3 min de lectura
3 min de lectura
3 min de lectura
3 min de lectura
3 min de lectura
3 min de lectura
Vivir esperando o exigiendo que la vida te de lo que crees merecer es vivir con enojo, decepción y mucho dolor.
“Vida, no me debes, estamos en paz”. dice el poema de Amado Nervo. Vivir sin esperar, aprender a reconocer las bendiciones, el destino y la realidad. Una vida sin promesas, una vida con rosas, pero también con noches de penas… este elocuente poema enmarca una visión sana de una vida sin expectativas.
Las personas que insisten que merecen más de lo que tienen, viven contabilizando y esperando. Amargamente, todo lo que les llega, nunca es suficiente.
En contraposición, se encuentran las personas que sienten que no merecen nada. Por todas sus decepciones acumuladas, su autoestima se lesionó, creyendo que no son dignas de recibir nada bueno. Creen que como personas, no valen y no merecen y por lo tanto, nada les debe tocar. Esta posición es tan negativa como la persona que cree que todo merece.
No es malo pedir. El desear y anhelar motiva a buscar y a crecer. La cuestión es que cuando uno pide, tiene que entender que existe una posibilidad que se pueda o no obtener lo que desea. Pedir, no es una imposición y mucho menos una obligación.
Las expectativas son tóxicas, impiden que las cosas se den de forma natural y desde luego fomentan la prepotencia y la falta de gratitud.
Al quitar el tono de exigencia, se libera la angustia y el enojo. Las cosas fluyen y se abre la posibilidad de agradecer, de poder disfrutar y valorar lo que llega.
No esperar, no quiere decir que no se hace nada y que uno no tiene responsabilidad por luchar por lo que quiere. Ese es un consuelo de mediocres.
No esperar, quiere decir que uno hace todo lo necesario para conseguir lo que quiere. Incluyendo el esfuerzo requerido y la mejor intención posible. Pero, si por alguna razón las cosas no se dieron, o si surgieron cosas de forma inesperada, no hay razón para culpar o enojarse.
El que las cosas no se den como uno esperaba, no tiene nada que ver con el esfuerzo hecho, ni con el valor propio. Mucho menos quiere decir que no sirvió lo que se hizo o que uno se ha equivocado.
Las expectativas son una fantasía, una suposición y una visión infantil de la vida. No son la realidad.
Toda persona es valiosa y digna de tener una buena vida.
Estaría muy bien que las cosas salieran como uno espera. Pero cada individuo, forma y contexto tienen su propia energía.
No esperar nada, no quiere decir que no se tiene autoestima, ni valor propio. Cuando no se espera nada, uno recibe con gusto todo lo que llega, aprecia más y se hace consciente que la vida, es más grande que la visión personal.
Al no tener expectativas, uno está dispuesto a dejar que la vida fluya y le sorprenda.
Ingredientes:
Afirmación positiva para vivir sin expectativas:
Dejo ir a mis expectativas. Permito que la vida me sorprenda. Hago todo lo posible para que pueda obtener los resultados que busco, pero… estoy consciente que mi esfuerzo, mi intención y los procesos para lograr mis deseos, son más importantes que los resultados que espero. Vivo con gratitud y en armonía con el universo. La vida no me debe nada y todo lo que me llega lo aprecio y lo disfruto.
Lecciones de las expectativas:
"Las cosas menos esperadas pueden ser los mejores regalos que el universo te puede dar".
Nuestro newsletter está repleto de ideas interesantes y relevantes sobre historia judía, recetas judías, filosofía, actualidad, festividades y más.