Israel
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Dos rabinos de Aish recuerdan a Rav Twersky, quien fue asesinado en el atentado de Jerusalem.
Rav Twersky fue brutalmente asesinado el 18 de noviembre en un ataque terrorista en contra de su sinagoga mientras estaba envuelto en su talit, vestía sus tefilín y estaba inmerso en su plegaria. Su muerte es una terrible pérdida para el pueblo judío.
Rav Twersky descendía directamente de dos dinastías. Por su lado materno era el nieto de Rav Iosef Dov Soloveichik, el fundador de Yeshiva University y miembro de la ilustre familia Soloveichick, cuyas enseñanzas y escritos sobre el Talmud y Maimónides redefinieron la forma en que los judíos analizan sus textos sagrados, llevando cada ley y declaración de nuestros sabios a una profundidad que nadie había llevado antes.
Por su lado paterno, provenía de la famosa dinastía jasídica Twersky, siendo nieto de Rav Meshulam Twersky, el Tolner Rebbe de Boston.
Rav Twersky unió estos dos mundos —el mundo de los eruditos en Talmud con el mundo de la espiritualidad jasídica— de forma armoniosa y sin fisuras. Cuando estudiaba Torá, él tenía toda la amplitud de su conocimiento de Torá en la punta de sus dedos. Durante sus clases, comparaba y contrastaba textos que provenían de una gran variedad de fuentes, muchas veces desde los lugares más recónditos que uno podría imaginar.
Rav Moshé Twersky era un judío de otro mundo. Un ángel entre los hombres. Un paradigma de santidad y pureza, un tzadik en todo el sentido de la palabra. Cuando cumplía mitzvot, lo hacía con fuego, pasión y una tremenda alegría. A pesar de que su gran altura y contextura física, profundos ojos y calmada actitud lo hacían parecer un poco intimidante, cuando servía a Dios se veía como un niño en una tienda de dulces.
Tuve el privilegio de estudiar bajo su tutela cuando tenía 18 años, y fui un huésped en su casa prácticamente todos los viernes por la noche durante tres años mientras estudiaba en Jerusalem. Cuando terminaba la cena y el resto de los invitados se retiraban, yo me quedaba a estudiar con él hasta altas horas de la noche.
Antes de comenzar, me traía un poco de pastel y gaseosa (como si no hubiera quedado completamente saciado con la deliciosa comida de su mujer, la cual es famosa a lo largo de todo Jerusalem), mientras él se sentaba en una esquina para repetir el Shemá con gran concentración, pronunciando meticulosamente cada palabra. Luego volvía, se sacaba la chaqueta —era la única instancia en que lo veía vestido de forma casual— y comenzábamos con nuestra sesión de estudio.
Rav Twersky era brillante. Todos sus estudiantes creían que él sabía todo lo que hay para saber sobre la Torá. También sabía mucho de materias seculares; después de todo era hijo de un profesor de Harvard. Pero cuando estudiábamos me trataba como un par. Me hacía preguntas y aceptaba mis respuestas. Hacía sugerencias y se retractaba si yo no estaba de acuerdo. De él aprendí que incluso cuando le enseñamos a estudiantes que no saben tanto, en nuestro rol de maestros debemos ser vulnerables y honestos, y debemos incluir a los estudiantes en el proceso de aprendizaje.
Cuando terminaba nuestra sesión de estudio, no importa cuán tarde fuera, siempre pasábamos algunos minutos discutiendo sobre algún asunto personal de mi vida. Él me aconsejaba, guiaba y a veces tan sólo escuchaba. Cuando me iba de su casa, por lo general pasada la media noche, a veces pasadas las dos de la mañana, yo caminaba una hora hasta la Ieshivá y digería en el camino toda la inspiración que había recibido; una hora se sentía como quince minutos.
Fueron las experiencias que más me transformaron en la vida.
Que su memoria sea una bendición, que su familia encuentre consuelo y que no sepamos más de tragedias.
Rav Twersky hy''d era lo máximo. Tuve el privilegio de estar en su clase de Torá y de sentarme junto a él por aproximadamente dos años.
Tan sólo elige un área de la vida que sientas que debe ser trabajada o que requiere de más foco; él la vivía. Nuestros Sabios nos enseñan que Dios santifica a quienes están cerca de Él. Rav Twersky estaba muy cerca de Dios. Era un vivo ejemplo de las palabras de Rav Noaj Weinberg zt''l: "Descubre por qué estarías dispuesto a morir, ¡y vive por ello!". Rav Moshé Twersky no sólo murió santificando el nombre de Dios, sino que también vivió santificándolo. Cada día trabajaba para acercarse más a Dios.
Rav Twersky era un verdadero explorador: siempre buscaba cómo mejorarse a sí mismo, pero nunca a expensas de alguien más. Una vez yo estaba en su casa cuando su esposa mencionó que él nunca le pedía a nadie que hiciera alguna cosa por él: a nadie, ni siquiera a su esposa o hijos. ¿Cuán rápido le pedimos a nuestros hijos que nos acerquen el teléfono o las llaves, que nos ayuden a poner la mesa o a sacar las compras del auto?
Rav Twersky nunca le pedía ayuda a nadie, no porque fuera demasiado orgulloso como para pedir ayuda, sino porque no quería ser flojo. Sentía que al pedir algo cuando podía hacerlo él mismo, cedía ante una inclinación negativa hacia la flojera.
Rav Twersky era tremendamente humilde, nunca buscaba recibir ningún honor o reconocimiento. Su asiento en la Ieshivá estaba en la parte posterior del salón de estudios. No necesitaba, ni quería, sentarse en la “cabecera de la mesa”.
Una vez le fui a pedir una bendición, ¡y él insistió en que yo debía darle una bendición a él!
Nada estaba por debajo de su dignidad. Una vez escuché de Rav Mattis Feld que en cierta ocasión fue de visita a la casa de Rav Twersky y pidió si había alguna comida hecha a base de cereales (galletas, torta, etc.) para comer. Rav Twersky se dirigió inmediatamente a la cocina. Al ver que se demoraba en volver, Rav Feld se preguntó si había pasado algo; entonces escuchó sonidos de ollas y sartenes, y Rav Twersky regresó y dijo: "Estoy cocinando un plato de fideos para ti". Nada estaba por debajo de él; si podía ayudar, lo hacía.
Rav Twersky tenía paciencia y tolerancia con todos los estudiantes. Hubo muchas ocasiones en las que me costó mucho trabajo entender algo que estábamos estudiando; pero él nunca hacía sentir tonto a alguien, sino que se tomaba el tiempo para explicar lo que fuera una y otra vez.
Nunca se enojaba. Eso no quiere decir que siempre estaba de acuerdo con todo y todos; expresaba con firmeza su opinión, pero nunca con rabia.
Rav Twersky estaba completamente comprometido con la enseñanza y el estudio de Torá. Si tenía una clase que dar, puedes estar seguro que lo haría. Recuerdo un invierno, en febrero del 2003, cuando hubo una gran tormenta de nieve en Jerusalem. Obviamente no habría clases ese día, ya que ninguno de los rabinos podía llegar a la Ieshivá.
Entonces, en medio de una guerra de bolas de nieve, vimos a Rav Twersky abriéndose paso por entre la nieve en dirección a la Ieshivá, como si fuera un día común y corriente. Para él, era un día común y corriente; la única diferencia era que había tenido que caminar desde su casa en Har Nof, ¡que quedaba a 6 kilómetros de distancia! (El año pasado lo hizo nuevamente, sólo que esta vez la Ieshivá se había mudado a un lugar aún más lejano).
El pasado mes de Elul, a pesar de que estaba sufriendo de una neumonía, allí estaba él, en la Ieshivá, listo para enseñar Torá.
Rav Twersky era muy cuidadoso en su cumplimiento de las mitzvot. No existía hacer algo "a medias". Él había aceptado sobre sí mismo muchas rigurosidades de la ley, pero nunca las imponía sobre otros, ni siquiera sobre sus propios hijos.
Nunca desperdiciaba ni un solo segundo. Estudiaba hasta tarde por la noche y se levantaba temprano por la mañana para estudiar, rezar y luego estudiar un poco más.
Mi padre estuvo en la misma clase que Rav Twersky cuando niño, y me contó que incluso de niño Rav Twersky era extremadamente talentoso y diligente con el estudio de Torá.
Una vez escuché de Rav Iosef Pincus que la razón por la cual decimos un discurso en honor del difunto y relatamos historias de su vida, es para que quizás podamos continuar con su misión de vida. Espero que todos podamos aprender algo de Rav Twersky y no sólo mantener su memoria viva, sino mantener su misión viva: encontrar por qué estarías dispuesto a morir y vivir por ello.
Escrito con la ayuda de Rav Chezky Lang.
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