Una carta para mi cuerpo

4 min de lectura

Te quiero y te respeto, pero no quiero que mi vida gire en torno a ti.

Querido cuerpo,

Has estado conmigo desde que tengo memoria. Recuerdo lo mucho que me gustaba cuando era pequeña columpiarme contigo hacia el cielo y que corriéramos juntos cruzando el campo de béisbol de la escuela. Tú me llevaste por pistas de esquí en el invierno y a las profundidades del lago en el verano. Sostuviste milagrosamente a mis hijos y los trajiste a este mundo, y has soportado silenciosamente el dolor de mis clases de spinning en la madrugada y mis locas corridas por la nieve.

A veces te confundo conmigo misma, pero luego recuerdo: Tú eres temporal. Tú eres una herramienta.

El mundo que me rodea parece creer que tú eres todo. Y ese es uno de los mayores desafíos que enfrento cada día: cuidarte pero vivir por mi alma. No puedo ver mi alma. No demanda mi atención de la forma en que tú lo haces. Tú siempre necesitas algo. Comida. Agua. Descanso. Ejercicio. Ropa. Si no tengo cuidado, tú te conviertes en el foco. Te conviertes en la meta. Por eso te escribo. Para recordarme a mí misma cuál es tú propósito y para qué estoy aquí.

He visto coloridos carteles en el metro y en los buses de Nueva York. Hay niñas pequeñas en los carteles, tocando instrumentos musicales, pateando una pelota de fútbol, sonriendo bajo el sol. En letras gigantes a lo largo de las fotografías está escrito: “Soy una niña. Soy una líder, aventurera, extrovertida, deportista, única, inteligente y fuerte. Soy hermosa como soy”. Estos carteles son parte del NYC Girls Proyect (Proyecto de niñas de la ciudad de Nueva York), una campaña que fue creada para lidiar con el problema de la autoestima y la imagen corporal. El judaísmo nos enseña que somos creados a imagen de Dios. Tenemos belleza en nuestro interior. Tú —cuerpo mío— eres un regalo; una forma en la que puedo canalizar esa belleza infinita hacia un mundo finito.

Estoy agradecida contigo. Pero no soy tú.

Olvidar tu propósito nos lleva a tener una imagen corporal distorsionada, la cual a su vez crea una cascada de serios problemas. Solamente mira, mi querido cuerpo, algunos de los daños que eso causa:

En promedio, la mayoría de las mujeres tiene 13 pensamientos negativos sobre su cuerpo cada día.

Una reciente encuesta que fue realizada por la revista Glamour reveló que el 97 por ciento de las mujeres tienen el pensamiento de “Odio mi cuerpo” al menos una vez al día. ¡Noventa y siete por ciento! Y, en promedio, la mayoría de las mujeres tiene 13 pensamientos negativos sobre su cuerpo cada día. En un estudio de la Universidad Central de Florida que fue realizado en un grupo de niñas de tres a seis años, casi la mitad ya estaban preocupadas por ser gordas y aproximadamente un tercio dijeron querer cambiar algo sobre sus cuerpos.

Hay un número limitado de veces que podemos estar expuestos a la abundancia de mensajes distorsionados que envían los medios de comunicación sin que nos afecten. Sin importar cuánta confianza tengamos en nosotros mismos, inconscientemente absorbemos la idea de que hay algo que no está bien con nuestros cuerpos. De acuerdo a un estudio realizado por la revista Pediatría, alrededor de dos tercios de las niñas entre 5to y 12mo grado dijeron que las imágenes de revistas influencian su visión sobre qué es un cuerpo ideal y alrededor de la mitad de las niñas dijeron que las imágenes las hacían querer perder peso.

En 1975 la mayoría de las modelos pesaban un 8% menos que la mujer promedio; hoy en día pesan un 23% menos. Actualmente los medios de comunicación son una influencia mucho más poderosa que en el pasado, y para la mayoría de las mujeres es incluso más importante que la influencia de sus amigos y familia.

La Dra. Brene Brown, quien ha investigado cómo afecta esta imagen corporal negativa a otras áreas de nuestras vidas, escribe:

“Cuando nuestros propios cuerpos nos llenan de repulsión y sentimientos de inutilidad, la vergüenza puede cambiar fundamentalmente quiénes somos y cómo nos enfrentamos al mundo… Nuestra concepción de 'imagen corporal' suele ser demasiado limitada: en realidad va mucho más allá de querer ser delgada y atractiva. Cuando comenzamos a culpar y odiar a nuestros cuerpos por no cumplir con nuestras expectativas, comenzamos a dividirnos en partes y alejarnos de nuestra totalidad, de nuestro yo verdadero”.

La imagen corporal suele afectar de forma natural la calidad de nuestras relaciones. Mientras menos seguros nos sentimos sobre nuestros cuerpos, más insatisfechos nos sentimos con nuestras relaciones personales. Por lo general las mujeres ni siquiera se dan cuenta cuando proyectan sus sentimientos negativos sobre sus cuerpos en sus matrimonios. Y las mujeres también se ven fuertemente influenciadas por la forma en que sus amigas hablan sobre sus cuerpos. Si estamos rodeados de personas que están constantemente quejándose de sus propios defectos, entonces nosotros también comenzamos a enfocarnos en lo que está mal sobre nuestros propios cuerpos. Debido al énfasis que da nuestra cultura a la imagen corporal, comenzamos a percibir defectos físicos incluso si estamos luchando con algo que no guarda ninguna relación con ello; por ejemplo, si estamos teniendo un día difícil en la oficina, entonces en ese momento comenzaremos a notar que nuestros brazos no están tan tonificados como solían estarlo.

Una imagen corporal negativa se filtra hacia todas las áreas de nuestras vidas, lo cual hace que mi conexión contigo, querido cuerpo, sea mucho más compleja de lo que solía ser. Yo no quiero tener una relación de amor/odio contigo. Hay formas de apreciarte y tratarte con más respeto. Una forma es escribir una lista de “Me quiero a mi misma porque…” y pensar en diez cualidades no relacionadas con la apariencia física. De esa forma puedo recordar que mi vida no gira en torno a ti; tengo un alma.

Otra forma es repensar nuestros ‘modelos a seguir’; podemos decidir conscientemente admirar a personas por sus valores en lugar de admirarlos por sus imágenes y apariencias.

Otra excelente forma de sentirse mejor —e irónicamente menos enfocada en ti, el cuerpo— es hacer ejercicio. El ejercicio no sólo aumenta nuestra confianza en nuestros cuerpos, sino que también aumenta nuestra confianza en nuestra habilidad de ser fuertes y proactivos; además, cambia nuestro enfoque, y en vez de concentrarnos en la apariencia nos ayuda a concentrarnos en la acción. Una última forma para aumentar nuestra confianza en ti, querido cuerpo, es fijar metas espirituales y personales que no estén relacionadas con nuestra apariencia.

Es hora de cerrar esta carta, querido cuerpo. Es hora de escribir una carta a mi alma. Aunque es posible que tú recibas gran parte de mi atención, es el alma la que realmente nos hace hermosos. Tal cual somos.

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