Sociedad
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Todos debemos condenar el odio.
Queridos miembros de la comunidad musulmana:
Ante la espantosa masacre del viernes en las mezquitas de Al Noor y Linwood en Christchurch, Nueva Zelanda, siento la necesidad de escribirles. Muchas personas que conozco me dijeron que no tenían palabras para referirse a esta horrible tragedia. “Quisiera saber qué decir”, me dijo un conocido. Otros publicaron en los medios sociales que “No hay palabras”.
Por el contrario, hay palabras, muchas palabras, y hay que decirlas. Yo no comparto su religión. Soy una judía ortodoxa que vive en los Estados Unidos, muy lejos de la comunidad musulmana de Nueva Zelanda. Pero la masacre en las mezquitas muestra que tenemos mucho en común.
El asesino nos odia a ambos, musulmanes y judíos, y a cualquier otro que no quepa en su odiosa perspectiva de supremacía blanca
El asesino que mató a 50 de sus correligionarios (no voy a escribir su nombre para no darle ni una pizca del reconocimiento y la gloria que tanto deseaba), nos odia a ambos, musulmanes y judíos, y a cualquier otro que no quepa en su odiosa perspectiva de supremacía blanca. “Ajustando la mira”, escribió en los medios sociales en los momentos previos a comenzar a disparar, una referencia directa al asesino de la sinagoga “Árbol de vida” en Pittsburg, que mató a 11 judíos en octubre, quien publicó las mismas palabras antes de entrar a la sinagoga a dispararles a los judíos.
El asesino de Nueva Zelanda lucía una serie de insignias neonazis y de los supremacistas blancos. Tenía la insignia de un grupo neonazi australiano, escribió en su rifle un eslogan neonazi norteamericano, y llevaba en su chaqueta un símbolo neonazi ucraniano. Al llevar a cabo esta masacre, puso una canción que glorifica al líder serbio bosnio Radovan Karadzic y alentó a la gente a suscribirse a PewDiePie, la estrella sueca de los medios sociales, asociada por algunos al supremacismo blanco. Aunque su objetivo fueron los musulmanes, al parecer odia a los judíos y a muchos otros.
Ante la espantosa masacre, las autoridades de Nueva Zelanda enviaron un mensaje sin precedente a los judíos del país: todas las sinagogas debían estar cerradas el sábado 16 de marzo. Con todo el país en estado de alerta, la policía era incapaz de proteger todas las casas de culto de todas las minorías. En Christchurch, las sinagogas emitieron un anuncio extraordinario avisando que no abrirían para los servicios de Shabat.
Es impactante pensar que todos los judíos de una ciudad no pudieron ir a la sinagoga en Shabat, y este Shabat fue todavía más terrible. Era Shabat Zajor, cuando los judíos recuerdan a la nación asesina de Amalek, que atacó a los judíos hace miles de años cuando salieron de Egipto. Esto se lee cada año el Shabat previo a Purim, cuando recordamos otro plan para aniquilar a los judíos, llevado a cabo por un descendiente de Amalek, el malvado Hamán. Shabat Zajor nos recuerda que en el mundo hay un mal implacable que sólo desea matarnos y destruirnos. Este año, cuando los judíos de Christchurch se vieron obligados a rezar en sus hogares en vez de hacerlo en sus amadas sinagogas, el mensaje resonó todavía con más fuerza.
En mi propia sinagoga, repleta de gente que participaba en la mitzvá de recordar la maldad de Amalek, no pude dejar de pensar en la escena en Nueva Zelanda: 50 personas asesinadas y muchas más gravemente heridas. Hombres, mujeres y niños. Madres que murieron al tratar de proteger a sus bebés. Personas asesinadas cuando corrían buscando refugio. No podía imaginar el terror que deben haber sentido. Fue terrible pensar en familias enteras asesinadas mientras rezaban.
En la larga historia del pueblo judío, también a nosotros nos dispararon mientras rezábamos. También nosotros fuimos perseguidos, asesinados y masacrados en medio de la plegaria. Hace sólo cinco años, en el barrio Har Nof de Jerusalem, dos terroristas árabes entraron a la sinagoga de la Kehilat Benei Torá y masacraron a los congregantes con armas de fuego, cuchillos y hachas. Cuatro judíos murieron mientras rezaban y también asesinaron a un policía israelí druso que acudió a la escena.
En los últimos años, en cientos de ataques terroristas murieron judíos en Israel, Francia, Argentina, los Estados Unidos y en cualquier otra parte por el mero crimen de ser judíos. Nosotros sabemos qué se siente ser perseguidos y asesinados por nuestra religión, y la agonía de ser odiados.
Yo juzgaré a las personas de acuerdo con sus actos y no con su origen étnico.
Algunos pueden señalar el hecho de que a menudo fueron terroristas musulmanes los que efectuaron esos ataques en los que asesinaron a judíos y preguntarse si nosotros podemos llegar a empatizar con su dolor. En mi opinión, esa es una pregunta ofensiva. A diferencia del despreciable asesino que mató a 50 musulmanes el viernes en Nueva Zelanda, yo no odio a categorías completas de personas. Cuando los prejuicios, el neonazismo y el islam radical, así como otras formas de odio extremista se expanden globalmente, yo tomo la postura de nunca odiar a un grupo de personas simplemente por quienes son. Cada persona es capaz de hacer el bien o el mal. Y cada uno elige el camino que va a seguir. Reconocer esto es una parte esencial de la civilización. No voy a ceder mi derecho de juzgar a cada persona de acuerdo con sus actos y no con su origen étnico.
Los musulmanes de Christchurch estaban pacíficamente ocupados de sus asuntos. Estaban rezando al mismo Dios a Quien yo rezo cada día. Es sumamente doloroso saber que fueron asesinados a sangre fría.
A mis hermanos musulmanes, lamento terriblemente sus pérdidas. Esta es una tragedia espantosa. Yo condeno el odio que llevó a esta masacre. Siento su dolor. Estoy con ustedes. Rezo por sus muertos y por los heridos que luchan por sus vidas. No están solos.
Sinceramente
Yvette Alt Miller
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