Terroristas y sus víctimas en el mismo hospital

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Las tensiones de la calle se trasladan al Centro Médico Hadassah, en donde judíos y árabes reciben la misma atención.

Mientras una ola de violencia sacude Jerusalem, a menudo víctimas y victimarios se sorprenden al verse reunidos en camas contiguas en la sala de emergencias más grande de la ciudad.

El Centro Médico Hadassah se enorgullece en dejar la política afuera de sus puertas y tratar a los atacantes palestinos y a las víctimas judías por igual. Pero las tensiones de la calle se filtran cada vez más a través de las paredes estériles del hospital, y los familiares de los pacientes pelean y discuten en los pasillos haciendo que los heridos experimenten aún más trauma.

El Complejo Médico de Hadassah en Ein Kerem se considera un modelo poco común de convivencia en una Jerusalem profundamente dividida, con un equipo médico mixto judío-árabe trabajando en conjunto para tratar a los heridos y enfermos de la ciudad.

Los ataques terroristas no son nada nuevo. Más de veinte miembros del personal del hospital murieron o perdieron familiares cercanos durante el levantamiento palestino de la última década. Los profesionales ya están acostumbrados a separar sus propios sentimientos de su trabajo para atender así a los que están del otro lado del conflicto que ya lleva décadas en la región.

Daniel Weiss, Jefe de la Sala de Cirugía A, dice que es “irrelevante” si está operando a una víctima o a un atacante herido.

“Llegan pacientes de todos los tipos. No importa quiénes sean. Los tratamos a todos por igual”, dijo. “Es surrealista, pero así funciona. Judíos y árabes vivimos entremezclados, los unos compramos en las tiendas de los otros, trabajamos juntos en las mismas empresas y así también, yacemos en los hospitales juntos”.

Es un sentimiento compartido por Ahmed Eid, jefe de cirugía en el Hospital Hadassah del Monte Scopus. El lunes, Eid, un árabe israelí, operó y salvó la vida de un niño judío de 13 años que fue apuñalado en el barrio de Pisgat Zeev en Jerusalem del este y llegó al hospital apenas con un leve pulso después de perder gran cantidad de sangre.

“Esta es la situación y se ha transformado en algo rutinario para nosotros”, dijo. “Lo que sucede en el país también nos afecta, pero no influye en nuestra práctica médica. Hadassah es un lugar muy especial”.

Los pasillos de los hospitales están llenos de mujeres con vestimentas tradicionales musulmanas y pañuelos en la cabeza caminando junto a judíos ultraortodoxos y pacientes con kipot. Pero la noción de que los árabes y los judíos son tan inseparables dentro del hospital como afuera no le agrada a todo el mundo.

Odel Bennett ha estado hospitalizada en Hadassah desde que un atacante palestino asesinó a su marido Aharón, la hirió gravemente a ella, e hirió levemente a su hijo Natan de dos años de edad el 3 de octubre de 2015. El atacante asesinó también a otro hombre israelí antes de ser abatido a tiros por la policía.

Bennett de 22 años de edad, recuerda cómo los comerciantes árabes locales se burlaron de sus súplicas por ayuda, se rieron de ella y le dijeron que se “muriera” mientras un cuchillo todavía estaba clavado en su cuerpo.

“Es muy, muy difícil, tener a una víctima al lado de alguien que intentó cometer un asesinato”.

Cuando Bennett se enteró que una mujer palestina que apuñaló a un israelí en la Ciudad Vieja unos cuantos días después estaba siendo tratada sólo a cuatro puertas de su cuarto, ella comenzó a temblar y a experimentar un ataque de ansiedad.

“Es muy, muy difícil, tener a una víctima al lado de alguien que intentó cometer un asesinato”, dijo desde su cama de hospital, donde todavía se está recuperando de 11 heridas de arma blanca. “Entiendo que el hospital tiene que atenderlos. Pero no sé por qué no los tratan en las cárceles. Esa es la realidad”.

Su madre, Miriam Gal, fue menos diplomática. Indignada de que la familia de la joven terrorista paseara por los pasillos libremente y de que uno de sus parientes se peleara con un oficial de policía en el hospital, ella exigió que la atacante palestina de 18 años que sufría heridas de bala, fuera trasladada a un ala diferente. El hospital en última instancia estuvo de acuerdo y la trasladó a un área separada. Cuando estuvo lista para ser dada de alta, el hospital la entregó en manos de la policía.

“Somos una familia que ha sido azotada por el terrorismo, aún estamos adoloridos, desconsolados y afligidos”, dijo Gal temblando. “Es repugnante e indignante. Ella ni siquiera tiene derecho a vivir, y luego, de pronto, te la encuentras aquí”.

Dado que es el centro más importante de trauma de la región de Jerusalem, Hadassah suele ser la primera parada para ambas partes después de los ataques terroristas. Las víctimas y los atacantes heridos —a menudo con heridas de bala por disparos de la policía o de transeúntes armados—, continuaron presentándose la semana pasada en medio de otro brote de violencia.

Dvora Kirshenbaum, una enfermera de la sala de emergencias, dice que en algunas ocasiones la víctima y el terrorista yacen, literalmente, uno junto al otro. “Nos desconectamos y atendemos a la persona que necesita atención profesionalmente, sin tomar en cuenta las consideraciones emocionales. Cada uno tiene sus creencias y opiniones fuera del hospital”, dijo. “Esta es la profesión que elegimos”.

Afuera de la sala de emergencias, entre las familias que esperan tensamente por noticias acerca de sus seres queridos, la situación no es tan simple. Hace unos días, una mujer palestina de 31 años fue trasladada en estado crítico después de que ella misma resultó herida e hirió también a un policía cuando detonó un artefacto explosivo en su vehículo cerca de Maalé Adumim.

La agencia de seguridad Shin Bet dijo que ella gritó “Alá es grande” antes de detonar el explosivo en su vehículo y que luego se encontraron cartas escritas a mano en donde ella elogiaba a los “mártires” palestinos. Su familia niega los cargos.

“El conflicto ingresa al hospital, pero no dejamos que supere la ética del hospital”.

Su cuñado, Walid Zreina, de 49 años, dijo a la Associated Press el lunes que la explosión fue un accidente y que su cuñada era inocente. “Somos una familia respetable que no se involucra en temas políticos”, dijo.

Justo en ese momento, una mujer israelí interrumpió furiosamente.

“¿¡Acaso todos los terroristas vienen de buenos hogares!?”, preguntó Linor Levy de 29 años, señalando con el dedo a Zreina. “¡Ustedes les enseñan a sus hijos a asesinar!”.

Zreina se encogió de hombros y protestó cuando la mujer continuó reprendiéndolo por cinco minutos antes de que el personal de seguridad entrara en escena y escoltara al equipo de la AP fuera del edificio.

Más tarde, Levy explicó su frustración. “Mi padre está allí y en vez de atenderlo a él, ellos están tratando a los terroristas”, dijo. “Estas personas quieren dañarnos y nosotros les brindamos atención médica. ¿Acaso ellos nos tratarían a nosotros si estuviéramos en su situación? Somos demasiado misericordiosos”.

La vocera del hospital, Barbara Sofer, dijo que a pesar de los enfrentamientos, Hadassah mantiene un principio fundamental que lo ha transformado en un establecimiento único en la región. “Este es un oasis de paz y cordura. Nosotros estamos en la etapa post-conflicto”, dijo. “El conflicto ingresa al hospital, pero no dejamos que supere la ética del hospital”.

Este artículo apareció originalmente en Israelhayom.com

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