Un sobreviviente del Holocausto que no tuvo hijos descubre que alguien lleva su nombre

4 min de lectura

Una inspiradora historia verdadera sobre dos Jaim y el milagro de la vida.

Hace poco más de un año viajé con mi esposa a visitar a mis padres en California. Al azar elegimos un Shabat para nuestro viaje y fuimos a los servicios en la sede local de Jabad. Allí había también otra familia que ese Shabat celebraba el Bat Mitzvá de su hija. Nos quedamos para el Kidush y el dinámico Rav Mendy Cohen condujo a toda la comunidad en cánticos, inspiradoras lecciones de Torá y varios lejaim. La fiesta continuó hasta bien entrada la tarde.

En un momento, le pregunté al padre de la niña que hacía el Bat Mitzvá de dónde eran originalmente y me dijo que él venía de la ciudad de México y que se había convertido al judaísmo muchos años antes de que nacieran sus hijos.

Rav Welton con el sobreviviente del Holocausto, Jaim Grossman que luce el traje hecho a mano por el sobreviviente del Holocausto Martin Greenfield.

Le pregunté por qué había elegido Jaim como su nombre en hebreo.

Me dijo que una vez, al comienzo de su búsqueda espiritual, estuvo en el servicio de la noche de Shabat en una sinagoga en Westchester, Nueva York, y que uno de los rabinos le dijo que si alguna vez se encontraba con un sobreviviente del Holocausto, debía recordar estas palabras:

“Un sobreviviente del Holocausto que no cree en Dios… es una persona normal. Un sobreviviente del Holocausto que cree en Dios… es un ángel”

Durante el servicio de la noche del viernes, cuando bailaban para dar la bienvenida a la "Reina Shabat", él miró la mano de la persona que estaba a su lado y vio que tenía tatuados unos números. Lo embargó la emoción de estar bailando con un "ángel" y no pudo evitar preguntarle al hombre cómo se llamaba.

El anciano sonrió y le dijo: “Jaim”. En ese momento, ese hombre de México decidió que cuando llegara el momento de elegir su nombre hebreo, se llamaría a sí mismo como el "ángel" con quien tuvo la fortuna de bailar. Pasaron los años y nunca volvió a ver a ese anciano.

Entonces le pregunté: “¿Acaso el nombre de ese sobreviviente es Jaim Grossman?”.

Se quedó boquiabierto. "¿Cómo lo sabes?", me preguntó él.

Le dije que soy rabino de una sinagoga en Westchester. Uno de mis congregantes sobrevivió a Buchenwald, estuvo en la fuerza aérea israelí y luego inmigró a los Estados Unidos. Su nombre es Jaim Grossman.

El hombre comenzó a llorar. Él ni siquiera sabía que Jaim Grossman seguía vivo. Me acerqué más a él y le dije que Jaim Grossman estaba vivo y que yo lo vería el siguiente Shabat. Después de Shabat, sacamos esta foto, porque quiso mandársela a su “padrino”.

El autor con Jaim Valencia

El siguiente Shabat, le pedí a Jaim Grossman que se sentara en el centro de la sinagoga cuando comencé mi sermón. Le dije que a 5.000 kilómetros de distancia vivía un hombre que llevaba su nombre y que tenía una familia judía tradicional, observante.

“Esto es increíble. ¿Cuál es la probabilidad de que el mismo Shabat, el único Shabat de todo el año que yo viajé a California, sea el mismo Shabat del Bat Mitzvá de su hija? ¿Cuáles son las probabilidades de que después de horas de celebrarlo, mantengamos una conversación sobre el origen de su nombre? ¿Y cuáles son las probabilidades de que el Shabat en el cual yo regreso a Nueva York y le cuento esta historia a su tocayo, sea el Shabat en el cual leemos la parashá Shemot (Éxodo)? Shemot literalmente significa “Nombres”, porque como enseñaron nuestros Sabios, una de las razones por la que nuestros ancestros lograron salir de la esclavitud fue porque mantuvieron sus nombres judíos”.

Entonces saqué la foto, impresa y enmarcada, y miré a Jaim a los ojos. Cuando él levantó su brazo con el número tatuado para recibir la foto de su “ahijado”, todos comenzaron a llorar. Verán, Jaim nunca fue bendecido con hijos. Sin embargo ahora tiene otra mitad judía en el mundo que lleva su nombre y lo transmitirá a los hijos de los hijos de sus hijos.

Nunca olvidaré el momento en que Jaim se puso de pie y bendijo a Dios.

Nunca olvidaré el ensordecedor aplauso que siguió a continuación.

Y nunca olvidaré la imagen de este sagrado sobreviviente del Holocausto saliendo de la sinagoga abrazado a la foto enmarcada de un "milagro".

Como me enseñó mi padre, Rav Benzion Welton: “La coincidencia es la forma que Dios tiene para mantenerse anónimo”. Yo pensé que fui a California de vacaciones, pero en verdad me enviaron para ser testigo de una profunda lección sobre “Jaim”, que significa vida. Como dice el Talmud: “Si nuestros descendientes están vivos, entonces también nuestros patriarcas están vivos” (Taanit 5b).

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