Un matrimonio para todo el pueblo judío

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Todos acompañamos a esta novia a su jupá.

No sé cómo describir lo que viví el jueves de la semana pasada. Tal vez tenga que volver un par de semanas atrás para poder realmente explicar lo que quiero transmitir…

Hace dos semanas, en la víspera de Shabat, la familia Litman viajaba camino a Hebrón para Shabat.

En el camino, terroristas dispararon al auto de la familia, matando al papá y al hijo de 18 años. Dos miembros de una misma familia en menos de 5 minutos mueren asesinados por terroristas que lo único que buscaban era matar judíos… y lo lograron.

Poco a poco, la información fue saliendo a la luz, y el dolor, que era muy grande, se hizo inmenso. Comenzamos a saber hacia dónde se dirigía la familia Litman para Shabat, comenzamos a saber lo que tenían planeado para esa semana… y con ello, comenzamos a llorar aún más.

Los Litman iban camino al Shabat kalá de su hija, Sara Tehiya, la cual contraería matrimonio el martes de esa semana. ¿Se puede entender? Cuatro días antes de que Sara caminara hacia la jupá, un terrorista le robó la vida a su padre, Rav Yaakov Litman y a su hermano Netanel, dejándola a ella y a todo el resto de su familia, inmersos en un dolor inexplicable.

Lamentablemente, este último tiempo hemos tenido muchos funerales de gente que ha sido asesinada por terroristas, de todos los que he escuchado o visto, este fue uno de los más dolorosos. Los llantos y sollozos no paraban, Sara Tehiya tenía que ser sostenida por otras mujeres para no caer al suelo, los hermanos se abrazaban unos a otros sin poder dejar de llorar ni siquiera por unos minutos…

Uno de los hermanos de Sara Tehiya, llorando, gritaba en el funeral “Aba, ¿quién va a decir kidush ahora? Aba, ¿quién va a guiarnos? Aba, ¿quién va a llevar a mi hermana Sara Tehiya a la jupá?”.

El martes de la semana siguiente, cuando supuestamente Sara Tehiya iba a estar vestida de novia camino a la jupá, Sara Tehiya estaba con sus vestimentas rasgadas en señal de duelo, sentada en el piso de su casa… de alguna manera sobrehumana, ella, con su futuro esposo y su familia decidieron hacer algo que cambiaría la oscuridad por luz: hacer un matrimonio masivo, donde todo el pueblo judío estuviera invitado. ¿Cuándo? Jueves 26 de noviembre. A casi dos semanas del terrible asesinato de Rav Yaakov y su hijo Netanel.

Apenas vi la invitación pensé en ir. Tenía que ir y alegrar a esta novia. El día de la boda me preguntaba, ¿cuánta gente iría?, seguro que mucha, pero pensaba que la mayoría se olvidaría, ya que la invitación fue publicada hace más de una semana, pero bueno, pensé que, aunque no fueran miles de personas, ellos de todos modos estarían felices.

Cuando llegamos, mis ojos no podían creer lo que veían. Mares de gente caminando hacia el recinto, buses llenos de pasajeros que se bajaban en la puerta del salón, estacionamientos repletos de autos y autos estacionados en los lugares más inesperados… seguía caminando y seguían llegando cada vez más y más personas. Las puertas del salón estaban cerradas debido a la cantidad de gente, pero eso no importó, afuera, la gente cantaba y alegraba a los novios aunque ellos no estuvieran presentes.

Personas de todos los tipos, los famosos jasídicos de Breslov con sus autos de colores y con música, jasídicos de Jabad, ultra-ortodoxos, religiosos sionistas, no religiosos, mamás con niños y bebés en coches, abuelos, jóvenes de diferentes escuelas, hombres, mujeres, todo… gente con guitarras, gente con disfraces, gente con lágrimas en los ojos porque la emoción no podía ser más grande… no faltaba nadie, no faltó nadie. La alegría era como si cada persona que estaba ahí estuviera casando a una hija, una hermana, una nieta, una amiga.

A pesar de que afuera se vivía una de las experiencias más emocionantes que he vivido, queríamos entrar, ver a los novios, ver a la familia. Tratamos y, después de pasar por mares de personas, por puertas diminutas, logramos entrar al salón, pero ya era tarde, parece que la fiesta estaba terminando. Cuando volvimos, un policía nos dijo “la salida es por allá”, comenzamos a caminar y, milagrosamente, lo que no sabíamos era que “la salida” nos llevó al salón y justo al momento en donde estaban empezando a recitar las sheva berajot después de la cena festiva.

Estaba la novia y el novio sentados, la familia alrededor, personas por todos lados, incluso arriba de las mesas para poder ver mejor. Al final de cada bendición, el amén que se escuchaba me hacía temblar.

¡Quién es como Tu pueblo Israel! Hace dos semanas todos llorábamos, incluso ayer seguíamos llorando por las víctimas de los atentados, y el jueves, hicimos una pequeña pausa, para mostrar que vamos a seguir, y no sólo vamos a seguir, vamos a sacar fuerzas sobrehumanas, vamos a avanzar, vamos a seguir caminando y luchando. Las mismas personas que ayer lloraban, estaban ahí riendo, cantando y bailando, sólo con el objetivo de alegrar a una novia huérfana. Esta es la grandeza del pueblo judío.

Hace dos semanas, en el funeral de Rav Yaakov Litman y Netanel, uno de sus hijos preguntó: “Aba, ¿quién va a llevar a mi hermana Sara Tehiya a la jupá?”. El jueves, conocimos la respuesta: todo el pueblo judío. Fuimos nosotros, de distintos colores, de distintas formas externas, en todas partes del mundo, que acompañamos y llevamos a esta novia a su jupá.

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