Rajel y Lea (Parte 2)

13 min de lectura

Las dos hermanas construyeron las ‘Doce Tribus de Israel’, y cada una influyó positivamente a la otra.

Lo último que vimos es que Rajel estaba aprendiendo una dura lección sobre la naturaleza de la vida como matriarca:

¿Por qué las matriarcas eran estériles? Porque Dios anhela las plegarias y las palabras de los justos. [Dios] dijo: “Ellas son hermosas, son ricas; si les doy hijos, ¿cuándo acudirán a Mí?” (Midrash Tanjumá, Toldot 9).

¡No es fácil ser una matriarca! De las cuatro, Lea parecía ser la única que se salvó de los problemas de infertilidad. Pero también era conocida por involucrar a Dios constantemente en sus necesidades y dificultades. Era la que mejor conocía el poder de la plegaria para cambiar el destino. En lo que respecta a conversaciones y plegarias con Dios, Lea era experta. Esto es lo que tenía para enseñarle a Rajel, su hermana, y también a nosotros, sus descendientes.

Los hijos de Bilá

De cualquier forma, Rajel estaba comenzando a aprender que para recibir algo en la vida, Dios espera que lo pidamos y que perseveremos en nuestros esfuerzos para lograrlo (algo así como: “Dios ayuda a quienes se ayudan a sí mismos”).

Rajel permitió que Yaakov se casara con su sierva y, cuando Bilá concibió y dio a luz a dos hijos, Rajel los consideró una respuesta directa a sus plegarias y esfuerzos. Sin embargo, este regalo tenía un sabor amargo ya que Rajel había sido juzgada (y no tan amada) por Dios:

Y dijo: ‘Dios me ha juzgado, escuchó mi voz y me ha dado un hijo’. Por eso llamó su nombre Dan” (Génesis 30:6).

Dan representaba la batalla de Rajel por hacer introspección, por cambiar y crecer desde una perspectiva de pura “compasión” a una en la cual el “juicio” también desempeñara un rol.

Al niño siguiente lo llamó Naftalí (sogas atadas):

“‘Con obstinaciones porfié a Dios para ser como mi hermana, y también pude’, y llamó su nombre Naftalí(Génesis 30:8).

En otras palabras, Rajel dijo: “Dios ha orquestado estas relaciones complicadas para que yo aprenda y crezca de ellas, particularmente de mi hermana”. Aquí Rajel aprendió de Lea a involucrar a Dios en su vida a través de la plegaria y a esforzarse para alcanzar resultados.

El efecto de Rajel en Lea

Tan pronto como las cosas se veían bien para Lea, y tenía todo lo que podría haber esperado, Dios le envió otra necesidad. ¿Para qué? Para que siguiera pidiendo, rezando y creciendo:

Y Lea vio que dejó de dar a luz, y tomó a su sierva Zilpá y la dio a Yaakov como esposa” (Génesis 30:9).

Después del acto de sacrificio de Rajel, quien permitió que Yaakov se casara con su sierva, Lea se dio cuenta que una mujer no necesita parir hijos para criarlos. Al ver que estaba experimentando infertilidad secundaria (ni siquiera esta matriarca se salvó por completo de la infertilidad), decidió invertir más esfuerzo para construir la comunidad de Israel. Como era de esperar, Zilpá tuvo dos hijos: Gad y Asher, buenos nombres para los buenos eventos que representan:

Lea dijo: ‘¡Ha llegado buena suerte (Gad)!’, y llamó su nombre Gad… y Lea dijo: ‘En mi felicidad (ósher)…’, y llamó su nombre Asher (Génesis 30:11,13).

El episodio de los jazmines

Reuvén salió en los días de la siega del trigo y halló dudaim (jazmines) en el campo, y los trajo a su madre Lea. Entonces Rajel dijo a Lea: ‘Te ruego que me des de los dudaim (jazmines) de tu hijo’. Ella le dijo: ‘¿Te parece poco haber tomado a mi marido, que ahora también quieres tomar los dudaim (jazmines) de mi hijo?’. Entonces Rajel dijo: ‘Por eso, él [Yaakov] dormirá contigo esta noche a cambio de los dudaim (jazmines) de tu hijo’” (Génesis 30:14-16).

Los dudaim parecen ser una especie de planta que, o bien tienen propiedades que favorecen la fertilidad, o bien son conocidos como un afrodisíaco. De cualquier manera, representaron otro intento de Rajel para quedar embarazada. La respuesta de Lea, ‘¿No te alcanza con haberme robado a mi marido?’, pareciera irracional y egoísta. ¿Acaso no fue al revés? ¿No fue Lea la que originalmente se apropió del marido de Rajel? La respuesta de Rajel también es muy extraña: aceptó renunciar a la intimidad física con su marido (que después de todo es un ingrediente clave para la concepción) para obtener esas hierbas. ¿Por qué decidió Rajel vender a Yaakov a cambio de una planta?

La apreciación viene del esfuerzo

Lea, quien se había esforzado mucho para ganarse el amor de Yaakov, invirtiendo toda su atención y energía espiritual en esta relación, sentía que ella también tenía derecho a ser dueña del matrimonio. Cuando le preguntó a Rajel: ¿Te parece poco haber tomado a mi marido, que ahora también quieres tomar los dudaim de mi hijo?”, estaba hablando desde el dolor personal por el hecho de que Rajel era la ‘esposa principal’, la más amada, quien después de todo había sido elegida como el primer amor de Yaakov. “Si ya tienes su amor más que yo”, pensó Lea, “al menos déjame tener la ventaja de tener hijos con él”.

La respuesta de Rajel, ‘él dormirá contigo esta noche a cambio de los dudaim de tu hijo’, muestra que Rajel daba por sentado el amor de Yaakov. En su intento de poner más esfuerzo en su proyecto de concebir, olvidó valorar e invertir en la relación amorosa que tenía con su marido y con Dios. Quizás, como resultado, Rajel tuvo que esperar unos años más mientras observaba el amor de Yaakov por Lea y por los hijos que les nacieron.

Yaakov volvió del campo al atardecer, y Lea salió a su encuentro y dijo: ‘A mí vendrás porque he pagado por ti con los jazmines de mi hijo.

Dios escuchó a Lea y ella concibió y tuvo un quinto hijo… Entonces Lea dijo: ‘Dios me ha dado mi recompensa…’, y Llamó su nombre Isajar” (Génesis 30:16-18).

Lea recibió a Yaakov enérgicamente y conmemoró el evento con el nombre del bebé. Esto pareciera contradecir la modestia natural que es inherente a las mujeres judías, pero los Sabios no lo consideraron así:

Quien sea que invite a su marido para una mitzvá (intimidad marital) amerita tener hijos más rectos que quienes vivieron en la generación de Moshé” (Talmud, Eruvín 100b).

Lea valoraba mucho desarrollar el amor y la cercanía con Yaakov, su marido. Intentaba buscar esa intimidad con lo que sea que estuviera a su disposición, con orgullo y energía y sin vergüenza.

Rajel, si bien ahora sentía una carencia en su relación con Yaakov, la veía como resultado de su incapacidad de concebir y tener un rol directo y personal en la misión de formar la nación de Israel. Lo que daba por sentado era su amor y el interés de él por ella como el soporte principal de su hogar.

Además de los esfuerzos naturales, Lea invertía constantemente esfuerzos espirituales: “Y Dios escuchó a Lea”… debe haber estado rezando de nuevo. Hay mucho que podía ganar Rajel estando junto a Lea.

Pero Lea no había olvidado las virtudes de Rajel que le permitieron recibir todo lo que pidió. Lea también aprendió de ella.

Dina y el cambio en el destino (¡Otra vez!)

Y después dio a luz a una hija y la llamó Diná (juicio)” (Génesis 30:21).

Rashi declara:

Lea se juzgó a sí misma: “Si este feto es varón, mi hermana no será ni siquiera como una de las siervas”. Por lo que rezó para que no lo fuera y el feto fue transformado en mujer.

Aquí, a pesar de que Lea continuaba operando desde una perspectiva de justicia, y no de compasión, se dio cuenta que por altruismo y empatía (que había aprendido de su hermana) no debía tener un séptimo hijo. Lea sabía proféticamente que Yaakov estaba destinado a tener sólo 12 hijos varones y, dado que cada una de las siervas ya tenía dos y Lea seis, sólo quedaban dos para que le nacieran a Rajel. Lea entendió que no estaría bien que Rajel tuviera menos tribus que las siervas.

Lea, una vez más, usó la plegaria para cambiar la realidad. Tal como hizo con su destino predestinado de casarse con Esav, que fue eliminado por medio de sus plegarias y lágrimas, aquí un niño ya formado pasó a ser mujer. Este logro fue gracias a la determinación de Lea de devolverle a Rajel un poco de la bondad que había recibido de ella muchos años antes.

Hijos para Rajel… finalmente

Muchos factores se combinaron para generar este esperado evento:

Dios recordó a Rajel y Dios escuchó sus ruegos y abrió su matriz. Ella concibió y dio a luz un hijo, y dijo: ‘Dios ha quitado mi oprobio’. Y lo llamó Yosef (añadir), diciendo: ‘Que Dios me añada otro hijo’” (Génesis 30:22-24).

Como se esforzó trayendo a otra mujer a su hogar y con los dudaim, Dios oyó su plegaria después de esos dos tipos de esfuerzo” (SfornoGénesis 30:22).

Una vez que Rajel invirtió un gran esfuerzo para concebir, a la par de pedirle continuamente a Dios, entonces, fue recordada.

El Midrash agrega otro factor que contribuyó:

Dado que la recta Lea fue enjuiciada ante Dios, Dios dijo: ‘Así como tú tienes compasión por ella, también la tendré yo’. De inmediato, ‘Dios recordó a Rajel’ (Tanjumá Vaietzé 8).

Una vez que se cerró el círculo de bondad entre las dos hermanas y Lea aprendió a utilizar su fuerza para rezar y su justicia para ayudar a otra persona, Rajel pudo ser recompensada por esa maravillosa bondad que hizo con Lea al compartir con ella las ‘señas’ en el día de su boda. Dios responde con bondad: nos baña en bendiciones cuando nos comportamos con amabilidad y compasión unos con otros. Pareciera que Dios hubiera estado esperando que Lea y Rajel aprendieran de las virtudes de cada una antes de completar la familia que pasaría a ser ‘la casa de Israel’.

Abandonando la casa de Laván

A medida que Yosef crecía, Yaakov se fue dando cuenta de que ya era suficientemente fuerte para volver a casa y enfrentar a Esav, su hermano, con sus esposas e hijos. Después de 20 años de trabajar con Laván, quien trató de estafar a Yaakov cada vez que pudo, sentía que ahora Laván envidiaba sus posesiones y riqueza (por las que había trabajado tan duro) y que era hora de irse. Les pidió a sus esposas que le dieran su opinión.

Rajel y Lea respondieron y le dijeron: ‘¿Acaso tenemos parte y herencia en casa de nuestro padre? ¿Acaso no somos consideradas por él como extrañas puesto que nos vendió y además ha consumido totalmente nuestro dinero?... Ahora haz todo lo que Dios te ha dicho’” (Génesis 31:14-16)

Las matriarcas siguieron las huellas de Sará y Rebeca, alentando a Yaakov a tomar a su familia y dejar todas las fuerzas del mal atrás, erradicando toda mala influencia externa para construir mejor los cimientos de Israel.

 Los ídolos y la muerte de Rajel

Y Rajel robó los ídolos de su padre” (Génesis 31:19).

Yaakov y sus esposas abandonaron a hurtadillas la casa de Laván con todas sus posesiones. Rajel tomó los ídolos de Laván y los ocultó debajo de su silla en el camello. Quizás no quería que Laván los usara para lastimar a Yaakov y su familia, ya que aparentemente tenían ciertas capacidades de predecir el futuro y hacer brujerías (quizás eran muñecas vudú). De todos modos, Laván volvió, vio que Yaakov y su familia se habían ido y que sus ídolos no estaban. Los alcanzó y, lleno de ira, demandó que le devolvieran sus ídolos:

“‘…¿Por qué hurtaste mis dioses?’… Yaakov respondió: ‘…que aquel que se robó tus dioses no viva…’, porque Yaakov no sabía que Rajel los había robado” (Génesis 31:30-32).

Cuando una persona recta afirma que alguien no vivirá, eso constituye una poderosa declaración que tiene repercusiones, incluso si no lo hizo con intención (pareciera que esta desafortunada maldición llevó, sin saberlo, a la muerte de Rajel no mucho después).

Viajaron desde Bet-El y aún quedaba como una legua de tierra para llegar a Efrat cuando Rajel dio a luz, pero tuvo dificultades en su parto. Y mientras se le dificultaba el parto, la partera le dijo: ‘No temas, que este también será tu hijo’. Y cuando su alma salía, pues murió, ella lo llamó Ben Oní (el hijo de mi sufrimiento), y su padre lo llamó Biniamín (el hijo del sur)”.

Rajel murió y fue enterrada en el camino a Efrat, en Bet Léjem, y Yaakov erigió un monumento sobre su tumba; este es el monumento de la sepultura de Rajel hasta hoy” (Génesis 35:16-20).

Biniamín es el único de los 12 hijos de Yaakov que se considera que nació en la Tierra de Israel:

¿Por qué la Presencia de Dios mora en la porción de Biniamín (el Templo estaba construido en su parte de la tierra)? Porque todas las tribus nacieron fuera de Israel y él nació en Israel (Midrash Ialkut Shimoni 1:957).

Este triste final de la vida de Rajel, incluso habiendo alcanzado ella la completitud con el nacimiento de su segundo hijo, la duodécima tribu, se sintió también en aquel primer encuentro entre Yaakov y Rajel. Una premonición lo hizo llorar al besarla:

Yaakov besó a Rajel y alzó su voz y lloró” (Génesis 29:11).

Porque no estaría enterrada con él (Bereshit Rabá 70:12).

Rajel, la fuerza unificadora

Sólo después de muchos años, antes de la muerte de Yaakov en Egipto, es que tenemos un indicio de por qué Yaakov enterró a Rajel ‘en el camino’ en lugar de llevarla a su lugar de entierro en la Cueva de Majpelá en Hebrón, donde estaban enterradas las otras matriarcas y patriarcas. Rajel continuó siendo el primer amor de Yaakov y la base de su familia. Sin embargo, como Yaakov le dijo a su hijo Yosef disculpándose, se le ordenó enterrar a Rajel allí:

“…cuando vine de Padán, Rajel se me murió… y la sepulté allí en el camino a Efrat, que es Bet Léjem” (Génesis 48:7).

Rashi declara:

Yo sé que me guardas resentimiento por no llevarla a la Cueva de Majpelá, pero debes saber que Dios me dijo que la enterrara en el camino, pues Él sabe que en el futuro el Templo será destruido. El pueblo judío será exiliado y pasará junto a la tumba de Rajel, y ella se parará frente a Él y rogará por misericordia para que regresen” (Pesikta Rabati 83).

Rajel seguirá siendo, hasta el final, la madre por excelencia del pueblo judío. A pesar de que Lea tuvo más hijos, vivió más años y fue enterrada eternamente junto a Yaakov, Rajel es quien tiene la capacidad de despertar la misericordia de Dios hacia Sus hijos y ‘doblarle el brazo’ (como hace cualquier otra madre), haciéndolo prometer que eventualmente reunirá al pueblo judío del exilio para traerlos de vuelta a la tierra de Israel:

En ese momento (de la destrucción del Templo y el exilio), nuestra matriarca Rajel saltó ante Dios y dijo: “Amo del universo, es sabido ante Ti que Yaakov me amaba mucho y que trabajó por mí… y cuando llegó el momento de casarme, mi padre decidió poner a mi hermana en mi lugar, y yo no la envidié ni permití que fuera humillada. Si yo, que soy sólo de carne y hueso, polvo y cenizas, no envidié a mi competencia, Tú, que Eres el Rey inmortal y eterno, ¿cómo podrías estar celoso de la idolatría, que no tiene sentido, y exiliar a mis hijos?”. Inmediatamente se despertó la misericordia de Dios y dijo: “Por ti, Rajel, traeré a Israel de vuelta a su lugar” (Midrash Eijá Rabá, introducción).

Gracias a su compasión y benevolencia, Rajel logró “convencer” a Dios para que emulara esos rasgos de personalidad y redimiera en el futuro al pueblo judío. Rajel, la ‘oveja joven’, quien podía ver la necesidad del otro por sobre la propia, pudo remecer el cielo en favor de sus hijos. Dios, entonces, vertió Su bendición de compasión y juró:

"Habrá recompensa por tus acciones, dice el Eterno, y tus hijos volverán a sus fronteras” (Jeremías 31:11).

Rajel y Lea: jésed y guevurá 

En terminología cabalista, las formas en que los rasgos de Dios se expresan en nuestro mundo y en las relaciones humanas se denominan ‘sefirot’.

La combinación de jésed (bondad, apertura y compasión) con guevurá (restricción, fortaleza interna y justicia) produce tiféret, ‘verdad’.

Al mirar a estas dos matriarcas que construyeron la casa de Israel, vemos con claridad cómo Yaakov, el tercer patriarca, fue complementado por sus dos esposas en dos formas diferentes, ya que ellas personificaron jésed y guevurá.

Rajel representó y perfeccionó jésed al extremo. En cierta forma se asemeja a Rivká, quien fue el complemento del rasgo de guevurá (auto restricción y fortaleza) de Itzjak.

Por el otro lado, Lea sobrepasó el cansancio inherente a su nombre y trabajó duro durante toda su vida para alcanzar los objetivos que se propuso: casarse con Yaakov, tener un rol en la construcción de la nación judía y perfeccionar una relación con Dios por medio de la plegaria. Eventualmente, con coraje y fortaleza, se hizo dueña de su destino.

En esto, Lea parece haber seguido las huellas de Sará, quien actuó con fortaleza y determinación, con un ojo agudo por la justicia, en su sociedad con Abraham, el ‘pilar de bondad’.

Ambas mujeres, Rajel y Lea, perfeccionaron sus rasgos únicos, se influenciaron una a otra para desarrollar más síntesis y solidez en su interior, y complementaron a Yaakov, ayudándolo a convertirse en el ‘hombre de la verdad’ supremo y en el padre de las ilustres ‘Doce Tribus de Israel’.

En resumen: las matriarcas hoy en día

Al comienzo de esta serie citamos a Najmánides: “Los eventos de los ancestros son una señal para sus descendientes”. En particular, cuando miramos la vida, las experiencias y la personalidad de las matriarcas, principalmente las mujeres pueden esperar aprender muchas lecciones que nos guíen en la vida presente:

Sará:

De Sará podemos aprender el rasgo de “fortaleza interior”, la capacidad de aceptar los desafíos de la vida con ecuanimidad y con una voluntad para crecer como Dios espera que lo hagamos. Podemos recordar que lo que importa no son nuestros intereses, sino nuestra misión de adaptarnos a las circunstancias de vida en las que nos encontramos.

Sará también es un modelo ejemplar de alguien que asume un rol activo en el cumplimiento de la misión que Dios tiene en mente para la primera pareja judía: esparcir el monoteísmo en el mundo. Formar una sociedad respecto a los objetivos de vida conforma los cimientos de un matrimonio fuerte. Al elegir una pareja (o después de estar casada), asegúrate de tener objetivos de vida en común para proveer una base significativa y sustancial para la travesía conjunta.

Rivká:

De Rivká, nuestra segunda matriarca, podemos aprender el rasgo de dar, de amor incondicional al punto que nos extendemos naturalmente hacia la otra persona tanto espiritual, como emocional y físicamente. Ser un facilitador es una causa noble que podemos apreciar al observar la vida de Rivká.

En ocasiones nos puede molestar estar dando demasiado sin recibir mucho aprecio a cambio, ya sea que damos a nuestros hijos, a nuestra pareja, a nuestros amigos o a la comunidad. Debes entender que eso es lo que hace Dios por nosotros cada día: nos da constantemente vida, el habla, la vista, el oído, la capacidad para caminar y funcionar en todas las formas. No sólo damos esas cosas por sentado, sino que en ocasiones hasta usamos esas habilidades para distanciarnos de Dios, etc. Sin embargo, ¡Dios continúa dándonos la posibilidad de hacerlo! Recuerda esto la próxima vez que sientas que estás dando demasiado y recuerda que estás aprendiendo de Rivká, nuestra matriarca, a emular a Dios, además de ameritar como resultado la posibilidad de dar de manera continua.

Rajel y Lea:

Rajel y Lea nos enseñan más sobre las relaciones interpersonales: cómo trabajar nuestras midot (rasgos personales) al estar en contacto cercano con otras personas. Debemos entender que las personas con las que nos relacionamos a diario están en nuestra vida por una razón. Están aquí para enseñarnos algo, para ayudarnos (quizás mediante desafíos) a desarrollarnos y llegar a ser grandiosos.

Rajel nos muestra el rasgo de compasión, de amar a los demás e interesarnos muchísimo por su bienestar, al punto de no envidiar lo bien que les va. Estamos dispuestos a renunciar a nuestro propio beneficio para evitar causarles un daño a otros. Debes entender que cuando eres compasivo con los demás, Dios responde con lluvias de compasión sobre ti y sobre el mundo. En nuestras plegarias matutinas, decimos durante la Amidá: “Haz recaer paz, bien y bendición… sobre nosotros y sobre todo tu pueblo Israel… bendícenos… como uno, con el resplandor de Tu Rostro…”. Cuando entendemos que somos una familia y no sentimos envidia ni competencia, no sentimos que el éxito de uno es el fracaso del otro, recién entonces podemos pedirle a Dios que haga brillar Su semblante sobre nosotros. De otra forma, Dios puede retener la bendición de una persona porque sabe que hará que otra se ponga celosa. Algo en lo que pensar…

Y Lea, por supuesto, nos enseña el poder de la plegaria. Si no lo lograste la primera vez, reza, reza de nuevo. Involucra a Dios en tu vida. Háblale con frecuencia. Para Dios nada es demasiado mundano ni aburrido. Sólo quiere escucharte. Quiere la relación más que cualquier otra cosa. Puedes cambiar tu destino, incluso generar milagros, al conectarte con la Fuente de toda la existencia con un corazón honesto y abierto. Tienes una “línea directa con el Presidente”. No hay ni muros ni secretarias, no hace falta fijar una cita. Usa la plegaria ahora y te sorprenderás: Dios realmente atenderá el teléfono.

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