Un joven con síndrome de Down que cumplió su sueño universitario

4 min de lectura

Un tributo a Saadya Ehrenpreis, una persona que superó todas las expectativas.

Este artículo forma parte de una serie de tributos de Associated Press a las víctimas de COVID-19


Hasta el último día de su vida, el mensaje en el perfil de Saadya Ehrenpreis en las redes sociales decía: “Estoy pasando el mejor momento de mi vida”.

“Y así era”, afirma Ahava Ehrenpreis sobre su hijo Saadya, una víctima más del COVID-19; una más de las cientos de miles de vidas que terminaron hasta el momento a causa del COVID-19.

Saadya nació con síndrome de Down y los doctores no esperaban que llegara a ser independiente. Ellos incluso dijeron que no podría aprender a hablar. Saadya les mostró que estaban equivocados, él se graduó de la escuela secundaria y se enroló en Makor, un programa para jóvenes con necesidades especiales de Yeshiva University.

Saadya Ehrenpreis muestra con orgullo su credencial de estudiante de Yeshiva University (Stephen Glicksman vía AP)

En la universidad todos amaban a Saadya por su alegría. El domingo pasado sus compañeros le brindaron tributo durante la graduación de la Yeshivá a través de una videoconferencia, una ceremonia en la que, de no ser por el coronavirus, también Saadya hubiera participado virtualmente.

“El secreto de su popularidad es que siempre era positivo, siempre estaba feliz y ansioso por lograr que también los demás estuvieran felices. La suya era una felicidad muy desinteresada: yo no voy a estar feliz hasta que tú no lo estés”, dice Ahava.

Durante años, ella escribió una columna en una revista sobre los inspiradores hitos en la vida de su hijo. En su última columna, “Querido Saadya… Con amor, Mamá”, Ahava les pidió a los lectores que rezaran por su hijo que luchaba contra la enfermedad. El 28 de abril, dos días antes de cumplir 36 años, Saadya fue el primer alumno de Yeshiva University que murió de COVID-19.

Al día siguiente, cientos de personas participaron de su funeral de forma remota.

Saadya creció en Nueva York y su familia nunca quiso que se sintiera diferente de sus cinco hermanas y dos hermanos, de quienes estaba muy cerca.

“Les doy mucho crédito a sus hermanos, porque en verdad siempre lo incluyeron. Saadya siempre era uno más del grupo”, afirma Ahava. “Pienso que esa actitud influyó sobre el resto de su vida. Si alguien le hubiera dicho: ‘Tú tienes una discapacidad’, él habría respondido: ‘¿De veras?’”.

Saadya deseaba demostrar que él podía hacer cualquier cosa y cuando comenzó a caminar, las vallas y las cerraduras no sirvieron demasiado para detenerlo, contó su madre en una columna. En un momento Saadya insistió para que lo dejaran aprender a conducir, algo que tuvieron que negarle, y tenía la tendencia a salir solo de excursiones por la bulliciosa ciudad sin aviso previo.

“Los registros de la policía de Nueva York muestran su intrépido sentido de aventura y documentan cuántas veces los llamaron para que salieran a buscarlo”, escribió Ahava en la revista Mishpajá.

En el año 2006, Saadya viajó a Israel para participar en Yeshivat Darkeinu, un programa de un año para jóvenes con necesidades especiales, y se quedó en el país durante cuatro años.

Al regresar a los Estados Unidos, se dedicó a cumplir un sueño de toda la vida, algo que parecía imposible de lograr: estudiar en Yeshiva University, donde su difunto padre, León Ehrenpreis, fue profesor de matemáticas.

Pero eso se convirtió en una realidad cuando en el 2017 comenzó el programa Makor, del cual Saadya formó parte de la primera clase. Durante los tres años del programa, jóvenes con necesidades especiales viven en dormitorios y departamentos, cursan estudios judaicos y otras materias, además de aprender habilidades básicas para la vida, tal como comportamiento en las citas y cómo aplicar para conseguir un trabajo.

Saadya estaba fascinado de ser un estudiante universitario. En una foto que le sacaron en la universidad, él muestra con orgullo su credencial de estudiante.

“El mejor dormitorio que existe. Me gusta la clase de cocina”, dijo sobre su experiencia en Yeshiva University en un video del 2017 sobre la escuela. “Mi padre trabajó para Yeshiva University y yo quiero ser como mi padre”.

El año pasado, delante de más de 200 personas en la sinagoga, Saadya leyó una plegaria en arameo en homenaje a su padre, que también era un rabino, un erudito de Torá y además corría maratones.

“Saadya subió y dijo la plegaria de una forma muy bella”, escribió Ahava sobre lo que ocurrió esa mañana en un artículo titulado: “Un milagro en la calle 18”.

Saadya Ehrenpreis con HaRav Aharón Kahn en Yeshiva University

Eventualmente, Saadya se mudó a un departamento en Brooklyn con otros estudiantes del programa Makor y aprendió a viajar en metro desde allí hasta la escuela en las horas pico. Él se unió al comité de bienvenida del Beit Midrash (sala de estudio) de la universidad, que recibe a todos los que llegaban a rezar, debatir y estudiar el Talmud.

“Saadya era un joven excepcional” dijo el presidente de la universidad, Rav Ari Berman. “Tenía una sonrisa radiante y alegraba el día de todos los que interactuaban con él”.

En el hogar y en la escuela, Saadya era famoso por ser muy ordenado. A veces eso lo metía en problemas, porque organizaba todo, incluso lo que pertenecía a otras personas.

La madre de Saadya recuerda que a veces se ponía una máscara y una capa de superhéroe y que cantaba frente al espejo. Le encantaba escuchar al coro de Miami Boys y a los Maccabeats, un grupo a capella ortodoxo que se fundó en Yeshiva University. También le encantaba comer pizza.

En homenaje a Saadya, Makor lanzó un programa de becas y aseguraron que Saadya era “la personificación de la clase de estudiantes para quienes se creó el programa”.

Unos pocos días antes de la graduación, Stephen Glicksman, director de innovaciones clínicas de Makor, dijo que le consuela saber que Saadya hubiera “querido que sus pares celebraran, estuvieran felices y vivieran el momento tal como él lo hizo”.

“Era el mejor. Lo extraño”, dijo el domingo su compañero Jonah Goldstein, luciendo una toga y birrete mientras observaba la ceremonia de graduación en una pantalla desde el patio de su casa. “Era una persona maravillosa. Tenía un gran corazón”.

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