Rescatando al ladino de las llamas de la historia

28/05/2023

6 min de lectura

Cómo un idioma al borde de la extinción representa la fe y la fortaleza del pueblo judío.

Siendo una niña judía que creció en Nueva York a fines del siglo XX, me parecía que todas las personas equiparaban a los judíos y al judaísmo con tres cosas: beiguels, salmón ahumado e ídish, un idioma que sonaba muy flemático. Las razones para estas asociaciones durante mi infancia y adolescencia indiscutiblemente se veían afectadas por la exposición cultural que proveían los casi 500.000 judíos de Europa Oriental que se habían asentado en el Lower East Side de Manhattan durante los primeros años del siglo XX, buscando refugio de las interminables persecuciones y pogromos que plagaron a sus comunidades durante siglos.

El colosal éxito de la adaptación de la historia de Shalom Alejem sobre el lechero Teive en el musical de Broadway en 1964 y la película de 1971, El violinista en el tejado, hicieron que la sociedad norteamericana conociera más las tradiciones judías ashkenazim.

La madre de mi suegro, Inez Eskenas, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando sirvió como enfermera en el ejército de los Estados Unidos.

Para muchos en Nueva York y en todo el país, los judíos de Europa Oriental, sus costumbres y su idioma singular se convirtieron en sinónimo de TODOS los judíos, a pesar de que había numerosas comunidades judías sefaradíes (cuyos ancestros llegaron de la Península Ibérica y los países árabes). El primer grupo de colonos judíos que llegó a Nueva Ámsterdam (hoy en día Nueva York) en 1654 fueron judíos sefaradíes de Brasil, y la Sinagoga Touro en Rhode Island fue construida en 1763 por los judíos sefaradíes que vivían en el lugar.

Yo nunca pensé demasiado respecto a que los judíos somos un pueblo diverso, ni respecto a que los judíos en mi comunidad tenían ancestros que venían de otros lugares, no de Europa Oriental, hasta que me comprometí y me casé con el amor de mi vida y descubrí que la madre de su padre y su familia no hablaban ni una palabra de ídish.

¿Abuelos judíos que no hablaban ídish? ¿Qué hablaban cuando emigraron a los Estados Unidos si no sabían ídish? (Lamentablemente, descubrí que no soy la primera judía ashkenazí que reacciona de esa manera hacia los judíos de Estados Unidos que no provienen de Europa Oriental. Mi esposo me aseguró que no fui ofensiva al respecto… sólo curiosa).

Ellos hablaban un idioma que yo nunca había escuchado: ladino.

El ladino es un dialecto medieval judeo-español que puede incluir árabe, turco, griego, francés e italiano. Es un idioma hermoso, cuya existencia es la evidencia histórica de un pueblo que se rehusó a abandonar su fe judía y desaparecer en las comunidades que los rodeaban, escogiendo huir de sus respectivos países, abandonar la mayoría de sus bienes y posesiones (sino todas) en vez de dejar de vivir abiertamente como judíos.

La familia de mi suegro es parte de esta orgullosa y trágica historia sobre la que yo, y muchos otros, sabemos tan poco.

Mi suegro con su abuela, Rivka Eskenas en la boda de mis suegros (1970).

Los padres de la madre de mi suegro eran judíos turcos, que emigraron a los Estados Unidos alrededor de 1918. Ellos trazan su árbol genealógico hasta el exilio de Babilonia; encontrando su camino a España, donde vivieron casi 400 años antes de escapar por el Imperio Otomano (actualmente Turquía) en 1490, dos años antes de la expulsión de los judíos de España, porque no estuvieron dispuestos a convertirse al cristianismo. (Por casualidad, la expulsión de los judíos de España tuvo lugar el mismo año en que Colón "descubrió" América). Cuando los abuelos de mi suegro, Iehudá y Rivka Eskenas, emigraron a los Estados Unidos, llevaron consigo prácticas y costumbres religiosas que pueden ser diferentes a las de los judíos de Europa Oriental, incluyendo su distintivo idioma: el ladino.

Sorprendentemente, este idioma que sobrevivió durante más de seis siglos a lo largo de múltiples continentes y países, hoy en día está al borde de la extinción.

Trágicamente, muchas comunidades judías sefaradíes que hablaban ladino desaparecieron en el Holocausto. Además, muchos judíos sefaradíes que se asentaron en Israel reemplazaron el ladino por el hebreo, reduciendo el número de hablantes de ladino. (Esto también ocurrió en varias comunidades ashkenazíes que se asentaron en Israel, que sustituyeron el ídish por hebreo).

Yo sospecho que en muchas familias, como en la de mi suegro, el ladino se convirtió en el idioma "secreto" que los mayores hablaban para que los hijos, o nietos como fue en su caso, no entendieran sus discusiones privadas. Eso era algo habitual en muchas familias de inmigrantes durante la primera mitad del siglo XX en los Estados Unidos. Muchos inmigrantes, tanto judíos como no judíos, querían que sus hijos hablaran "sólo inglés" y "sonaran estadounidenses", por lo que desalentaron el uso y el aprendizaje de los idiomas maternos de sus familias (Los educadores de las escuelas públicas también desalentaban esta práctica, a veces de una forma cruel).

Pero a diferencia de los niños cuyos padres o abuelos provienen de Italia, Alemania o México, decidir de adultos aprender el idioma de sus ancestros no es una tarea sencilla para los judíos con raíces sefaradíes. Por ejemplo, no se puede encontrar una clase de ladino en la universidad local, ni comprar un programa de aprendizaje como Rosetta Stone. El diccionario que pude comprar en internet tiene definiciones de palabras y contiene algunas frases y expresiones "populares", pero no puede enseñarme a conversar en ladino.

A diferencia de su "contraparte", el ídish, el ladino no cuenta con muchos registros y grabaciones del idioma, sus dialectos e historia. Tampoco tiene una representación en la cultura popular general, ya sea películas, música o televisión. (Personalmente, no me molestaría que hubiera menos representaciones -perdón, caricaturas- en la televisión estadounidense de la "cultura" judía ashkenazí, como la comedia "Los Goldberg", pero no me quiero desviar del tema).

Mi esposo, yo y nuestros dos hijos.

Aparentemente, el ladino y todo lo que representa pasó desapercibido en los anuarios de la historia judía estadounidense a comienzos de este siglo. Pero entonces el profesor Devin Naar se unió al cuerpo facultativo de la Universidad de Washington en el año 2011. El Profesor Naar habla ladino y se dedicó a preservar el idioma y la historia colectiva de la comunidad sefaradí de Seattle. Apoyando los esfuerzos de Naar, en el 2013 el profesor David M. Bunis, un experto en ladino reconocido mundialmente, pasó ese año académico en la Universidad de Washington, enseñando a estudiantes interesados cómo leer y escribir en ladino.

Profesor Devin Naar

Hasta la fecha, Naar con la ayuda de otros en la universidad y en la comunidad, ha digitalizado aproximadamente 15.000 páginas de literatura en ladino, lo que se puede ver en la Colección Digital de Estudios Sefaradíes en la Universidad de Washington. En gran parte gracias a los esfuerzos del profesor Naar y de sus colegas, tuvo lugar un maravilloso resurgimiento de interés en el idioma y la historia de los judíos sefaradíes. Mi esposo y yo estamos orgullosos de que nuestros hijos estén entre ellos. (Espero que en un futuro no tan distante, escriban y produzcan un musical sobre los judíos sefaradíes que haga para la comunidad y el idioma ladino lo que El violinista en el tejado hizo para los ashkenazíes y para el ídish. ¿Quizás el brillante y celebrado compositor y escritor Lin-Manuel Miranda estaría interesado?).

Sin embargo, queda mucho trabajo por hacer si queremos preservar el ladino como un idioma hablado, protegiendo una parte vital de nuestra historia judía compartida. La proliferación de clases por Zoom durante la pandemia de COVID ayudó a que pudieran encontrarse los pequeños grupos de entusiastas del ladino. Su determinación por rescatar y preservar el ladino es inspiradora. Tristemente, se estima que los ladino parlantes se han reducido a no más de 130.000 personas en todo el mundo, muchos de ellos ya personas ancianas. A pesar del trabajo de Naar y otros durante la última década, este idioma que atestigua la historia de un pueblo y de comunidades que estuvieron una y otra vez al borde de la extinción, también está en peligro de perderse para siempre.

De la comunidad judía colectiva depende asegurar que esto no ocurra. No debemos nada menos que esto a la memoria del Iehudá y Rivka de cada familia.

Haz clic aquí para comentar sobre este artículo
guest
0 Comments
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.