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Los hitos no son puntos finales. Son peldaños que nos impulsan a llegar todavía más lejos.
"¡Vaya! ¡Estás muy grande!", le dije a mi hija de tres años. Ella está dejando los pañales y por tercera noche consecutiva se levantó completamente seca.
Con una expresión absolutamente seria en su rostro, me respondió: "¿Entonces ya puedo conducir?".
Me reí a carcajadas y sentí mucho najat de sus aspiraciones imparables.
Al llegar a un hito, es fácil caer en la autocomplacencia y regodearse en la gloria del logro. La satisfacción de lograr algo significativo puede provocar que sea difícil seguir adelante. Puedes sentir que te has ganado un descanso o que tu nivel actual es suficientemente bueno.
Aunque es importante valorar los hitos y estar orgullosos de nuestros logros, el verdadero crecimiento requiere esforzarse continuamente para conseguir más, sin conformarse con el estatus quo.
El período entre Pésaj y Shavuot refuerza esta lección. Los judíos contamos los 49 días desde Pésaj, el momento de la libertad física, hasta Shavuot, que representa la libertad espiritual que adquirimos al recibir la Torá.
Este período es llamado la Cuenta del Ómer, en hebreo Sefirat HaóMer, llamado así por la ofrenda que se llevaba el segundo día de Pésaj. Es un nombre extraño. ¿No hubiera sido mejor que se llamara "la cuenta hacia la entrega de la Torá"? Ni siquiera se menciona el objetivo de la cuenta y en cambio menciona algo que parece completamente irrelevante.
La ofrenda del Ómer era de cebada, lo que en tiempos bíblicos se consideraba alimento animal. Al terminar el proceso, se llevaba al Templo una ofrenda de trigo, simbolizando el crecimiento de un estado de existencia básica como un animal a uno de preparación espiritual superior, como un ser humano.
El judaísmo enfatiza la fuerza del cambio. Tienes un potencial inmenso, y en este momento sólo estás comenzando tu camino. Comparado con dónde puedes llegar, estás muy lejos de lograr tu verdadera grandeza. Por eso se enfatiza el Ómer, la cebada, el alimento animal.
La cuenta comienza con el día uno, subiendo cada día hasta llegar a 49. ¿Por qué no hacemos una cuenta regresiva, como hacen en Times Square en la víspera de año nuevo: diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno. ¿Quién cuenta de uno a diez? Ocho, nueve, diez… ¡feliz año nuevo! Hacemos una cuenta regresiva, no progresiva.
Cuando haces una cuenta regresiva esperando que llegue algo (ya sea tus vacaciones, una promoción o una boda), estás ansioso por llegar al final, a menudo descuidando la travesía misma. Quieres que los días intermedios desaparezcan y llegar de una vez a destino. En contraste, la cuenta progresiva te alienta a valorar el progreso de cada día, a hacer que cada día cuente, enfocándote en el proceso y no sólo en el resultado.
Durante la Cuenta del Ómer, cada día se construye sobre el día previo. Es como construir un edificio piso por piso. Al terminar el Ómer, si aprovechaste al máximo este período para tu crecimiento personal, entonces estás preparado para recibir la Torá con un entendimiento más profundo y mejor disposición. Estás listo para vivir como un ser humano completo, representado por el hecho de comer trigo, no cebada.
Pésaj, la festividad que celebra la liberación de Egipto, no fue la culminación sino el comienzo de un gran viaje espiritual. Durante la Cuenta del Ómer, cada día simboliza un paso de tu travesía espiritual, alentándote a seguir subiendo.
Ya sea que se trate de aprender a ir al baño o de un objetivo de vida más profundo, los hitos no son puntos finales sino peldaños. El verdadero camino comienza después del éxito inicial. Crecer y mejorar son procesos constantes, donde cada hito te impulsa a esforzarte por llegar al siguiente logro.
Sigue subiendo, esfuérzate por más, haciendo que cada día cuente, transformando tus logros en pasos constantes hacia la grandeza espiritual.
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