Gal Gadot gana el "premio nobel judío"


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Encontrar un equilibrio entre el valor de la vida y la prolongación del sufrimiento.
En la plegaria judía tradicional que decimos antes de cada nuevo mes, le pedimos a Dios "por vida, una vida larga, una vida buena y una vida con dignidad". Cuando cuidamos a nuestros seres queridos al final de su vida, a menudo nos enfrentamos a la difícil decisión de elegir entre una "vida larga" o una vida buena y con dignidad. Si bien cada situación es única, este artículo explora algunos de los valores y enfoques de la ley judía respecto al final de la vida.
En la ley y el pensamiento judío la vida tiene un valor incalculable. El Talmud dice que se debe tener cuidado de no mover a un paciente moribundo para no acelerar su muerte. Asimismo, el Talmud (Avodá Zará 18a) relata la trágica muerte del sabio Rabí Jananiá ben Tradion, quien fue quemado vivo por los romanos. Mientras el fuego lo consumía, sus amados estudiantes le suplicaron: "¡Abre la boca para que el fuego te consuma más rápido!". El sabio se negó y explicó: "Que Aquel que me creó me tome". Incluso en una circunstancia tan difícil, no quiso acelerar su propia muerte.
Si bien puede que Rabí Jananiá no estuviera obligado a actuar de esa manera en circunstancias tan extremas, esta historia demuestra un principio importante. El hombre no puede terminar con la vida; eso le corresponde a Dios. Así como Él da la vida, es Dios quien debe tomarla de vuelta.
La ley judía diferencia entre interrumpir el tratamiento y no administrarlo.
Dejar que sea el Creador quien tome de vuelta la vida es un principio básico del enfoque judío respecto al final de la vida. La eutanasia, el suicidio asistido por un médico y prácticas similares van en contra de este valor fundamental. Además, la ley judía distingue entre interrumpir un tratamiento y no administrarlo. Si un paciente está conectado a una máquina que sostiene su vida, como un respirador, y desconectarlo resultaría en su fallecimiento inmediato, está prohibido hacerlo. Desconectar el dispositivo, comúnmente llamado "desenchufar", es considerado un acto de terminación de la vida y, según la ley judía, no está permitido. Sin embargo, esto no significa que, a priori, haya una obligación absoluta de conectar al paciente a dicho dispositivo. Retener ciertos cuidados médicos no es lo mismo que terminar activamente con la vida y, por lo tanto, en algunos casos, puede ser apropiado.
Para desarrollar un enfoque sobre cuándo es o no adecuado retener un tratamiento, los eruditos judíos contemporáneos han recurrido a una historia del Talmud (Ketuvot 104a) sobre Rabí Iehudá HaNasí, también conocido como Rebi. Rebi fue un importante sabio del período del Segundo Templo. Lo llamaban "Nasí", que significa "príncipe" en hebreo, porque era el líder de Israel en su época. Él también compiló la Mishná, la primera recopilación de las enseñanzas orales de la ley judía.
Rebi Iehudá HaNasí estaba gravemente enfermo y los rabinos se reunieron para rezar fervientemente por su vida. Su asistente era una mujer piadosa y sabia, y vio el sufrimiento de Rebi Iehudá. Subió al techo y arrojó una jarra al suelo. La jarra cayó y se hizo añicos, produciendo un fuerte ruido. El estruendo sorprendió a los rabinos que estaban rezando por su recuperación, y detuvieron sus oraciones por un momento. En ese instante, el alma de Rebi partió de este mundo.
Esta historia refleja dos perspectivas importantes sobre los cuidados al final de la vida. Cada momento de vida es valioso y la presencia de un gran sabio en el mundo es invaluable. Por esta razón, los rabinos recurrieron al poder de la plegaria para impedir que el alma de Rebi se fuera. Sin embargo, su asistente vio algo diferente: ella vio su sufrimiento e interrumpió los rezos de los rabinos para no prolongar su dolor.
Entonces, ¿cuál perspectiva es correcta? Los eruditos contemporáneos analizan los comentarios del Ran (Nedarim 40a), un talmudista del siglo XIII, quien escribió: "Está permitido rezar para que un paciente terminal que sufre fallezca", y cita como prueba lo que hizo la asistente de Rebi. La pregunta es: ¿por qué el Ran falló a favor de la asistente de Rebi y no de los rabinos?
Algunos explican (véase Tzitz Eliezer V: Ramat Rajel #5) que en realidad no hay desacuerdo. En principio, los rabinos tenían razón: cada segundo de vida es valioso. Por eso intentaron prolongar la vida de Rebi a través de la plegaria. Sin embargo, la asistente conocía de cerca su estado real y vio la magnitud de su sufrimiento, algo que los rabinos desconocían. Por lo tanto, actuó correctamente al interrumpir sus rezos y permitir que su alma partiera. A partir de esta discusión, vemos que aunque el valor de la vida es incalculable, existen límites. Al tratar con un paciente terminal, debemos considerar su sufrimiento, al menos en lo que respecta a la plegaria.
Un paciente terminal puede rechazar ciertos tratamientos si sólo prolongarán su sufrimiento.
La siguiente pregunta es si la postura del Ran sobre rezar para que un paciente terminal deje de sufrir también se aplica a retener tratamientos en esos casos. Rav Moshé Feinstein (Igrot Moshé JM 2:73-74), uno de los más prominentes eruditos contemporáneos de la ley judía, opinó que sí existe un paralelo y que un paciente terminal puede rechazar ciertos tratamientos si sólo prolongarán su sufrimiento. Sin embargo, Rav Feinstein advirtió que retener cuidados podría aumentar el sufrimiento del paciente, por lo que se debe ejercer extrema prudencia al tomar estas decisiones. Otros cuestionan esta comparación. Cuando uno reza, la decisión final sigue en manos de Dios sobre si responderá o no la oración. Sin embargo, retener atención médica ordinaria es permitir que los humanos tomen una decisión que podría terminar con una vida.
Rav Shlomo Zalman Auerbach (Minjat Shlomo 1:91.24), otro destacado erudito contemporáneo, hizo una distinción interesante entre la atención básica y los tratamientos más avanzados. Razonó que, así como no está permitido dejar morir de hambre a un paciente moribundo, tampoco se le pueden negar necesidades básicas como oxígeno, alimento y líquidos. Sin embargo, los tratamientos médicos agresivos pueden no ser necesarios.
Como mencionamos al inicio de este artículo, las decisiones sobre el final de la vida requieren un delicado equilibrio entre preservar la dignidad, evitar el sufrimiento y preservar la vida misma. Hemos presentado las líneas generales de los temas discutidos en las fuentes legales judías. Poner fin a la vida es claramente dominio de Dios. Sin embargo, cuánto debe hacerse para preservar la vida cuando el paciente está sufriendo y tiene una enfermedad terminal es menos claro. Esto podría depender del papel de los tratamientos y otros factores. Que Dios nos conceda la claridad, el respeto y la compasión para tomar estas difíciles decisiones.
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Excelente aportación!
Y lo más triste es que, en momentos como esos, es cuando menos claridad tenemos y el dolor nubla mucho del entendimiento