Medio oriente
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Criminalizar al sionismo es negar el derecho del pueblo judío a tener estado propio.
Un seguidor, Pere Segalés, me preguntó si era sionista. Sobra decir que es imposible explicar el complejo conflicto árabe-israelí en el corto espacio de una red social.
Al respecto, y por si alguien quiere ir más allá de los tópicos, les invito a leer “Atrapados en la discordia”, un libro a dos manos con Tomás Alcoverro donde planteamos nuestras diferencias, alejados de prejuicios y mentiras. Tomás y yo vemos de forma distinta el conflicto, pero ninguno cae en la ignorancia supina de quienes opinan sin saber y esparcen sus prejuicios ideológicos sobre los hechos. El lector puede decidir si está más cerca de él o de mí, pero al menos no encontrará la sarta de mentiras que en general se publican sobre esa trágica realidad.
El sionismo fue el movimiento judío —lleno de militantes socialistas— que luchó para que el pueblo judío tuviera un estado, el único amparo internacional que lo podía proteger de las persecuciones, los pogromos y las matanzas. Fue una idea de progreso y de libertad para salvar a un pueblo perseguido, y cualquier ciudadano que luche contra la intolerancia y a favor de la libre determinación de los pueblos debe verlo en esos términos.
Lógicamente ya no tiene un sentido actual, porque la creación del estado de Israel culminó el movimiento, y aún tiene menos sentido que el término se aplique a quien no es judío. Criminalizar al sionismo es tanto como negar el derecho del pueblo judío a tener estado propio. Quizás por ahí van los ataques.
Lo peor es lo segundo, de dónde nace la negatividad del término, que pasó de ser un sinónimo de libertad, a ser usado por las izquierdas como el peor de los insultos. Pues es bonito: nace en 1975, en plena Guerra Fría, con la resolución 3379 de la ONU que equiparó, a petición de los árabes, y con apoyo soviético, al sionismo con el racismo.
Era presidente Kurt Waldheim, de quien después se supo que había sido miembro de la división SA-ReiterCorps del Partido Nazi y coordinador en Salónica del 42 al 43, donde se documentaron múltiples crímenes contra judíos. La resolución fue revocada, pero la maldad de la comparación persistió y ahora la usan los progres de turno, en general tan ignorantes como sectarios.
Yo no soy sionista, pero si hubiera sido una judía europea en plena persecución, habría sido una sionista convencida, como toda persona que ama la libertad.
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