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La resiliencia y el rendimiento excesivo pueden llevar a un éxito externo, pero no necesariamente a lograr paz interior o a sanar de un trauma.
¿Te diste cuenta que algunos judíos con pasados traumáticos parecen compartimentar sus recuerdos y siguen adelante? Es como si no hubiera un minuto que perder; deben luchar perpetuamente por lograr el amor, el éxito y la resiliencia, incluso en medio de la oscuridad que puede haber cobrado las vidas de sus seres queridos.
Aunque la resiliencia es admirable, a menudo me pregunto si estos individuos dentro de mi familia judía, mi circulo social y mi grupo de pacientes, se toman el tiempo para sanar de su dolor. Como terapeuta de familia, he observado cómo el trauma afecta de forma diferente a cada individuo. En familias plagadas de trauma, siempre parece haber un niño "milagroso" que parece tener todo bajo control y lograr grandes cosas. Si vemos al mundo como una gran familia, el pueblo judío es ese niño "milagroso". El hijo que, a pesar de sus inmensas dificultades, logra contribuir exitosa y significativamente a la sociedad. Sin embargo, cuando estudiamos sobre la conducta humana, es esencial reconocer que el rendimiento excesivo o evitar nuestras emociones negativas también puede ser una respuesta al trauma.
El rendimiento excesivo en muchos casos puede ser un mecanismo inconsciente para enfrentar el trauma. Estos individuos pueden dedicarse de lleno a tareas, logros o responsabilidades como una distracción para evitar enfrentar su doloroso pasado o su angustia emocional. La continua búsqueda de éxito se convierte en un medio a través del cual reprimen su trauma, convirtiendo a sus logros en un escudo que los protege de sus vulnerabilidades. Aunque el rendimiento excesivo puede llevar a un éxito externo, no necesariamente ayuda a lograr paz interior o a sanar de un trauma.
Seguir adelante en la vida y no quedarse revolcándose en el dolor, por cierto tiene sus beneficios, pero también es importante asegurarse de haber resuelto y procesado el dolor.
Navegar el trauma requiere más que simplemente sobrepasar el dolor. Al reconocer a necesidad de sanar y crecer en la actualidad, necesitamos aprender de los mecanismos que usaron nuestros ancestros. Aunque seguir adelante en la vida y no quedarse estancado en el dolor ciertamente tiene sus beneficios, también es importante asegurarse de que se ha resuelto y procesado el dolor, porque el trauma no procesado puede manifestarse de varias maneras perjudiciales.
Esto puede llevar a problemas crónicos de salud y enfermedades mentales, y puede interferir significativamente en la vida diaria y en las relaciones interpersonales. Al abordar y procesar el trauma, los individuos pueden comenzar a sanar y tomar nuevamente el control de sus vidas en vez de estar subyugados a su pasado.
Las nuevas investigaciones de epigenética nos permiten entender cómo el trauma puede ser transmitido a través de las generaciones. Un estudio sobre nietos de sobrevivientes del Holocausto reveló que los horrores experimentados por los sobrevivientes tuvieron un impacto genético en sus descendientes. Estos nietos mostraron una elevada predisposición a padecer trastornos por estrés, lo que implica que el trauma de sus abuelos en cierto sentido fue "heredado". Este estudio es un testimonio de cuán profundamente el trauma no procesado puede afectar no sólo al individuo, sino también a las generaciones posteriores. Esto subraya la importancia de sanar y romper el ciclo de transmisión del trauma por nuestro bien y por el de las futuras generaciones.
No quiero teñir negativamente los éxitos del pueblo judío, ni proclamar que su trauma determina su gran éxito como comunidad. El enfoque en la educación y la familia en las comunidades judías de todo el mundo contribuye considerablemente a su resiliencia. La historia del pueblo judío de enfrentar la adversidad con un espíritu inquebrantable nos provee valiosas lecciones. Sus mecanismos de afrontamiento más fundamentales y útiles son:
Los lazos familiares en la cultura judía tienen una base profunda y sirven como fuente de fortaleza. El amor, aceptación y el apoyo que los miembros de la familia se brindan mutuamente actúa como una protección contra las dificultades de la vida. Sus comunidades son unidas y el apoyo colectivo a quienes pasan momentos difíciles es extraordinario. Las relaciones interpersonales y los lazos sólidos son increíblemente sanadores y también ayuda el hecho de que nuestro sentido de familia no se limita a los parientes sanguíneos, sino que incluye también a otros en la comunidad.
Su creencia en Dios prueba ser una fuente de esperanza y consuelo. Esta fe les da la fuerza para superar, perseverar y encontrar sentido en el sufrimiento. Su impulso a ser una luz representa su compromiso con el positivismo, la compasión y la bondad, incluso ante la adversidad.
Aprendiendo de su resiliencia, podemos adoptar estas prácticas para navegar nuestros momentos difíciles. Es importante priorizar el cuidado personal, ya sea pasando tiempo con seres queridos, buscando apoyo comunitario o apoyándonos en nuestra fe.
Aceptar nuestras emociones es el primer paso para sanar.
Sin embargo, es igualmente crucial aceptar que está bien no ser siempre el faro de luz. Reconocer y aceptar nuestros sentimientos durante los momentos difíciles es una forma de cuidarnos y sanar. Es esencial recordar que está bien sentirnos angustiados, ansiosos o infelices durante los momentos difíciles. Aceptar nuestras emociones es el primer paso para sanar. Esto nos permite procesar nuestros sentimientos en vez de suprimirlos, llevando a un bienestar emocional más sano.
Es hermoso querer avanzar, entender que hay un significado más profundo para nuestro sufrimiento y seguir celebrando la vida. Pero asegúrate que no sea a expensas de ignorar la realidad. Como miembros del pueblo judío, estamos enfrentando desafíos y miedo. Estos pueden ser incluso más intensos si tenemos trauma residual de nuestros ancestros. Nuestra preocupación y ansiedad puede estar en alerta en este momento. Está bien admitir que pasas por un momento difícil. Busca ayuda profesional o apóyate en quienes confías que escucharán tus miedos con un corazón compasivo y dispuestos a expresar empatía.
Notas:
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Es cierto mi madre es una sobreviviente del holocausto, y yo como su hija no viví en un campo de concentración, ni tuve que ocultarme en un sótano, de una persecución, ni de las bombas o lluvia de balas,sin embargo crecí en medio del dolor de sus recuerdos, en ocasiones con llanto, y sufrimiento, cuando se despertaba a media noche, es un sentimiento profundo que sin querer se hereda genéticamente a los nietos aunque ellos desconosen el total de la historia, y por determinadas razones hayan crecido lejos de su abuela materna, los tres son hombres responsables almas generosas sin embargo hay veces que como madre detecto tristeza....