

5 min de lectura
Todos tenemos en nuestro interior un punto oscuro oculto debido al dolor abrumador y la vergüenza. ¿Cómo podemos encender la luz?
La aldea de Charnovska era un reflejo de la descripción bíblica del comienzo del mundo cuando aún no se habían separado la luz y la oscuridad. De hecho, la luz y la oscuridad estaban tan entrelazadas en Charnovska que ningún período de tiempo podía llamarse "día" en comparación con otro llamado "noche".
Hasta ese momento, lo aspectos externos de la vida judía eran sumamente predecibles. Los ciclos de nacimientos, muertes, matrimonios, pobreza absoluta y tragedias parecían grabados en piedra. La vida interna del shtetl era variada y polifacética. Había eruditos y santos, y gente común y corriente que ocultaba su noble espíritu bajo el manto de un humilde sastre o zapatero, un destino legado por sus padres y raramente cuestionado por los hijos. También estaban los muertos vivientes, para quienes la vida no tenía otro propósito más que ocuparse día a día de cargar su cuerpo hacia la tumba.
Y también estaba Shmulik. El problema con Shmulik era que, desde su más tierna infancia, la oscuridad interna que todos poseemos y que todos intentamos ocultar, o al menos frenar, controlaba por completo su personalidad. Él era el que siempre obtenía algo de toda situación, incluso por las malas. El perpetuo villano en los prosaicos dramas de la aldea. No hay nada más oscuro que aquel lugar secreto del corazón humano que desea experimentar el control absoluto. El pequeño tirano es insaciable. A veces, la oscuridad es tan profundamente impenetrable, que incluso si un rayo de luz se abriera paso a través de ella, podría estar condenado a la invisibilidad y a la oscuridad.
Pero entonces, en 1917, todo cambió.
La esperanza y la desesperación alimentaron la revolución rusa. Los judíos de los pueblos más recónditos se encontraron con el fuego socialista que ardía en sus corazones. Arrasaron pueblos enteros que los siguieron ciegamente, sin saber que esas llamas provocarían una conflagración que hasta entonces no había tenido parangón. En Charnovska, los jóvenes hombres y mujeres recorrieron un camino que llevaba al infierno de Stalin. En ese momento, pensaban que estaban avanzando hacia el paraíso de los trabajadores. Sus mayores (y una minoría de jóvenes) vieron adónde llevaba ese camino y se aferraron con las uñas a la montaña de la fe.
Shmulik era diferente de ambos segmentos de su pueblo. El luchó con los "blancos", la oposición casi fascista. Sus motivaciones eran más prácticas que idealistas. Los "blancos" le pagaban bien por traicionar a sus vecinos. Shmulik informaba, y sus hermanos judíos eran asesinados por sus palabras.
Ganó el bando equivocado, al menos desde la perspectiva de Shmulik. En una época en la que millones de vidas fueron destruidas bajo la sospecha de ser "antirrevolucionarios", Shmulik sobrevivió. Él era duro y despiadado, y compró su supervivencia al precio de su propia conciencia.
Pero cuando murió su padre, ocurrió algo sin precedentes en el corazón de Shmulik. Hubo un rayo de luz, un cierto anhelo espiritual que nunca se había permitido sentir. Con más claridad que cualquier otra cosa que entendiera en su vida, supo que debía decir el kadish de duelo.
En el pueblo había tres sinagogas en funcionamiento. Los "rojos" pronto las convertirían en una especie de museos de historia natural. Pero por el momento, seguían formando parte del cuerpo vivo del shtetel, como miembros de un cuerpo esperando ser amputados.
Ocurrió lo inesperado. Hiciera lo que hiciera, Shmulik no pudo convencer a los aldeanos de que le permitieran rezar el kadish. Los ancianos que iban a diario a la sinagoga estaban muy cerca del Valle de la Sombra de la Muerte. Ya habían soportado todo lo que un ser humano puede soportar.
En el pueblo había otro minián (quorum para las plegarias). No se reunían en una sinagoga. Lo que más temían sus miembros era que los dieran por muertos. Shmulik se acercó al rabino, que como todos en Charnovska sabía que Shmulik tenía las manos manchadas de sangre. Pero este rabino le dijo que "sí".
A la mañana siguiente, Shmulik se encontró caminando por las escaleras que llevaban a la decrépita choza de la improvisada sinagoga. Al cabo de varios días, el rabino le preguntó a Shmulik por qué no se ponía los tefilín, ya que de todos modos estaba asistiendo a la sinagoga.
"No tengo tefilín", respondió Shmulik. "Pero yo sí", le respondió el rabino. Después de los servicios, la extraña imagen del rabino entregando sus tefilín al traidor del pueblo se convirtió en el chisme más susurrado del pueblo.
A continuación, Shmulik aprendió a leer hebreo. (Sí, el diálogo fue: "¿Por qué no rezas?" "No sé leer" "Yo te enseñaré"). Y así continuó.
Con el tiempo, Shmulik se volvió irreconocible, nadie podría haber imaginado la persona que había sido antes. Se casó, tuvo hijos, se ocupó de su educación arriesgando su vida al enviarlos a una escuela judía clandestina. Shmulik tenía un presente y un futuro significativo.
Pero quedaba un problema pendiente. Shmulik nunca se había permitido mirar hacia adentro, a la inexplicable oscuridad de su pasado. La puerta había permanecido cerrada, manteniendo alejados a todos los monstruos. Finalmente llegó el día en que abrió la puerta y quedó horrorizado y asqueado por lo que vio. Ese fue el día más significativo de su vida.
El rabino se sentó y le contó a Shmulik todo lo que sabía, tal como lo sabían todos en el pueblo. Shmulik escuchó en silencio. Cuando terminó la letanía, el rabino le dijo: "Tú causaste muerte. Ahora debes traer vida".
Conversaron hasta bien entrada la noche. Cuando el cansancio les ganó, ya habían llegado a una conclusión: Shmulik construiría una mikve, el baño ritual que es el eje de la pureza familiar judía.
En medio del cementerio espiritual que se estaba construyendo en Ucrania, Shmulik se comprometió a demostrar su fe en el futuro del pueblo judío. Todas las noches, él salía al granero que había detrás de su casa y cavaba. Cuando encontró agua, supo que la esperanza que había alimentado estaba siendo respondida. Compraron baldosas en el mercado negro e idearon un sistema de calefacción. El hombre que había traicionado a tantos no fue traicionado.
El toque final fue la construcción de una plataforma de madera sobre la que echó estiércol de caballo. La plataforma cubría la parte superior de la mikve, ocultándola a la vista. Ninguno de los "grandes hermanos" que se habían vuelto parte omnipresente en la escena, se sintió inclinado a investigar debajo del estiércol.
Todos tenemos un punto oscuro oculto debido a un dolor o una vergüenza abrumadora. ¿Cómo podemos encender las luces?
Observemos por un momento el milagro de Janucá. Por supuesto que hubo intervención Divina. Las probabilidades de que una familia (los macabeos) enfrentara con éxito al ejército sirio-griego, eran infinitesimales. Su victoria fue un gran milagro.
Sin embargo, la mitzvá que cumplimos en Janucá, encender la Menorá, no celebra el triunfo militar, sino la iluminación espiritual que lo hizo posible.
Una pregunta clásica sobre Janucá es por qué encendemos velas durante ocho noches. ¿No deberíamos encenderlas sólo siete días, dado que el aceite que encontraron era suficiente para un día incluso sin intervención milagrosa?
Una respuesta es que fue un milagro que los macabeos intentaran buscar aceite puro. Ellos no habían perdido las esperanzas. Cuando buscaron aceite en el Templo, encontraron los ídolos que habían colocado no sólo los griegos, sino también sus hermanos judíos. Tuvieron que limpiar el patio del Templo de la basura que habían dejado los jóvenes cohanim que corrieron desnudos maratones al estilo olímpico, en vano tributo a su propio autoservicio. Tenían que llevar vida donde había muerte.
Dios respondió. Los días de Janucá son llamados "iemei ratzón", 'días de voluntad Divina' para poder bajar a nuestras almas parte de Su luz. Cuando lo hacemos, una vez más podemos tener el mérito de la clase de milagros que Dios hizo para los macabeos. A fin de cuentas, Él fue quien dijo: "Que haya luz".
Nuestro newsletter está repleto de ideas interesantes y relevantes sobre historia judía, recetas judías, filosofía, actualidad, festividades y más.