Y El Ganador Es...

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Mi hijo estaba compitiendo con su mejor amigo, y yo estaba preocupada.

Era martes a la tarde y la gente en mi casa estaba ocupada con bocadillos dulces, demasiada tarea y buscando lápices con punta. Entonces, entró por la puerta Eitan, mi hijo de once años, con grandes noticias. "He sido nominado para candidatearme para vicepresidente del consejo estudiantil", anunció, con sus enormes ojos color avellana brillando en su blanco rostro.

Me acerqué para felicitarlo: "Bueno, la clase tomó una buena decisión al nominarte", le dije, y él resplandeció. "¿Cuándo decidiste convertirte en político?".

"Tuvimos una votación secreta", dijo Eitan, claramente extasiado ante la idea de algo secreto. "Cada uno escribió dos nombres, pero no podíamos escribir el propio. Luego el director hizo el recuento y los dos que más votos recibieron fueron nominados".

"¡Qué bueno!” dije, "¿contra quién debes competir?".

"Nominaron a Rubén también".

Una pausa, un silencio momentáneo antes de recuperarme. "¡Buenísimo!" dije un poco demasiado excitada. "Será un excelente oponente".

A pesar de sonreír, por dentro estaba muy preocupada. Rubén es uno de los mejores amigos de Eitan. ¿Por qué tenían que enfrentarse entre sí? Pero el sexto grado votó por sus dos mejores opciones y no puedes discutir con la democracia. En conclusión, Eitan postularía en contra de Rubén y, detrás de mi falso aliento, estaba muy preocupada.

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Estaba preocupada porque habían sido amigos por años, desde el jardín de infantes. Son el tipo de amigos que se quedan a dormir en la casa del otro, que van de vacaciones juntos, que se defienden en la plaza. Y han estado madurando hacia un nuevo tipo de amistad, estudiando Torá juntos en su tiempo libre, celebrando al completar juntos tratados de Mishná; ambos son muy motivados, trabajan duro y se ayudan mutuamente a sacar a la luz lo mejor de cada uno. Muchas veces me río al verlos darse la mano formalmente después de estudiar juntos el sábado a la tarde. "¡Son dos niños grandes!" nos reímos la mamá de Rubén y yo cuando ellos no nos escuchan. "¡Es tan lindo!"

Todos estos años de desearse un Shabat Shalom, de felicitarse por los logros obtenidos y de desearse suerte ante un nuevo desafío, y ahora estaban compitiendo entre sí.

Me recordé a mí misma algo que aprendí una vez: una relación que tiene su base en el estudio de Torá nunca puede ser lastimada. Repetí este pensamiento en mi mente para aliviarme, esperando profundamente que fuese cierto.

Por supuesto, hablamos con Eitan. Le dijimos que ser vicepresidente no es tan importante como ser un buen amigo, y que más allá de quién ganase, en realidad ambos serían ganadores. Incluso hablé con Rubén – a pesar que estaba segura que sus padres también lo habían hecho. Aproveché un momento mientras subía a mi auto: "¡Hey, candidato!" Él respondió con su familiar y alegre sonrisa.

Mientras se agachaba para entrar, dije: "¿Sabes que más allá de lo que pase, mientras sigan siendo amigos está todo bien, no?"

"Sí, lo sé", dijo agachando la cabeza con timidez.

¿Cómo podía esperar buen espíritu deportivo de niños de sexto grado cuando los adultos no logran tenerlo?

"Yo también lo sé" dijo Eitan, y yo dejé el tema hasta ahí. Pero no podía evitar preocuparme. Cuando tienes once años, ser vicepresidente del consejo de estudiantes parece ser sumamente importante, y mientras que ganar no lo es todo – sí es mucho. ¿Cómo podía esperar buen espíritu deportivo de niños de sexto grado cuando los adultos no logran tenerlo?

"Deja de preocuparte", dijo mi marido. "Son buenos niños, lo van a saber manejar".

Esperaba que así fuese. Pero uno de ellos tenía que ganar y el otro perder, y he visto muchas buenas amistades arruinadas por cosas mucho menos importantes que esta.

En la primera noche de la campaña nos sentamos en la sala a deliberar sobre eslóganes e ideas. Zevi, mi hijo mayor, sugirió que hiciéramos un afiche con los nombres de Eitan y Rubén, y le preguntamos a Eitan que opinaba de la idea. "¡Me encanta!" dijo, "después de todo, ambos somos buenas opciones". Entonces, eso es exactamente lo que pusimos en el afiche: "Vote por Eitan Z o Rubén K -¡ambos son buenas opciones!"

Al día siguiente Eitan volvió a casa un poco desmoralizado, diciéndome que chicos de los grados más altos se habían burlado del afiche. Dijeron que era estúpido ser bueno, y que el objetivo de competir era ganar. Le dije que nunca es estúpido ser bueno. Eitan se animó. "Eso es lo que pensé", dijo y abrió su libro para hacer su tarea.

El domingo, la noche previa a las elecciones, todos en casa trabajamos juntos en el discurso y la presentación de Eitan, y debatíamos si debería usar traje y corbata para ir a la escuela ese día o no. Luego puse fin a las celebraciones como una típica mamá: "Mañana es un gran día. Ve a bañarte, candidato".

"Bueno", dijo Eitan mientras se levantaba del sofá y se dirigía hacia las escaleras; de repente, dio media vuelta y vino hacia mí. Me dio la mano. "Así le voy a dar la mano a Rubén si gana", dijo con firmeza. "Y voy a decir: 'Felicitaciones Rubén, estoy muy feliz por ti'".

Soltó mi mano e inmediatamente la buscó nuevamente. "Y así es como le voy a dar la mano a Rubén si pierde", dijo apretando mi mano con la misma fuerza. "Y voy a decir: 'Hiciste una gran campaña Rubén. Me pone feliz que vamos a estar juntos en el consejo estudiantil'".

Luego se dio media vuelta y se dirigió nuevamente hacia las escaleras, dejándome parada en el lugar, mirando mi mano tontamente. En el lapso de un minuto, yo había ganado y perdido; no era claro cómo me sentía al respecto.

Una hora después, antes de ir a la cama, fui a su cuarto. "¿Cómo te sientes?" pregunté.

"Un poco nervioso", admitió. Fui hacia el costado de su cama y levanté su camisa de la escuela, dándole una mirada que decía que quienquiera que se postula para vicepresidente debería poner su ropa sucia en el canasto. Mientras sacudía la camisa, vi en el bolsillo un pin casero. "¡Vote por Rubén!" decía, con la más entusiasmada cara de Rubén sonriéndome desde la camisa de mi hijo.

"¿Usaste esto hoy?" pregunté.

"Sí".

Los resultados llegaron el lunes. ¿Realmente importa quién ganó?

Supongo que algo en la forma que lo miré lo incomodó.

"No pasa nada mami", dijo encogiendo los hombros. "Él usó el mío. Somos amigos, ¿no? Nos ayudamos mutuamente".

Yo asentí. “Wow”, pensé, y di un suspiro de alivio y gratitud al darme cuenta de que todo por lo que estaba trabajando tan duro para impartir ya estaba bien arraigado en él. No necesitábamos enseñarles sobre amistad a estos niños, ya lo sabían. Y sin clichés ni discursos, me lo estaban enseñando a mí.

Los resultados llegaron el lunes. ¿Realmente importa quién ganó? Eitan me dijo que los chicos esperaron abrazados mientras esperaban en la oficina de la escuela para escuchar las noticias. Y que después ambos se dieron un buen apretón de manos, cansados por la competencia pero aún amigos.

Supongo que eso significa que ambos eran ganadores.

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