Todos somos judíos

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Un sargento estadounidense arriesgó su vida en la Segunda Guerra Mundial al ordenarle a 1.000 prisioneros de guerra que se hicieran pasar por judíos.

Los soldados judíos de Estados Unidos que pelearon contra las tropas nazis durante la Segunda Guerra Mundial enfrentaban un peligro aún mayor que sus camaradas no judíos. Si caían en manos enemigas, no eran tratados como prisioneros de guerra comunes y corrientes, con los respectivos derechos que otorga la Convención de Ginebra, sino que eran tratados de la misma forma que el resto de los judíos: eran asesinados o enviados a campos de labores forzadas, donde tenían una ínfima posibilidad de sobrevivir. El ejército estadounidense incluso advirtió a los soldados judíos que destruyesen sus placas y documentos de identificación si eran capturados por las fuerzas nazis.

Un grupo de cerca de mil soldados estadounidenses fueron capturados a principios de 1945 en la Batalla de las Ardenas, y fueron transportados al campo de prisioneros de guerra Stalag IXA, ubicado cerca de Ziegenhain, Alemania. Una de las primeras órdenes que recibieron fue separar a los soldados judíos y entregarlos a los captores nazis.

El comandante del campo nazi, el Mayor Siegmann, dio la orden en inglés al soldado de más alto rango del grupo. Se trataba del Sargento Mayor Roddie Edmonds, un joven de 24 años proveniente de Knoxville, Tennessee. Recordado por sus compañeros como un caballeroso y modesto soldado, el Sargento Edmonds podría haber parecido un candidato poco probable para un acto de heroísmo como el que estaba a punto de realizar.

De acuerdo a su hijo, el Rev. Chris Edmonds —quien ha pasado años hablando con testigos y recopilando información sobre lo que ocurrió aquel día (27 de enero de 1945)— en lugar de ordenarle a las tropas judías que se entregaran, el Sargento Edmonds se dirigió a sus hombres y les dijo: “No vamos a hacer eso; todos estamos juntos en esto”.

“¡No pueden ser todos judíos!”, dijo el comandante nazi. Pero el sargento Edmonds respondió: “Todos somos judíos”.

El Sargento Edmonds le ordenó a todos los soldados estadounidenses del campamento de prisioneros de guerra que se alinearan frente a la barraca, y él mismo se paró al frente de la alineación. Lester Tanner, un soldado judío que sirvió junto al Sgto. Edmonds, recordó posteriormente la escena: “Estimo que habían más de 1.000 soldados americanos parados en formación frente a las barracas, y el Sargento Roddie Edmonds estaba parado al frente de todos, con varios oficiales detrás de él, entre los cuales estaba yo”.

El Mayor Siegmann caminó dando grandes zancadas en dirección al Sgto. Edmonds. “¡No pueden ser todos judíos!”, exclamó.

El Sgto. Edmonds respondió: “Todos somos judíos”.

Encolerizado, Siegmann sacó su pistola y amenazó al Sgto. Edmonds. No obstante, a pesar de enfrentarse a una inminente muerte, Edmonds se rehusó a retractarse y traicionar a los judíos que estaban bajo su mando.

“De acuerdo a la Convención de Ginebra, sólo tenemos que dar nuestro nombre, rango y número serial”, respondió el Sgto. Edmonds y recitó esos datos. “Si me dispara, tendrá que dispararnos a todos, y cuando termine la guerra, usted será juzgado por crímenes de guerra”.

Paul Stern, un prisionero de guerra judío que estaba ahí cerca, recuerda aquellas emocionantes palabras que le salvaron la vida. “A pesar de que han pasado 70 años, aún puedo oír esas palabras que (el Sgto. Edmonds) le dijo al comandante nazi”.

Luego de un momento, el comandante dio media vuelta y se fue.

El hijo del Sgto. Roddie Edmonds estima que el actuar de su padre salvó las vidas de más de 200 soldados estadounidenses en el campo de prisioneros de guerra.

Después de la guerra, Roddie Edmonds nunca mencionó su heroísmo de aquel día, y tampoco lo que hizo más adelante en la guerra cuando, según relata su hijo, volvió a decirle a los soldados estadounidenses del campo de prisioneros de guerra que se resistieran a las órdenes nazis y que no se embarcaran en una marcha de la muerte, ya que las tropas aliadas estaban cerca. Fue sólo después de que murió en 1985, a la edad de 64 años, que sus hijos comenzaron a revelar lentamente las destacables acciones de su padre durante la guerra.

Cuando la hija de Roddie Edmonds decidió hacer un video sobre su difunto padre para un proyecto de la secundaria, su madre le mostró los diarios que tenía de Stalag IXA. Estos contenían algunas reflexiones sobre la vida diaria en el campo de prisioneros de guerra, pero principalmente contenían los nombres y direcciones de las tropas bajo su mandado, los cuales había registrado cuidadosamente.

El hijo de Edmonds, Chris, dice que se sorprendió de gran manera por lo que leyó y se quedó despierto esa noche buscando aquellos nombres en Internet. El primer artículo que leyó le dio una primera pista sobre que su padre era un héroe de guerra. Al buscar el nombre de Lester Tanner, el soldado que se paró junto a Roddie Edmonds en la alineación, encontró un antiguo artículo sobre Tanner, quien ahora era un prominente abogado de Nueva York, en el cual decía que éste le había vendido su casa a Richard Nixon. El artículo contenía un interesante apartado: Tanner mencionaba que un sargento estadounidense, Roddie Edmonds, había salvado su vida y la de otros soldados judeo-americanos durante la Segunda Guerra Mundial.

Chris contactó a Tanner y a otros testigos, y lentamente reunió las piezas de la heroica historia de guerra de su padre. Gracias a su trabajo, el 2 de diciembre del 2015, el Sargento Roddie Edmonds fue honrado por el Estado de Israel como un “Justo entre las naciones”, siendo el primer soldado estadounidense en obtener este reconocimiento.

Chris Edmonds bromea diciendo que su padre “debe haber tenido una capa de superhéroe en su armario”, pero la dedicación de Roddie Edmonds a sus hombres parece haber sido parte de profundos valores.

Avner Shalev, director de Yad Vashem, señala que el Sgto. Edmonds “parecía un soldado estadounidense común y corriente, pero tenía un extraordinario sentido de responsabilidad y dedicación con el resto de los seres humanos”. Su hijo concuerda con esto: “Mi padre siempre tuvo un fuerte sentido del deber, de responsabilidad con los demás, sin importar de quién se tratara. Era un hombre de mucha fe y poseía un inquebrantable código moral y conjunto de valores a los que se aferraba completamente”.

Ese código moral le dio al Sgto. Edmonds la fuerza necesaria para enfrentar la muerte y arriesgar su vida para salvar a otros. Y en aquella helada mañana de enero de 1945, le dio también el coraje necesario para enfrentar a un comandante nazi que tenía “la vida y muerte en sus manos” y declarar: “Todos somos judíos”.

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