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El Maharal de Praga exponiendo sobre Shavuot y la esencia del hombre.
A continuación un extracto traducido y adaptado de un discurso ofrecido por el Maharal de Praga en Posen, Polonia, en Shavuot de 5352 (1592). El texto completo del ensayo está impreso al final de la edición de Londres del libro Beer HaGolá del Maharal, y nunca ha sido publicado en español.
El Rey Salomón comienza el libro de Kohelet con una pregunta: "¿Qué beneficio obtiene el hombre, adam en hebreo, de todo lo que se esfuerza bajo el sol?" (Eclesiastés 1:3). En esta pregunta podemos ver que el Rey Salomón está haciendo una suposición. Si el hombre tiene algún beneficio del todo, éste debe estar conectado a su nombre Adam, un nombre que deriva del hecho de que él fue creado a partir de la tierra, adamá en hebreo. La comprensión de esta suposición nos dará un mayor entendimiento sobre la pregunta.
¿Por qué es más apropiado que un ser humano sea llamado específicamente "Adam", de la palabra adamá, más que cualquier otra criatura? Después de todo, Dios creó todo a partir de la tierra (Midrash Rabá Bereshit 12:11). Uno pensaría que la naturaleza terrenal y material de un animal merecería recibir un nombre de esta índole incluso más que el hombre.
Sin embargo, una mirada más profunda revela que el hombre tiene una relación y una similitud con la tierra que es distinta a la que tienen otros animales y criaturas. La tierra tiene el poder de hacer florecer. Es capaz de materializar el potencial de las plantas, árboles, frutas y todo lo demás que produce. La Adamá existe esencialmente en potencial, y lleva todo a la realización. De la misma forma, el Adam es único, ya que él representa puro potencial y, al igual que la tierra, tiene la capacidad de materializarlo – es decir, de lograr su propia perfección.
Consecuentemente, las acciones positivas de una persona son llamadas "frutos", como está escrito: "Dile a la persona recta que es buena, porque [la gente recta] comerá los frutos de sus acciones (Isaías 3:10)". Por otro lado, las acciones malvadas también son llamadas frutos, como está escrito sobre los malvados: "Y comerán los frutos de sus caminos, y serán saciados con su consejo" (Proverbios 1:31).
Ninguna otra criatura viviente existe como “puro potencial” esperando a ser materializado. Todo lo que podría surgir de un animal es encontrado en él inmediatamente después de su creación. La esencia de un animal es determinada en su nacimiento. Desde el principio ya se sabe que un ternero crecerá para convertirse en un toro que ara, y que un pequeño burro se convertirá en un burro capaz de transportar una carga. Éste es el resultado inevitable – no está sujeto a la elección del animal. Entonces, todo lo que un animal será alguna vez está presente en su ser desde el comienzo. Es por esto que la palabra hebrea para animal es behemá. Behemá es una composición de dos palabras hebreas: "ba” (en él) y "ma" (qué), lo que significa: lo que es – su esencia – ya está contenida en él. No hay nada en un animal que exista en potencial para ser materializado en el futuro.
En contraste, el hombre es llamado Adam porque necesita materializar su potencial y alcanzar la perfección de forma práctica; es adamá (tierra) porque es considerado como la tierra, poseedor de puro potencial. Su resultado no es inevitable; está sujeto a su libre albedrío. Uno siembra granos de trigo u otra semilla en la tierra, éstas echan raíces en el suelo y generan la producción. Exactamente de la misma forma, Dios le dio al hombre un alma pura y prístina – una parte de Dios. Es una semilla que echa raíz y que está encastrada en este cuerpo al igual que el trigo está encastrado a la tierra.
Si el hombre no produce sus buenas plantas y frutos, entonces es como la tierra que yace "bur", que significa “árida” en hebreo; es como un campo que no ha sido sembrado. En consecuencia, nuestros rabinos decidieron llamarle a una persona que no domina la Torá con el nombre "bur" (ignorante), porque es como una tierra árida (bur), que no ha sido sembrada y que no produce nada.
Con este conocimiento, podemos volver a la pregunta del Rey Salomón: "¿Qué beneficio obtiene el adam, el hombre, de todo lo que se esfuerza bajo el sol?". El beneficio del hombre yace necesariamente en sus acciones, los frutos de la adamá (tierra) a la que alude su nombre. El hombre existe en potencial y necesita materializarlo, esta es la única fuente de su beneficio, su virtud.
Pero, ¿qué beneficio tiene el adam de todo lo que se esfuerza bajo el sol? En realidad, sus acciones "bajo el sol", una referencia al reino natural, no le brindan ningún beneficio y no es diferente de un animal. Uno debe entonces concluir que su beneficio real, su naturaleza única, yace en sus acciones sobre el sol, una referencia al ámbito trascendente – es decir, la Torá. La conexión del hombre con la Torá representa el fruto del alma que Dios puso en él y su capacidad para producir abundancia espiritual.
Con todo esto dicho, podemos ahora entender el énfasis de la Torá en el lugar en que el pueblo judío recibió la Torá: el desierto. Cuando Adam, llamado así en referencia a la adamá, existe en un estado en el que no tiene Torá, es considerado un desierto, un suelo estéril carente de césped y plantas. En tal estado, el hombre es más parecido a un campo árido que cualquier otra criatura. Sin Torá, él permanece en este estado; pero una vez que la recibe, materializa su potencial como adamá y trae a la luz abundante producción.
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