Tojajá y Teshuvá

7 min de lectura

Todos enfrentamos una elección personal que tiene repercusiones globales.

Lectura requerida: Deuteronomio, capítulos 28-29

Todos enfrentamos una elección personal que tiene repercusiones globales: ¿Seremos parte del esfuerzo constante para acercar al mundo a la perfección ética y moral mediante la conexión con Dios en la vida diaria, o viviremos una vida sin un sentido profundo, desconectados de lo eterno?

Como nación, el pueblo judío enfrenta la misma elección. ¿Seremos una luz para las naciones, o seremos una nación como cualquier otra, sin una conexión singular con Dios y con la historia?

Y, ¿qué hace la nación a la cual se le dio la misión de ser una luz para las naciones cuando no cumple su propósito, sino ignorar la dimensión eterna de este mundo?

La última parte de Deuteronomio es bastante aterradora. Desde el capítulo 28 en adelante, hay descripciones de las aflicciones que afectarán a los judíos si se desvían de su conexión con Dios: “Devorarás el fruto de tu vientre, la carne de tus hijos e hijas que Dios te haya concedido, en el asedio y el tormento con los que tu enemigo te atormente” (Deuteronomio 28:53), y el apocalíptico “Azufre y sal quemarán toda la tierra” (Deuteronomio 29:22).

¿Por qué la Torá finaliza de esta manera? ¿Cuál es el objetivo de estas aterradoras profecías?

Deuteronomio es el testamento y última voluntad de Moshé para el pueblo judío. La primera parte del libro repasa las leyes que aprendieron durante los últimos 40 años en el desierto. En la segunda parte Moshé profetiza sobre el futuro de la nación. Sin embargo, como los humanos tenemos libre albedrío, la historia no puede predecirse con precisión. En cambio, Moshé le dice a los judíos las opciones que tienen ante sí: Si la conexión con Dios permanece fuerte, eso los guiará y los fortalecerá para que afecten a todo el mundo para bien. Pero de lo contrario, los resultados serán catastróficos. (De todas formas al final el pueblo judío se reconectará a Dios). En su monólogo final, Moshé intenta guiarnos para que elijamos el camino correcto a lo largo de la historia.

Esas partes de la Torá se conocen como la tojajá. Tojajá normalmente se traduce como "reproche", pero su significado verdadero es "brindar pruebas". El objetivo de la tojajá es ser un paso previo a la teshuvá, el regreso a Dios y a uno mismo. Para que una persona pueda retornar, primero debe reconocer que estaba perdida. Pero los seres humanos tienen una propensión a negar sus fallas, por lo que la tojajá es como sostener un espejo que prueba irrefutablemente lo que uno es. Y en realidad ese es el único reproche que es efectivo.

Este es el mensaje de la última parte de la Torá: los desafíos y las consecuencias de las elecciones, además de la siempre presente oportunidad de alcanzar la perfección tanto personal como universal.

Nos enfocaremos en algunos aspectos del proceso recién descrito:

  1. ¿Cuál considera la Torá que es la causa de la decadencia de la humanidad?

  2. ¿Cuál es la manera adecuada de estudiar esta sección de la Torá sin deprimirse por las profecías aterradoras?

  3. ¿Cómo funciona la teshuvá?

La causa

En Deuteronomio 28:47 la Torá parece identificar la razón central de todos esos castigos: “Porque no serviste a Dios con alegría y un buen corazón cuando todo era abundante”.

Este reproche parece ser demasiado duro. Después de todo, el versículo no dice que transgredieron las mitzvot. Nos dice que sí sirvieron a Dios, pero que incluso cuando Dios proveyó bondad abundante no se alegraron en su servicio Divino. ¿Por qué eso es un problema? Si cumplo con mis obligaciones básicas, ¿qué diferencia hace en qué estoy pensando? ¿Cómo puede ser que cumplir con todas las leyes de como resultado un amargo exilio?

Rav Simja Bunim de Peshisja (cuyo nombre, Simja, significa felicidad), explica la profundidad de este versículo (1). La Torá está tratando de llegar a la raíz de la enfermedad. ¿Por qué los judíos rechazarían la Torá? Por una falta de vitalidad en la conexión. Una persona siente alegría cuando sus acciones se conectan con su esencia. Esto provoca que esas actividades sean realizadas de forma completa y correcta. Pero cuando falta alegría, las acciones se vuelven descuidadas. Por lo tanto, la Torá dice que es fundamental tener alegría en el servicio Divino. De lo contrario la falta de alegría y su subproducto —la observancia sin entusiasmo— provocarán que sea necesario recibir consecuencias correctivas.

Ahora bien, desde el punto de vista práctico, ¿cómo podemos sentir alegría al servir a Dios? El Séfer HaJinuj (2), señala que muchas de las mitzvot reflejan el comportamiento humano natural. Por ejemplo, hay un mandamiento de casarse y tener hijos. Esto es algo que por lo general las personas desean y hacen por sí mismas. De forma similar, Shabat canaliza nuestra necesidad natural de una recarga física, y la mitzvá de jésed (ser bondadoso) también es un instinto natural.

Al reforzar las partes naturales de la vida de la persona y hacer que sea una mitzvá, Dios nos permite servirle naturalmente con alegría. La idea es que a medida que la vida se vuelve satisfactoria, todo el servicio a Dios se llevará a cabo con alegría.

Responsabilidad mutua

Hay otro versículo en esta sección que parece ser crucial para entender la historia judía. Deuteronomio 29:9 describe la responsabilidad mutua que tiene un judío con otro. No basta con decir: “Yo estoy bien, y lo que pase fuera de mi casa, comunidad, etc., no es problema”. En el Monte Sinaí los judíos asumieron responsabilidad mutua los unos por los otros. Estuvimos dispuestos a unir nuestro destino no como individuos, sino como nación (3).

Hay una plegaria cabalística especial para antes de ponerse los tefilín que dice: “Estoy cumpliendo esta mitzvá para mí mismo y para todos los judíos”. Ninguna persona puede cumplir todas las mitzvot. Algunas son para mujeres y otras para hombres. Un erudito de Torá puede estudiar, pero un granjero es quien separará diezmos. Hay mitzvot que sólo puede hacer un cohén, y mitzvot que no queremos hacer, como las leyes de duelo. Sin embargo, la Torá es la suma de todas las acciones del pueblo judío. De esta forma mis acciones se suman a las del resto de la nación para crear una Torá completa.

Al igual que en cualquier organización para alcanzar el bien común se requiere interacción y trabajo en equipo, lo mismo ocurre con el pueblo judío. Por eso es que, en los momentos de crisis nacional, los más grandes eruditos de Torá son considerados más responsables, por su obligación hacia la comunidad (4).

Este sentido de responsabilidad mutua fue el secreto judío a través del largo exilio: si bien estamos esparcidos por todo el mundo, permanecemos juntos como una nación.

Por ejemplo, observa a la comunidad etíope. Un grupo con costumbres judías muy diferentes decidió que había llegado el momento de unirse a la tierra judía y hacer aliá. Todo el mundo judío se unió para posibilitarlo. Este sentido de destino compartido es lo que ha mantenido unido al pueblo judío durante la historia.

Amor correctivo

El objetivo del castigo no es lastimar, sino guiar y dirigir. De acuerdo con el pensamiento judío, el castigo no sólo es acorde al crimen, sino que además da una enseñanza sobre este. A partir del castigo mismo debemos entender los factores que causaron las malas acciones y, más importante aún, lo que debemos hacer para corregir los problemas.

En Deuteronomio 29:9, Moshé le dice al pueblo judío que a pesar de que durante los últimos 40 años cometieron terribles errores (rechazar a Dios con el Becerro de Oro, muchas quejas y aceptar el reporte negativo de los espías sobre la Tierra de Israel), “continúan erguidos aquí, listos para entrar a la Tierra”. A pesar de todo lo ocurrido, recibimos un mensaje muy poderoso y alentador.

Luego, al final de esta sección (30:2), se nos dice: “Y volverán a su Dios”. El objetivo de las expulsiones y el exilio es reconectar al pueblo judío con Dios. Todo el reproche emana del amor, no de un deseo de venganza. La teshuvá es el gran final del proceso. Este es el mensaje final de la Torá.

Esta misma idea se encuentra en el que probablemente es el libro más pesimista de la Biblia: Eijá (Lamentaciones). Este libro fue escrito por el profeta Jeremías durante la destrucción del Primer Templo, y hoy se lee en la sinagoga en Tishá Beav, el día nacional de duelo judío. Eijá se lee sentado en el piso, con un tono de lamento y las luces atenuadas (5). Sin embargo, su final es triunfante y toda la comunidad lo lee en voz alta: “Dios, haznos regresar a Ti y volveremos. Renueva nuestros días de antaño”. Este es el final del exilio. Lo que pedimos no es gloria ni riqueza, sino la redención y volver a estar cerca de Dios.

Al internalizar lo que hemos perdido, podemos articular lo que realmente deseamos. Este es el método de las consecuencias, el cual nos permite aprender la enseñanza que Dios nos está dando.

Traer al Mesías

Es interesante que aquí no sea mencionado el Mesías. ¿Acaso uno no esperaría que la escena profética final de la historia judía, después del exilio y el sufrimiento, incluyera al Mesías?

La respuesta a esta pregunta se relaciona con que el Mesías es un descendiente del Rey David. Un análisis de la genealogía del rey David y de su vida nos llevaría a pensar que allí debe haber algún error: cada aspecto parece ser incorrecto y estar en contra de la ley judía.

  • Iehudá, el patriarca de la tribu de la que proviene David, durmió con su nuera sin saberlo (6).

  • Rut, la bisabuela de David, desciende de Lot, quien se emborrachó y durmió con sus hijas (7).

  • Shlomó, hijo y heredero del Rey David, nace del casamiento de Bat Sheva y David. David pudo casarse con Bat Sheva sólo después de arreglar que su marido Uria fuera enviado a una misión suicida.

¡Es sorprendente pensar que el sagrado Mesías viene de esta familia! ¿Cómo se puede explicar?

La respuesta es que en cada una de estas circunstancias, hay tojajá y luego teshuvá. Piensa:

  • Iehudá es enfrentado por su nuera embarazada. Ella no lo acusa de manera directa, sino que sólo menciona que él sabe quién es el verdadero padre del bebé. Iehudá podría haber negado fácilmente su asociación, pero en cambio se arriesgó a avergonzarse en público y aceptó por completo su responsabilidad (8).

  • Aunque Lot no hizo teshuvá por sus acciones, de él desciende Rut, el arquetipo de los conversos judíos. En medio de grandes dificultades, ella se apegó completamente al pueblo judío. A pesar de lo que podría haber sido visto como una mancha en su linaje, Rut fue aceptada como la matriarca del reino de David y finalmente del Mesías (9).

  • Después de la muerte de Uria, David fue confrontado por el profeta Natán. David podría haber hecho lo que hicieron los reyes durante toda la historia: “deshacerse del sacerdote entrometido”. En cambio, David aceptó la tojajá, asumió la responsabilidad por sus acciones y dedicó su vida a la teshuvá (10).

Al final de cuentas, todos estos episodios generan la energía de teshuvá de la que surge el Mesías.

Ahora podemos responder nuestra pregunta original: ¿Por qué esta porción profética no menciona al Mesías? La razón es que el Mesías es alguien que viene como resultado de nuestras acciones y de nuestra teshuvá, no alguien que desciende del Cielo. Por lo tanto, en lugar de hablar del Mesías, se nos enseña sobre las acciones que lo generarán.

Esta es la enseñanza del final de la Torá. La teshuvá es una elección personal, con repercusiones globales. El logro del objetivo de la humanidad (una sociedad ética y santa) surgirá de las elecciones individuales de cada persona. Por lo tanto, asumir la responsabilidad personal es la clave para perfeccionar al mundo.


Notas:

(1) “Kol Mevaser” (Parashat Ki Tavó)

(2) Mitzvá 488

(3) Midrash Tehilim 8:4

(4) Talmud – Shabat 55a

(5) Oraj Jaim 559:3 con Mishná Brurá 14; basado en Eijá 3:6

(6) Génesis 38:18

(7) Génesis 19:31-38

(8) Génesis 38:25-26

(9) Rut 4:18-22

(10) Samuel II, 12:7 y Salmos capítulo 51

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