Sabios y santos

06/05/2022

6 min de lectura

Nasó (Números 4:21-7:89 )

Los Sabios debaten si el nazir (cuyas leyes encontramos en la parashá de esta semana) debe o no ser elogiado. Recordemos que el nazir es alguien que voluntariamente, generalmente por un período determinado, acepta una forma especial de santidad. Esto implica que tiene prohibido consumir vino o cualquier derivado de las uvas, cortarse el cabello e impurificarse estando en contacto con un cuerpo muerto.

En esencia, el nazir renuncia al deseo. Por qué alguien podría elegir esto no está claro. Puede ser que deseara protegerse de la embriaguez o curarse del alcoholismo. Puede ser que quisiera experimentar una forma más elevada de santidad. Al tener prohibido estar en contacto con un muerto, incluso con un pariente cercano, en este sentido se encontraba en una posición similar a la del Gran Sacerdote. Convertirse en nazir era una forma en la cual alguien que no era cohen podía adoptar un comportamiento adecuado para los cohanim. Algunos Sabios argumentan que la yuxtaposición del tema del nazir y de la sotá, la mujer de la que se sospecha que cometió adulterio, alude a que había personas que se volvían nazir para protegerse de la inmoralidad sexual. El alcohol suprime las inhibiciones e incrementa el deseo sexual.

De cualquier manera, hay opiniones contradictorias respecto a si era o no bueno convertirse en un nazir. Por un lado la Torá lo considera "sagrado para Dios" (Números 6:8). Por otro lado, al completar su período de abstinencia, se le ordena llevar una ofrenda de pecado (Números 6:13-14). A partir de esto, Rav Eliezer Hakappar Berebi hace la siguiente inferencia:

¿Cuál es el significado de la frase (Números 6:11): "y hará expiación por él, porque pecó con respecto al alma" (a veces traducido como "al entrar en contacto con el muerto")? ¿Contra qué alma pecó? Debemos concluir que esto se refiere a negarse a sí mismo disfrutar del vino. De aquí podemos inferir que si alguien que se niega a sí mismo disfrutar del vino es considerado un pecador, mucho más aquél que se niega el disfrute de otros placeres de la vida. Por lo tanto, aquél que ayuna todo el tiempo es considerado un pecador. (Taanit 11a, Nedarim 10a).

Claramente, Rav Eliezer Hakappar fija una polémica contra el ascetismo en la vida judía. No podemos saber a qué grupos tenía en mente. Muchos de los primeros cristianos eran ascéticos. También lo fueron en algunos sentidos los miembros de la secta Qumran, que llegamos a conocer a través de los Rollos del Mar Muerto. Las personas sagradas de muchas religiones, en su búsqueda de la pureza espiritual eligieron alejarse de este mundo, de sus placeres y tentaciones a través de los ayunos, afligiendo sus cuerpos y viviendo en cuevas, retiros o monasterios.

En la Edad Media hubo judíos que adoptaron prácticas de abstinencia y ascetismo, entre ellos los jasidim ashkenazim, los piadosos del norte de Europa, así como muchos judíos en tierras islámicas. Es difícil no encontrar en estos patrones de comportamiento por lo menos un poco de influencia del medio no judío. Los jasidim ashkenazim que florecieron durante la época de las cruzadas vivieron en medio de cristianos piadosos que se mortificaban a sí mismos. Sus contemporáneos del sur estaban familiarizados con el sufismo, el movimiento místico del islam.

La ambivalencia de los judíos hacia una vida de abstinencia y automortificación puede deberse a la sospecha de que se trata de algo que entró al judaísmo desde el exterior. En los primeros siglos de la era común hubo movimientos tanto en el Occidente (Grecia) como en el Oriente (Irán) que consideraban el mundo físico como un lugar de corrupción y lucha. Eran dualistas, sostenían que el verdadero Dios no era el creador del universo y no podía llegarse a él dentro el universo. El mundo físico era obra de una deidad de menor nivel y malvada. Por lo tanto, la santidad implicaba alejarse del mundo físico, de sus placeres y deseos. Los dos movimientos más conocidos que sostenían esta perspectiva fueron el gnosticismo en Occidente y el maniqueísmo en Oriente. Es decir que por lo menos parte de la evaluación negativa del nazir puede haber surgido del deseo de desalentar a los judíos para que no imitaran las tendencias no judías del cristianismo y del islamismo.

Sin embargo, lo que es destacable es la postura de Maimónides, quien sostiene ambas perspectivas, positiva y negativa. En Hiljot Deot, Las Leyes del Carácter Ético, Maimónides adopta la postura negativa de Rav Eliezer Hakkapar: "Una persona puede decir: 'el deseo, el honor y otras cosas similares son malos caminos a seguir porque sacan a la persona del mundo, por lo tanto yo me alejaré por completo de eso e iré al otro extremo'. Como resultado, esa persona no come carne, no bebe vino, no tiene una esposa, no vive en una casa decente ni viste ropa respetable… Esto es sumamente malo, y está prohibido elegir este camino" (Hiljot Deot 3:1).

Sin embargo, en el mismo libro, el Mishné Torá, él escribió: "Quien hace una promesa a Dios [de volverse un nazir] como una forma de santidad, es correcto y digno de alabanza… De hecho, las Escrituras lo consideran equivalente a un profeta" (Hiljot Nezirut 10:14). ¿Cómo es posible que un autor llegue a adoptar una posición tan contradictoria consigo mismo? Especialmente alguien sumamente lógico, como Maimónides…

La respuesta es profunda. De acuerdo con Maimónides, no hay un modelo de vida virtuosa sino dos. Él las denomina respectivamente el camino del santo (jasid) y del sabio (jajam).

El santo es una persona de extremos. Maimónides define el jésed como un comportamiento extremo. Buen comportamiento, por supuesto, pero una conducta en exceso acorde con lo que exige la justicia estricta (Guía de los perplejos III, 52). Así, por ejemplo, "Si alguien evita la altivez al máximo y se vuelve extremadamente humilde, se lo considera santo (jasid)" (Hiljot Deot 1:5).

El sabio es una clase de persona completamente diferente. Él sigue la "senda dorada", el "camino medio" de la moderación y el equilibrio. Esta persona evita los extremos de la cobardía por un lado y de la imprudencia por el otro, y así adquiere la virtud del coraje. El sabio evita tanto la avaricia como la renuncia a la riqueza, acumular cosas o regalar todo lo que tiene, y así no se vuelve tacaño ni temerario, sino generoso. Reconoce los peligros de demasiado y de demasiado poco, exceso y deficiencia. El sabio sopesa las presiones conflictivas y evita los extremos.

No hay sólo dos clases de personas, sino dos formas de entender la vida moral. ¿Acaso el objetivo de la moralidad es lograr la perfección personal o crear relaciones amables en una sociedad decente, justa y compasiva? La respuesta intuitiva de la mayoría de las personas sería: ambas cosas. Esto es lo que convierte a Maimónides en un pensador tan agudo. Él comprende que no podemos tener ambas cosas, que de hecho son dos empresas diferentes.

Un santo puede dar todo su dinero a los pobres. ¿Pero qué pasa con la familia del santo? Un santo puede negarse a luchar una batalla. ¿Pero qué pasa con los compatriotas del santo? Un santo puede perdonar todos los crímenes que cometan en su contra. ¿Pero qué ocurre con el gobierno de la ley y la justicia? Los santos son personas supremamente virtuosas, considerados como individuos. Pero no se puede construir una sociedad sólo de santos. De hecho, a los santos en verdad no les interesa la sociedad. Ellos eligieron un camino diferente, solitario y de segregación. Ellos buscan la salvación personal antes que la redención colectiva.

Este profundo entendimiento es lo que lleva a la evaluación aparentemente contradictoria que Maimónides tiene del nazir. El nazir eligió, por lo menos durante un período, adoptar una vida de extrema renuncia y ascetismo. Él es un santo, un jasid. Adoptó el camino de la perfección personal. Eso es algo noble, encomiable, un ideal elevado.

Pero no es el camino del sabio, y si buscas una sociedad perfecta, necesitas sabios. La razón por la cual el sabio no es extremista es porque comprende que hay otras personas sobre el escenario. Están los miembros de la propia familia, el resto de las personas de nuestra comunidad, los colegas del trabajo, hay un país que se debe defender y una nación que hay que ayudar a construir. El sabio sabe que es peligroso, incluso moralmente autoindulgente, dejar atrás todos esos compromisos para seguir una vida de virtud solitaria. Porque Dios nos alienta a vivir en este mundo, no a escapar de él; a vivir en sociedad y no en aislamiento, a esforzarnos por crear un equilibrio entre las presiones conflictivas que tenemos y no enfocarnos en algunas y descuidar las demás. Por lo tanto, si bien desde una perspectiva personal el nazir es un santo, desde una perspectiva social es, por lo menos de forma figurada, un "pecador" que tiene que llevar una ofrenda de pecado.

El judaísmo da lugar para que los individuos puedan escaparse de las tentaciones del mundo. El ejemplo supremo es el nazir. Pero esta es una excepción y no la norma. Ser un jajam, un sabio, es tener el coraje de relacionarse con el mundo, a pesar de todos los riesgos espirituales, y ayudar a llevar un fragmento de la presencia Divina al espacio compartido de nuestra vida colectiva.

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