Una vela para mi padre

4 min de lectura

Pensamientos que cruzan por mi mente al encender la vela de yortzait número 20.

Este jueves por la noche encenderé la vela recordatoria de yortzait por mi padre, Jack Rosenfeld. Ya son 20 años desde que él falleció el viernes antes del Día del Padre.

Yo y papá en mi boda.Yo y papá en mi boda.

Vivir con papá no fue fácil. Él tenía problemas severos de audición y en ese entonces, los audífonos no eran muy efectivos. A menudo, sus audífonos se acoplaban y sonaba un pito muy fuerte, nosotros lo escuchábamos pero papá no. Se requería paciencia para mirar a papá mientras hablábamos a una velocidad más lenta de lo normal para que él pudiera leer nuestros labios. A él le encantaba mirar TV, especialmente deportes y cualquier serie dramática que involucrara detectives, misterios o vaqueros. Vivíamos en una casa muy pequeña, y con el volumen muy alto, era difícil concentrarse en algo más, así que nos convenía disfrutar programas como "Columbo" y "Bonanza".

Su dolor se convirtió en enojo, el cual podía hacer erupción aparentemente sin razón.

Nuestra familia quedó devastada cuando mi hermano mayor, el primogénito y único hijo hombre de mis padres, Alan, murió en un accidente de tránsito el 5 de marzo de 1970. Alan había ido a visitar a nuestros abuelos en el día del cumpleaños de nuestra abuela. Papá apenas podía lidiar con el dolor. Luego, su dolor se convirtió en enojo; a veces enojo explosivo, el cual podía hacer erupción aparentemente sin razón. En ese entonces yo era un pequeña niña de nueve años, y a menudo me asustaba y me quedaba en mi habitación, esperando a que el episodio pasara. Mi madre pasaba mucho tiempo tratando de calmar a papá, y despertándolo de pesadillas.

En aquellos días, las terapias y los grupos de apoyo recién estaban empezando a adquirir popularidad. Una terapia probablemente nos hubiera hecho bien a todos, pero no creo que mi papá hubiese estado de acuerdo. Tocar esas emociones y procesarlas era algo que él simplemente no podía hacer. Aunque papá nunca fue para nada religioso, después de que Alan falleció, él se rehusó a pisar una sinagoga, a menos que fuese para una ocasión especial, como mi Bat Mitzvá u otras celebraciones.

Su propio padre, mi abuelo, fue un desafiante ateo. Mi abuelo me dijo que se había vuelto en contra de Dios después de que su padre falleció cuando él era pequeño, y su madre tuvo que criar sola a seis niños sin un centavo. Mi padre y mi abuelo eran hombres tercos, no muy propensos a las búsquedas espirituales.

Conteniendo mí aliento

Yo quise a mi papá mucho, y a pesar de su volatilidad emocional, yo sabía que él quería a mi madre, a mi hermana y a mí sin medida. Aunque teníamos que andar cuidadosamente a su alrededor, sin saber qué podría desatar una explosión de enojo, también sentía pena por él y no lo juzgué. Su pérdida de audición lo había aislado tanto de las oportunidades profesionales como de las relaciones sociales. Perder a Alan lo sumergió en una depresión que duró el resto de su vida. Mi excepcional madre mantuvo su propia tristeza aprisionada en un lugar muy privado para suplir las necesidades emocionales de mi papá, al mismo tiempo que ayudó a mantener a la familia económicamente.

Con el pasar de los años, papá se tranquilizó. Cuando me casé con mi esposo, Jeff, y nos hicimos más observantes, papá nunca dijo una palabra en contra, y aceptó que tuviésemos una boda y un estilo de vida ortodoxo. De hecho, Jeff y yo estuvimos completamente sorprendidos cuando papá pidió la atención de todos durante el kidush de Shabat en la sinagoga la semana después de nuestra boda. Hablar en público era algo completamente sin precedentes para él. No podía imaginarme que quería decir.

Conteniendo mi aliento, escuché mientras papá expresaba públicamente su admiración y apreciación por la calidez de esta comunidad nueva para él, un grupo de judíos ortodoxos que él nunca había conocido pero quienes celebraron la boda de su hija menor con desenfrenada felicidad y exuberancia. Papá sentía calidez sincera, y se me llenaron los ojos de lágrimas cuando él expresó esta apreciación de forma tan pública. Cuando terminó de hablar, muchas personas se acercaron instantáneamente a darle la mano, a desearle mazal tov nuevamente y a abrazarlo.

Capítulo final

Cuando a papá le diagnosticaron cáncer en etapa avanzada, fue difícil ser optimista. Sin embargo a pesar de la fragilidad emocional que había opacado sus otras cualidades por tantos años, papá fue capaz de acceder a una reserva espiritual que yo nunca había visto. Él me pidió que alentara a mamá a casarse después de que él se fuera. Me dio la lista de las personas que debían cargar el féretro en su funeral. Él habló de estas cosas filosóficamente, sin autocompasión o lágrimas. Yo no sabía que él tenía esta fortaleza interna, y me conmovió.

Papá fue capaz de acceder a una reserva espiritual que yo nunca había visto.

Sentada junto a su cama de hospital, también me sorprendió escucharlo decir que él esperaba que yo tuviera una hija mujer. Ésto, del hombre que había cuestionado recientemente la rápida tasa de crecimiento de mi familia: tres varones en menos de cinco años. Mi pequeño bebé acababa de cumplir un año. Papá debe haber sabido algo que yo no sabía, porque unos meses después me enteré de que estaba embarazada otra vez. Cuarenta y ocho horas después recibí la llamada de que papá había fallecido.

La pequeña niña con la que él había soñado llegó a tiempo nueve meses después, la única nieta que él no conoció. Al encender la vela de yortzait cada año, trato de no enfocarme en el dolor en la vida de mi padre sino en su bondad esencial, su meticulosa honestidad, su amor por la familia, y su sentido del humor, a pesar de que a menudo lo encontrábamos cursi.

Puede que papá nunca haya encontrado paz aquí en la Tierra, pero mientras me preparo para encender la vela de yortzait número 20, sé que hay paz para encontrar.

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