En una serie de estudios fascinantes, el Dr. David DeSteno y sus colegas demostraron que cuando las personas se sienten agradecidas por recibir un beneficio, es más probable que estén dispuestas a pagar por ese favor, ya sea con tiempo o con dinero. Como lo describió en su libro "Emotional Success: The Power of Gratitude, Compassion, and Pride", esto se aplica no sólo a un acto recíproco hacia el benefactor del bien inicial, sino que incluso es más probable que lo pague para otros.

Además, la gratitud es contagiosa. Se puede propagar de forma viral a través de las esferas sociales, creando un ciclo virtuoso. Incluso ver que alguien expresa gratitud puede crear un impulso emocional positivo, lo que lleva a que haya mayor gratitud, compasión y amabilidad.

En la parashat Tzav se detallan diversas ofrendas de paz, conocidas como shelamim. Como regla general, estos sacrificios podían ser comidos por quien los ofrendaba el mismo día de la ofrenda, y en la noche y el día siguiente. La única excepción era la ofrenda de agradecimiento, conocida como el sacrificio todá. La ofrenda de agradecimiento se llevaba cuando alguien quería manifestar gratitud y alabanza a Dios, por lo general (aunque no necesariamente) después de salvarse de una situación peligrosa. A diferencia de las otras ofrendas de paz, la ofrenda de agradecimiento no podía comerse durante el día que se llevaba ni la noche siguiente. Los restos no podían comerse al día siguiente. Además, a diferencia de las otras ofrendas de paz, la ofrenda de agradecimiento también se diferenciaba en que debía estar acompañada por 40 hogazas de pan. ¿Por qué todas las diferencias?

Seforno sugiere que el incremento de comida y la disminución del tiempo en que se lo podía consumir, incentivaba a invitar huéspedes. A diferencia de otros sacrificios que podían tener una naturaleza más privada, la ofrenda de agradecimiento ideal era una empresa pública. El entorno social permitía que el beneficiario de la bondad Divina recordara los detalles de las maravillosas obras de Dios ante una audiencia más amplia, lo que engrandecía el Nombre de Dios entre los presentes.

Quizás, basándonos en la investigación del Dr. DeSteno, podemos sugerir que además del beneficio de crear un contexto para difundir la bondad de Dios, la comida pública cumplía otras dos funciones esenciales. En primer lugar, teniendo en mente que invitar huéspedes a una comida festiva en sí mismo es un acto de bondad, la ofrenda de agradecimiento era una oportunidad para propagar la gratitud. No sólo se reconocía la gratitud hacia el benefactor (Dios), sino que se utilizaba para propiciar hacer el bien con otras personas. En cierto sentido, no hay mejor manera de mostrar gratitud por todo lo que Dios hace por nosotros que usar Sus regalos como oportunidades para hacer algo bueno por los demás.

En segundo lugar, si bien desde cierta perspectiva, un momento privado de gratitud puede ser todavía más poderoso y aleccionador que un gesto público, la demostración pública tiene una funcion social esencial, sirviendo como un dispositivo de señalización para otras personas. Cuando vemos que otros efectúan actos de gratitud, nos vemos contagiados de forma positiva, y es más probable que actuemos de forma virtuosa. La ofrenda de agradecimiento debía hacerse de forma pública, no sólo para alabar a Dios, lo cual es un propósito válido por sí mismo, sino también para incrementar las virtudes morales entre los participantes.

En los tiempos contemporáneos, al carecer del sacrificio, es importante crear otras oportunidades para demostrar gratitud en público. Al convertir la gratitud en un bien social, podemos crear un espiral de energía positiva que nos ayude a seguir adelante y continuar este círculo virtuoso en servicio a Dios y a otras personas.