamente peligrosos. Durante una semana estuvo bajo las luces, esperando que bajara su bilirrubina. Ustedes trabajaron durante todo el día y toda la noche para alimentarla, monitorearla y asegurarse que permaneciera con vida. Trabajaron incansablemente para mantenerla sana y salva. Ocho años más tarde, quiero agradecerles con todo mi corazón.

Ustedes salvaron a mi familia de más formas de las que pueden llegar a imaginar. Nuestra hija, Emy, es ahora una niña sumamente dulce. Le encanta ayudar a su madre en la cocina, dar caridad, comer helado de menta granizada, jugar al básquetbol y leer. Es una niña bella y alegre. Gracias a su ayuda, somos una familia feliz.

Por favor, cuando estén corriendo, trabajando duro, esforzándose por ayudar a los demás, recuerden que sus esfuerzos tienen consecuencias a largo plazo. Cuando crean que no les queda nada más para dar, deben saber que están salvando vidas y familias. Nunca los olvidaremos. Ustedes son héroes.

Con cariño

Familia Pachter


Este artículo apareció originalmente en la revista Ami.

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