Sobre el carácter judío

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Vaiakel-Pekudei (Éxodo 35-40 )

Pekudei a veces es llamada la parashá del rendimiento de cuentas, porque así comienza: con el recuento del dinero y de los materiales donados para el Santuario. Esta es la forma en que la Torá nos enseña la necesidad de que haya transparencia financiera.

Pero por debajo de la superficie un tanto seca se encuentran dos historias extraordinarias, una relatada en la parashá de esta semana y la otra en la de la semana previa, que nos enseñan algo profundo sobre la naturaleza judía que sigue siendo verdad hasta el día de hoy.

Lo primero tiene que ver con el Santuario mismo. Dios le dijo a Moshé que le pidiera contribuciones al pueblo. Algunos llevaron oro, otros plata y otros cobre. Algunos donaron lana, lino o cueros de animales. Otros contribuyeron madera de acacia, aceite, especies o incienso. Algunos donaron piedras preciosas para el peto del Gran Sacerdote. Lo que fue remarcable fue la disposición con la que llevaron sus donativos:

Ellos continuaron trayendo más contribuciones cada mañana. Vinieron todos los sabios que hacían toda la labor del Santuario, cada varón según la obra que hacía, y hablaron a Moshé, diciendo: "El pueblo está trayendo más que lo suficiente para la tarea que Dios ordenó hacer".

Entonces Moshé ordenó que pregonaran por todo el campamento: "Que tanto varón como mujer no haga más labor para la contribución al Santuario". Y el pueblo se abstuvo de traer. Y la labor les había sido suficiente para todo el trabajo y para que sobrara. (Éxodo 36:3-7)

Ellos llevaron demasiadas cosas. Moshé tuvo que pedirles que dejaran de llevar donaciones. Estos no son los israelitas tal como estamos acostumbrados a verlos, quejándose, peleando, desagradecidos. Este es un pueblo que anhela dar.

Una parashá antes leímos una historia muy diferente. El pueblo estaba ansioso, Moshé se demoró demasiado tiempo en la montaña. ¿Acaso seguía vivo? ¿Había sufrido algún accidente? De ser así, ¿cómo recibirían la palabra Divina informándoles qué hacer y a dónde ir? Por eso exigieron un becerro, en esencia un oráculo, un objeto a través del cual pudieran escuchar las instrucciones Divinas.

Aharón, de acuerdo con la explicación favorita, comprendió que no podría detener al pueblo negándose directamente a su pedido, por lo que adoptó una maniobra evasiva. Hizo algo con la intención de que se movieran más lentamente, confiando en que si lograba demorarlos, Moshé tendría tiempo para regresar. Por eso les dijo:

Aharón les dijo: "Despréndanse de los zarcillos de oro que están en las orejas de sus mujeres, de sus hijos y de sus hijas, y tráiganmelos". (Éxodo 32:2)

De acuerdo con el Midrash, él pensó que eso crearía discusiones dentro de las familias y el proyecto se vería postergado. Sin embargo, inmediatamente a continuación, sin ninguna pausa, leemos:

Entonces todo el pueblo se desprendió de los zarcillos de oro que tenían en sus orejas y los llevaron a Aharón. (Éxodo 32:3)

Nuevamente la misma generosidad. Sin embargo, estos dos proyectos no podrían ser más diferentes. Uno, el Tabernáculo era sagrado El otro, el becerro, estaba cerca de ser un ídolo. Construir el Tabernáculo era una mitzvá suprema; construir el becerro fue un terrible pecado. Pero su respuesta fue la misma en ambos casos. De aquí este comentario de los Sabios:

Uno no puede entender la naturaleza de este pueblo. Si se les pide contribuir para un becerro, donan. Si se les pide contribuir para el Tabernáculo, donan. (Ierushalmi, Shekalim, 1:45)

El factor común fue la generosidad. Puede ser que no siempre los judíos tomen las decisiones correctas respecto a para qué contribuyen, pero ellos contribuyen.

En el siglo XII, Moshé Maimónides interrumpió dos veces su calma prosa legal en su código jurídico, el Mishné Torá, para resaltar el mismo punto. Al hablar sobre la tzedaká, dijo:

"Nunca hemos visto ni escuchado de una comunidad judía que no sostenga un fondo de caridad". (Leyes de regalos a los pobres, 9:3)

Siempre fue inconcebible la idea de que pudiera existir una comunidad judía sin una red de apoyo comunitario. Más adelante, en el mimo libro, Maimónides afirma:

Estamos obligados a ser más escrupulosos en el cumplimiento del mandamiento de tzedaká que en cualquier otro mandamiento positivo, porque la tzedaká es una señal de la rectitud de la persona, que es un descendiente de nuestro padre Abraham, como está escrito: "Porque lo conozco y sé que les ordenará a sus hijos… hacer tzedaká…"

Si alguien es cruel y no muestra misericordia, hay suficientes razones para sospechar de su linaje, porque la crueldad sólo se encuentra entre las otras naciones…

Quien se niega a dar caridad es llamado Belial, el mismo término que se aplica a un idólatra. [Leyes de los regalos a los pobres, 10:1-3].

Aquí Maimónides no sólo nos dice que los judíos dan caridad. Nos dice que existe una predisposición a la caridad inscripta en los genes judíos, parte de nuestro ADN. Esta es una de las señales de ser un hijo de Abraham, tanto que si alguien no da caridad eso constituye una razón para sospechar de su linaje. Tanto si esto se debe a la naturaleza, a la educación o a ambas cosas, ser judío implica dar.

En la geografía de la tierra de Israel hay un detalle fascinante. Israel cuenta con dos mares: el mar de la Galilea y el Mar Muerto. El Mar de la Galilea está repleto de vida. El Mar Muerto, como lo indica su nombre, no tiene vida. Sin embargo, ambos reciben aguas del mismo río, el Iardén. La diferencia es que el Mar de la Galilea recibe agua y da agua. El Mar Muerto recibe agua, pero no da. Tanto en la geografía como en la psicología judía, recibir y no dar simplemente no es vida.

Así fue en la época de Moshé y también en la actualidad. Virtualmente en todo país donde viven judíos, sus donativos para caridad superan sin proporciones su número. Para el judaísmo, vivir es dar.

Shabat Shalom

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