Una historia de verdadero heroísmo para el 'Día de los caídos' de Israel

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12/05/2024

5 min de lectura

El que entra primero, muere primero.

Guivat HaTajmoshet (la colina de las municiones) en Jerusalem es el monumento nacional israelí de la Guerra de los Seis Días. La batalla que tuvo lugar allí no fue la más grande ni la más estratégica, ni la que tuvo más bajas. Fue elegida, en palabras del emblemático general israelí Moshé Dayán, "por la extrema valentía que se demostró en el lugar".

El 66° Regimiento de Paracaidistas estaba preparado para saltar en paracaídas en el Sinaí. En cambio, el 5 de junio de 1967, el segundo día de la guerra, los convocaron para una misión diferente. Las líneas del armisticio de la Guerra de Independencia en 1948 habían dejado al hospital Hadassa y a la Universidad Hebrea en el Monte Scopus de Jerusalem como una isla aislada, completamente rodeada por el ejército jordano. Ciento veinte soldados israelíes mantenían el territorio, cambiando de turno cada dos semanas en vehículos blindados que recorrían el trayecto de diez minutos hasta el lado israelí. Cuando comenzó la Guerra de los Seis Días, el centro de mando israelí entendió que si las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) no abrían un camino hasta el monte Scopus, los 120 soldados que se encontraban allí serían masacrados.

Las trincheras en Guivat HaTajmoshet

El camino hacia Monte Scopus pasaba por Guivat HaTajmoshet, una red fortificada de trincheras y búnkeres expertamente construida por los británicos y ocupada por la bien entrenada y armada legión jordana. Para atacar esa fortaleza, enviaron una compañía de 100 paracaidistas israelíes con un único mapa dibujado en la palma de la mano de un comandante. Atacaron en medio de una noche sin luna.

Una canción que conmemora la batalla dice: "Si entras primero, serás el primero en morir". Así fue durante esas tres horas interminables. Apuntados por las ametralladoras que les disparaban desde los búnkeres estratégicamente ubicados, los comandantes dirigieron una sola fila que avanzaba por las trincheras. En los momentos claves, cuando estaba claro que alguien tenía que salir de la trinchera para lanzar granadas contra el búnker, gritaban pidiendo un voluntario. Una y otra vez un soldado saltaba hacia la línea de fuego, no porque fuera un suicida, sino porque entendía: "Si no lo hago, ¿qué será de mis amigos?".

Los paracaidistas en Guivat HaTajmoshet eran reservistas, de veintitantos años. Dos tercios estaban casados, un tercio de ellos tenían hijos. Pero al ver cada vez a más de sus compañeros heridos y muertos, sus preocupaciones personales desaparecieron. Se sacrificaron a sí mismos en impresionantes actos de valentía para salvar a sus compañeros.

El regimiento contaba con tres médicos. A Didi Gudel, un nuevo inmigrante de Francia, le dispararon en la mano durante la primer hora de lucha, incapacitándolo. El segundo, Uri Leibowtiz, estaba tratando de asistir a varios heridos que yacían unos sobre otros en una trinchera. De repente oyó el estallido de una granada. Con pocos segundos para pensar, Uri se arrojó encima de los heridos y recibió la peor parte de la fuerza mortal de la granada.

El tercer médico, Igal Arad (al nacer en Polonia lo llamaron Fablo Boxer), era un niño que había sobrevivido al Holocausto. Cuando los jordanos se rindieron y terminó la batalla, los soldados que habían sobrevivido llevaron a los heridos y moribundos hacia un montículo con césped. Igal escuchó una y otra vez: "Dile a mi esposa que la amo"; "Cuando mi hijo crezca, dile que lo amaba". Esa noche murieron 24 de los 100 paracaidistas, y 56 resultaron heridos, algunos de ellos perdiendo miembros, los ojos o la audición.

Seis años más tarde, cuando los ejércitos árabes atacaron a Israel en la Guerra de Iom Kipur, Igal Arad, el médico sobreviviente del Holocausto que había atendido a 56 soldados heridos en Guivat HaTajmoshet, tenía 33 años. Tuvo la opción de volver a servir. Estaba casado y tenía dos hijos. Desde el frente de batalla, le escribió a su esposa: "No podía soportar la idea de que mis amigos estuvieran bajo fuego y necesitaran un médico con experiencia, y yo no estuviera allí para ayudarlos". Igal fue asesinado en el Canal de Suez.

Homenaje en recuerdo a los caídos en Guivat HaTajmoshet

En el Centro Conmemorativo de Guivat HaTajmoshet hay tres monumentos de piedra. En el primero hay una lista con los nombres de los 24 soldados judíos que cayeron en la batalla de Guivat HaTajmoshet y otros 12 del 66° Regimiento de Paracaidistas que murieron en las horas previas y posteriores a esa batalla. El segundo monumento nombra a otros 25 miembros del 66° Regimiento que murieron en la Guerra de Iom Kipur. El tercer monumento es el más desgarrador. En él figuran los nombres de hijos y nietos de los soldados del 66° Regimiento de Paracaidistas que murieron en guerras posteriores o en atentados terroristas.

Durante un recorrido antes del Día del Recuerdo de los Caídos, parado junto a este tercer monumento el General (retirado) Itzjak Guershon llamó por teléfono a Yaki Jaimovich, un soldado que al ver que los dos comandantes que iban delante de él habían muerto, se puso al frente del pelotón y sufrió graves heridas. El general Guershon le preguntó a Yaki si tenía una frase para compartir con el grupo de turistas. Él dijo: "Nuestra fuerza está en lo más profundo de nuestro espíritu".

Los soldados de la 55° Brigada de Paracaidistas hacen una pausa en medio del entrenamiento para sacar una foto en Beit Guvrin en 1965 (Foto: cortesía del archivo de DAN SHILOAH).

El general Guershon relató una historia que le ocurrió justo antes de jubilarse después de tres décadas en la FDI. Le habían ofrecido dirigir la oficina de Amigos de la FDI en los Estados Unidos. En un primer momento lo rechazó. Él quería quedarse en Israel y trabajar en el sector empresarial. Su decisión cambió por un encuentro extraordinario. Él había viajado a los Estados Unidos para dar un discurso en una cena de Amigos de la FDI. Luego del discurso le presentaron al homenajeado de la noche, un hombre alto con cabello plateado y ojos azules. El hombre le preguntó al general Guershon si podía darle un abrazo. El abrazo fue largo y fuerte.

Cuando el hombre lo soltó, le dijo al general Guershon: "No sabe lo que significa para mí abrazar este uniforme. Cuando yo era un niño en Polonia, miraba el cielo y me preguntaba de dónde vendría nuestra ayuda. Ahora, gracias a Dios, tenemos las FDI".

El Talmud dice que las personas que sacrifican sus vidas para salvar a otros judíos están en el elevado estado espiritual de los patriarcas Abraham, Itzjak y Iaakov.

Como dijo el guía turístico Eytan Rund, quien relató las historias personales de los monumentos de Guivat HaTajmoshet: "El día del recuerdo no se trata sólo del duelo. Se trata de valorar lo que tantos de nuestros hermanos judíos han hecho por nosotros".

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