Sin vergüenza

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Una mirada más profunda al significado de la ropa y de la desnudez.

En la parashat Trumá que leímos la semana pasada, Moshé recibió las instrucciones para la construcción del Mishkán y, a través de él, también las recibió toda la nación. Pero había que mantener y atender al Mishkán. ¿Quién cumpliría las tareas sagradas en el Mishkán? ¿Quién haría el trabajo, el servicio a Dios? ¿Quién actuaría como intermediario entre Dios y el pueblo? En la parashat Tetzavé, Aharón y sus hijos son elegidos para este rol majestuoso.

La Torá describe en gran detalle los uniformes especiales que debían usar al realizar sus tareas sagradas, pero este no es un tema simple. La ropa es algo complicado, tiene un propósito dual: a la vez puede identificar el rol o la posición de quien la usa, pero también puede ocultar y oscurecer.

La palabra hebrea para referirse a la ropa que se usan en esta sección alude a esta complejidad.

Y tú, acerca a tu hermano Aharón y a sus hijos junto a él, de entre los hijos de Israel, para que sea cohen para Mí: a Aharón, Nadav y Avihú, Elazar e Itamar, los hijos de Aharón. Harás prendas sagradas (bigdei kódesh) para tu hermano Aharón, para gloria y esplendor (Shemot 28:1,2).

La palabra empleada para ropa es bégued (en el versículo se usa el plural, bigdei). La raíz de esta palabra es la misma que la de la palabra hebrea que significa traición, infidelidad, deslealtad. Esas no son las palabras que desearíamos asociar con el servicio Divino.

Unos pocos versiculos después, la Torá enumera varias prendas, entre ellas el meil, una prenda exterior. Nuevamente esta palabra hebrea comparte la raíz con una idea muy problemática: meilá significa malversación, fraude o sacrilegio. En síntesis, meilá es la antítesis del servicio Divino que los cohanim debían realizar.

Para entender la complejidad de la ropa y clarificar su rol en el Mishkán, un lugar de pureza y perdón, debemos retroceder hasta la primera prenda que existió, e incluso más.

Dios creó una pareja para Adam y se la presentó en el Jardín de Edén. Cuando Adam se encontró por primera vez con su esposa, la Torá nos dice:

Los dos estaban desnudos, el hombre y su esposa, pero no se avergonzaban (lo itbosheshú) (Bereshit 2:25).

Si bien el texto atestigua su desnudez, en cierto sentido no estaban desnudos. La desnudez implica vergüenza, incluso humillación. Por lo tanto hubiera sido más apropiado describirlos simplemente como desvestidos.

Posteriormente, después de comer el fruto del árbol prohibido, Adam y Javá tomaron consciencia de su desnudez y trataron de cubrirse con desesperación:

Luego los ojos de ambos se abrieron y percibieron que estaban desnudos, cosieron hojas de higuera y se hicieron taparrabos (Bereshit 3:7).

Cubrir partes estratégicas de su anatomía con hojas de higuera no es lo mismo que vestir ropa. Podemos imaginar que Adán y Javá se sintieron más vulnerables, más desnudos después de cubrirse con hojas de higuera tras el pecado que lo que se habían sentido cuando estaban completamente desvestidos, antes del pecado.

Habían cometido un crimen, y el castigo no tardó en llegar: después de un breve pero profundo interrogatorio de Dios, y tras intentar negar su responsabilidad, fueron hallados culpables y exiliados del Jardín. Sin embargo, antes de ser expulsados, recibieron un gesto inesperado de bondad y compasión:

Y Hashem, Dios, hizo ropas para Adam y su mujer, y los vistió (vaialbishem). (Bereshit 3:21).

La palabra que describe la ropa diseñada para la pareja caída en desgracia es vaialbishem, similar a la palabra que se usó para describir su desnudez inocente y libre de vergüenza previa al pecado: itbosheshú. Ambas palabras tienen una raíz interrelacionada (b-o-sh y l-b-sh). El mensaje subliminal de vaialbishem apunta a su inocencia inicial, ya que estaban desvestidos, pero no se avergonzaban (lo itbosheshú). Ahora, con Su misericordia, Dios los viste, cubre su vergüenza y les permite quitar la mirada del pecado. Al reemplazar las frágiles hojas de higuera con prendas de cuero resistentes, Dios los recubre en perdón y les devuelve su dignidad. El versículo combina dos Nombres Divinos, Hashem, Dios de la misericordia, y el nombre de Dios como juez.

La transición de estar desnudo a estar vestido no es simplemente tener una vestimenta más apropiada. La vestimenta es una expresión de la voluntad de Dios de perdonar. En el mismo momento en que les dio la sentencia, los envolvió con bondad y amor. Al igual que un padre que debe castigar a un niño porfiado, Dios los cuidó a pesar de lo que hicieron y de lo que se vio forzado a hacer como resultado. Dios los expulsó del Jardín de Edén, pero se aseguró que tuvieran prendas para protegerse.

Esta nueva vestimenta los ayudó a atemperar sus sentimientos de rechazo y abandono. Es un recordatorio tangible de que Dios los cuida, incluso después de su pecado. Con su mal comportamiento crearon la necesidad de esa vestimenta. En un sentido muy real, la vestimenta simboliza la traición, la deslealtad, la transgresión a la confianza que Dios había depositado en ellos, su uso ilegítimo y la apropiación indebida de los tesoros del Jardín. El sacrílego descuido del único mandamiento que Dios les había dado. Por otro lado, la vestimenta, confeccionada con amor por un Dios misericordioso, cubrió su vergüenza y disminuyó su humillación.

Esta es la clave de la ropa de los cohanim y del Mishkán mismo: al permitirnos y alentarnos a construir el Mishkán, Dios nos proveyó un lugar en el que nosotros, llenos de arrogancia y mancillados por el pecado, podemos acercarnos y dirigirnos a Dios, Quien es al mismo tiempo el Dios del Juicio y el Dios de la Misericordia. Las prendas de los cohanim nos recuerdan que Dios nos sigue amando. A pesar de nuestras transgresiones, Él cubre nuestra desnudez y elimina nuestra humillación.

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