Una familia judía en la época de Navidad

25/12/2024

4 min de lectura

Mis padres no tenían idea por qué encendían la menorá eléctrica en Janucá.

Cuando era una niña, no sabía que vivía en un “gueto judío”. El hecho de que prácticamente todos los que formaban parte de mi vida fueran “miembros de la tribu” estaba emocionalmente censurado por los recuerdos del Holocausto y la monotona vida rutinaria de la época.

En cuarto grado, uno de nuestros proyectos de manualidades menos creativos del año era hacer “árboles de navidad” con cartulina. Indudablemente, los resultados pretendían realzar “las festividades”. No importaba que la maestra, la Sra. Tobin, y por lo menos el 90% de la clase fueran judíos.

Me encantaban los escaparates de los negocios, la música y los programas de televisión. Sentía que mi condición de judía era definitivamente un paso en falso social. Tenía el cabello oscuro y rizado y la tez aceitunada. Envidiaba a las modelos rubias, blancas, anglosajonas, que se veían en todos los carteles.

No podía hablar de mis sentimientos con mis padres. Ellos eran todavía más judíos que yo. Tenían amigos que se llamaban Irving, Goldy y Shirly. Aunque ninguno de mis amigos se llamaba Dick, Jane o Sally (lo cual hubiera sido ideal), Diane, Steven y Robin definitivamente era un paso adelante en mi búsqueda inconsciente de genuina integración a la cultura dominante.

Diane era una de mis amigas más cercanas. Su casa quedaba frente a la mía en nuestro complejo de departamentos. Su sueño tácito de formar parte del mundo perfecto era mucho más apasionado que el mío. Ella quería un árbol de navidad.

El anhelo por un árbol

Diane sabía que no podía tener un padre de TV que volviera todos los días sonriendo de su trabajo en la oficina de seguros con un traje de tres piezas; ni una madre con una cintura de 60 cm que limpiara su impecable cocina con sus tacos de 7 cm. Su padre trabajaba en un restaurante y a su madre se le notaban las raíces después de la última tintura. Un árbol era un vínculo tangible con un mundo que no era el de ella.

Sus padres le compraron a Diane lo que publicitaban como un “arbusto de Janucá”. Medía un metro de alto, estaba hecho de una especie de material sintético plateado y se podía adornar con guirnaldas y luces. Yo lo odié. Era una evasiva. Era una concesión al mundo de Shirly y Mel. No era verde ni de pino. Lo peor de todo es que no era normal. Yo tenía lo que en mi opinión era una mejor alternativa: no tenía nada.

Mis padres no tenían idea por qué encendían en Janucá la menorá eléctrica, acompañando a los inolvidables latkes de papa de mi abuela, fuera de que eso era lo que hacían los judíos. Todos habíamos escuchado hablar de Iehudá el macabeo y su guerra contra los griegos, lo que no tenía ninguna relación aparente con la menorá ni con los latkes, ni con ningún aspecto de nuestras vidas.

En realidad, no sabíamos lo que era Janucá, la mística de la Navidad no tenía competencia.

Sin competencia

Mi abuela era la más judía de todos nosotros. Su rico ídish y su apego por lo menos a las manifestaciones externas de las tradiciones judías, la situaban tan lejos de lo habitual que era seguro hablar con ella.

“Jill tiene un árbol”, le dije, esperando atentamente su respuesta. La respuesta no se hizo esperar. Ella murmuró una maldición en ídish que no se puede reproducir aquí e hizo una expresión de nausea teatral.

Fue entonces cuando comenzaron a fluir sus historias. Algunas salieron a la luz ese mismo día, otras mucho más tarde. Y, sin duda, algunas nunca se contarán.

La navidad era la época más propicia para los pogromos. Era el momento en que tenía que esconderse en el sótano con sus hermanas y esperar que la fuerza combinada de cuatro hermanos fornidos mantuviera la puerta cerrada el tiempo suficiente para que la turba siguiera buscando una presa más fácil. Yo supe que no debía preguntar quién sería la “presa más fácil”. Sería un amigo, un vecino, el carnicero o su esposa.

Lo que me contó me llevó a leer más sobre el tema. Como una hija única bastante precoz y solitaria, encontré mi segundo hogar en la biblioteca. Poco a poco la historia se fue revelando. Los judíos habíamos cometido Deicidio. Estábamos malditos para toda la eternidad. Me enteré sobre las cruzadas y la inquisición. Descubrí que el núcleo ardiente de odio no había desaparecido en el siglo XX. La ambigüedad de la iglesia durante el Holocausto no era tan ambigua cuando se la ponía bajo escrutinio.

Las luces de Ramadán

Mis hijos viven en un mundo diferente al que yo viví de niña. Ellos viven en Israel y ven las luces brillantes de la celebración de Ramadán iluminando el camino hacia la Puerta de Iafo mientras caminan hacia el Kótel, tal como yo veía las luces brillantes de Navidad en el centro comercial. Pero ellos no sentirán una sensación especial en el corazón cuando sepan que Ramadán se acerca una vez más. Han visto y oído demasiada violencia en sus jóvenes vidas.

Hay otra razón para que sus sentimientos sean diferentes de los que yo tenía. Ellos no tienen “nada” como su otra opción. Saben lo que representa la menorá. Saben que la luz oculta de la Torá acabará prevaleciendo sobre las fuerzas de la oscuridad.

Ellos saben que los macabeos lucharon una guerra por la supervivencia del espíritu, no por la supervivencia del cuerpo. El milagro del aceite que los macabeos usaron para encender la menorá del Templo es la máxima declaración de nuestra identidad. En el recipiente que encontraron con el sello del Sumo Sacerdote, había suficiente aceite para que durara un día. Pero duró ocho días, tiempo suficiente para que lograran extraer más aceite puro.

No hicieron ningún compromiso. Descartaron de plano la posibilidad de usar aceite impuro. Y Dios respondió. Respondió a nuestro rechazo de las tinieblas revelando la luz.

Con el mismo espíritu, volverá a respondernos.

Ahora nosotros podemos aprovechar los días de Janucá para traer esa luz especial a nuestras vidas. Y año tras año, ella brillará iluminando cada vez más, hasta que veamos la luz final, la luz de la redención.

Haz clic aquí para comentar sobre este artículo
guest
0 Comments
Más reciente
Más antiguo Más votado
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.