Yo y el Moai: ¿Qué estaba haciendo en una remota isla de la Polinesia?

09/02/2023

3 min de lectura

Las estatuas forjan una conexión entre los ancestros polinesios y los miembros de la comunidad. Yo también estaba buscando reconectarme con la cadena de mis ancestros.

Hace siete años, visité con mi esposo la Isla de Pascua, una remota isla volcánica chilena en la Polinesia. Esa pequeña isla de sólo 163 km2 y a 3.526 kilómetros del centro habitado más cercano, es uno de los asentamientos más aislados del mundo, por cierto, no es el típico destino turístico.

Este magnífico lugar obtuvo fama internacional por sus casi 1.000 estatuas monumentales, llamadas ‘moai’, creadas por los primeros habitantes de Rapa Nui entre los siglos XIII y XVI. Siempre me había sentido fascinada por las imágenes de esas figuras humanas con grandes cabezas, posadas sobre pedestales de piedra de gran tamaño.

De acuerdo con National Geographic, los historiadores piensan que las estatuas son una representación de los predecesores del pueblo de la Polinesia, creados para forjar una conexión entre los ancestros y los miembros de la comunidad. Los asentamientos estaban ubicados en la costa, donde fueron erigidas las estatuas, como si observaran a sus descendientes, con su espalda hacia el mar.

Quizás esto explica mi interés por los moais. Yo también buscaba conectarme con la cadena cortada de mis ancestros. En 1917, después de la revolución comunista, mis bisabuelos ya no pudieron practicar el judaísmo. La Unión Soviética se convirtió en un centro de ateísmo, amenazando con prisión y expulsión de la sociedad a cualquiera que intentara seguir tradiciones religiosas.

Con cada subsecuente generación, nos fuimos desconectando más de nuestra herencia, y perdimos el conocimiento y el entendimiento de los conceptos judíos.

Después de que mi familia emigrara a América, yo me comprometí a explorar mi herencia y las tradiciones judías. Lamentablemente, la mayoría de los judíos de mi generación que nacieron en la Unión Soviética y cuyas familias sobrevivieron más de 70 años de régimen comunista, apenas poseían el más mínimo conocimiento sobre la sabiduría judía. A pesar de eso, mi generación sigue identificándose como un eslabón en la cadena eterna del pueblo judío.

Cuando visitamos la Isla de Pascua, yo recordé que las personas de todas las culturas y orígenes anhelan conectarse con su propia herencia. El valor de esta sensación de pertenencia no puede subestimarse.

Leí un artículo sobre la importancia de unirse a una sinagoga y encontrar propósito y una sensación de pertenencia, y eso me ayudó a dar el primer paso. No puedo evitar sentir una gratitud abrumadora por encontrar mi lugar entre el pueblo judío. Fue una travesía larga y difícil, sin embargo, esa búsqueda por el sentido de pertenencia me ofreció las experiencias más significativas de mi vida.

Formulé innumerables preguntas a rabinos; leí libros que transmitían la profunda sabiduría del judaísmo; asistí a clases que me desafiaron y me estimularon, y seguí esforzándome por internalizar esta nueva sabiduría a mi conciencia. Comprendí que tenía la fuerza de crear mi propia narrativa. Cada evento es una oportunidad para desarrollar mi potencial individual, para alinearme con el propósito de mi alma, y encontrar el bien y la divinidad incluso en los momentos más difíciles.

Como dijo elocuentemente Rav Jonathan Sacks: "Una sensación de lo sagrado es lo que nos eleva por encima del instinto y nos protege de nuestros impulsos disfuncionales".

Al partir de la Isla de Pascua y volar de regreso a Santiago en Aerolíneas LAN, pedí comida kósher. Antes de subir al avión, me acerqué al mostrador para ver que todo estuviera en orden. Después de confirmar el pedido, una representante de la aerolínea me preguntó qué significaba una comida kósher. Me dijo que durante toda su carrera en aerolíneas LAN en el aeropuerto de la Isla de Pascua, nunca le habían pedido esa clase de comida.

Me sentí honrada de ser la primera persona que le explicó el concepto de los requerimientos de la dieta judía. A ella le gustó la idea de que mi pueblo, al igual que el de ella, buscaba una conexión con nuestros antepasados y nuestra herencia. Le parecía obvio que estamos destinados a ser parte de una comunidad que tiene sus propias tradiciones y sus valores sagrados.

Al partir de esta isla alejada, obtuve una nueva comprensión y aprecio por mi tan esperado regreso al pueblo judío, mi pueblo. Este lugar sagrado de auténtica pertenencia es lo que llamo hogar.

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