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"La vida de Sará fue de cien años, veinte años y siete años, los años de vida de Sará" (Génesis 23:1). La porción de la Torá de esta semana segmenta el tiempo de vida de Sará en tres etapas diferentes: cien años, veinte años, siete años. ¿Por qué la Torá no dijo directamente que los años de vida de Sará fueron 127 años?
Los comentaristas explican que al segmentar la vida de Sara, la Torá nos está diciendo que todos esos años de la vida de Sará fueron buenos, sin importar en cuál etapa. Pero si nos detenemos un instante y pensamos sobre la vida de Sará no podemos dejar de preguntarnos cómo pueden decir que todos sus años fueron buenos. Sará sufrió de infertilidad, dio su esposo a su sirvienta, quien después la menospreció y la humilló, fue raptada por el Faraón y por Avimélej y finalmente, después de haber tenido un hijo, oyó que su esposo lo había sacrificado. ¿De qué manera todos estos eventos se traducen en una buena vida?
Hay una profunda lección de emuná (fe en Dios) que podemos aprender de Sará. Sin importar lo que le ocurría, ella fue capaz de mantener una felicidad interna real que la llevó a amar la vida. Sará sabía que todo lo que ocurría, todo lo que le pasaba a ella estaba directamente orquestado por Dios, y dado que Dios es un Dios compasivo y lleno de amor, todo era sólo para su beneficio.
Cuando reconocemos que todo es para nuestro beneficio, incluso cuando no entendemos de qué manera lo es, somos capaces de enfrentar la situación de una manera completamente diferente.
Si alguien experimenta un inconveniente menor, es fácil quedarse emocionalmente atascado en ese inconveniente. Nos vemos rodeados por un torbellino de emociones y molestias que impiden que salga algo bueno de esa situación. Sin embargo, si reconocemos que Dios nos dio ese pequeño inconveniente para nuestro beneficio y que nada en el mundo es mejor para nosotros en ese mismo momento, entonces somos capaces de enfrentar mejor la situación y crecer a partir de ella, lo cual es el propósito por el cual llegó ese inconveniente.
Por ejemplo, si alguien está impaciente porque va a llegar tarde a una cita debido a la negligencia de otra persona, es natural que esa persona tenga sentimientos de enojo, molestia y frustración hacia esa persona. Sin embargo, si entiende que Dios envió esa negligencia para hacer que llegara tarde, y que no hay nada mejor que eso (incluso si no puedes ves de qué manera llegar tarde será beneficioso), traes a Dios a la escena y fortaleces tus músculos de paciencia. Puedes dar un paso atrás y no dejar que tus emociones se descontrolen y te arrastren con ellas.
Mantener la mente clara y traer a Dios a la escena te permite reconocer que esa es una oportunidad para trabajar sobre tu confianza en Dios, la paciencia, el perdón, dar a los demás el beneficio de la duda. Puedes mantener una verdadera felicidad porque reconoces que Dios te ama y te ha dado una valiosa oportunidad. Estás mejor equipado para mantener una perspectiva positiva que te permite mantener la alegría de vivir, con ayuda de Dios, hasta los 120 años, al igual que Sará.
Ejercicio:
Si te ocurre un inconveniente a lo largo del día, piensa que Dios te lo envió para tu beneficio. Trata de aceptarlo con amor sabiendo que Dios te lo envió con amor, y mantiene tu estado de felicidad.
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