La sobreviviente del Holocausto más joven

18/06/2024

6 min de lectura

Erika Nissanoff nació el 17 de octubre de 1944 en un hospital nazi en Austria. Su milagroso nacimiento y supervivencia es una historia desgarradora que todos deben conocer.

Erika Nissanoff todavía no había nacido cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial. Sus abuelos paternos, Ferenc y Aranka, eran húngaros acomodados. Poseían un molino donde toda la comunidad llevaba a procesar sus granos. También eran dueños de la taberna local. Los habitantes del pueblo iban a procesar sus granos durante el día y disfrutaban sus tragos por la noche.

Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, Imre, el padre de Erika, fue deportado a Ucrania. En el momento de su partida, su esposa, Gizella, estaba embarazada, pero todavía no lo sabía. La situación se volvió complicada pues ya tenía una hija de cinco años para cuidar y otro bebé en camino, sin esperanzas de que su marido regresara. Ella se apoyó mucho en su familia política. Vivían juntos en una gran ciudad húngara llamada Debrecen.

Poco después de que Imre fuera deportado, los nazis transportaron a todos los judíos de Debrecen en trenes con destino a Auschwitz. La madre y la hermana de Erika iban en uno de esos trenes. En un giro del destino, el tren en el que ellas viajaban fue confundido con un tren que habían sobornado para que fuera desviado a Austria. Cuando llegaron a Austria, enviaron a las dos a un hospital.

"Mi madre, que estaba embarazada de mí, fue enviada a trabajar en ese hospital. Los alemanes se habían apropiado de él, pero originalmente había sido un hospital judío en un barrio judío. Interesantemente, hoy en día ese edificio es una ieshivá. El hospital había sido convertido en un campo de trabajo".

Aunque estaba embarazada, la madre de Erika trabajó diligentemente en el hospital. Su marido seguía detenido en Ucrania y su hija mayor fue ubicada en un jardín de infantes. Cada tanto, ella se escapaba en medio de la noche para revisar si su hija seguía vida, arriesgando en el proceso su propia vida.

Gizella dio a luz a Erika el 17 de octubre de 1944. El médico que ayudó a nacer a Erika era un nazi.

"Por eso me llamaron un bebé milagroso. No sé por qué él me dejó vivir. Lo único que sé es que me salvé. Mi prima perdió tanto a su padre como a su madre. Su madre estuvo con nosotras, en el mismo tren".

La madre de Erika la cuidó en el hospital. "Me llevaba con ella mientras trabajaba en el hospital. Me amamantaba e hizo todo lo que pudo para mantenerme viva lo máximo posible".

Erika sostiene una foto de su boda, 1964

Cuando los nazis estaban siendo derrotados, la madre de Erika vio un camión con soldados norteamericanos. Les preguntó si iban a Hungría y le respondieron que pasarían por allí. Con sus dos hijas en brazos, ella les suplicó que la llevaran en esa dirección. Estos soldados norteamericanos se esforzaron para llevarlas de regreso a casa en Debrecen.

Allí se reunió con su esposo y sus suegros. Antes de separarse, habían acordado que si sobrevivían se volverían a encontrar en la casa de sus suegros en Hungría. La madre, el padre, la hermana y los abuelos de Erika sobrevivieron la guerra.

Para el fin de la guerra, los padres y abuelos de Erika habían perdido su fortuna y su estatus. La Hungría comunista se apoderó de todo lo que quedaba y tuvieron que comenzar a reconstruir de cero. Durante los siguientes 12 años de su vida, Erika creció bajo el duro gobierno comunista.

Sus padres eventualmente tuvieron un tercer hijo, un niño. Él se enfermó y lo llevaron al hospital. En esa época, no había suficiente supervisión sobre los pequeños en el hospital y el bebé sufrió un trágico accidente. Su cabeza quedó atrapada entre los barrotes de la cuna y se sofocó.

Erika recuerda que después de eso su madre se volvió muy religiosa. Comenzó a cubrirse el cabello y a vestirse con recato. Previamente ella había perdido toda su conexión con la religión debido al comunismo y la persecución, pero decidió hacer cambios tras la muerte de su bebé.

El escape

Una vez, llegaron a su edificio tres hombres en uniforme y obligaron a un hombre religioso con barba y peot a que comenzara a cavar. "Los soldados supusieron que él escondía oro o joyas. Lo obligaron a cavar alrededor de una hora y él sudaba debajo de su shtreimel. Él no había escondido nada, pero esa imagen nunca se borró de mi mente".

Erika explicó que muchos jóvenes judíos se unieron al partido comunista para sobrevivir. "Si alguien quería tener éxito, era importante unirse al partido comunista. De lo contrario, no podías llegar a nada en la vida. No conocíamos otra cosa, porque éramos muy jóvenes".

Su familia escapó durante la revolución húngara en 1956.

La abuela paterna de Erika ya era muy anciana. "Debe haber estado cerca de cumplir noventa años, y mi padre era el único de sus hijos que no había sido asesinado. No podía dejarla sola".

La madre de Erika quiso salir de Hungría de inmediato. Todos sus hermanos se habían ido a los Estados Unidos después de la guerra. "Mi madre decidió que ella, mi hermana y yo escaparíamos. Dejamos a mi padre para que cuidara a su madre. No teníamos idea de adónde íbamos. Ir a los Estados Unidos era como tratar de ir a la luna. Ella nos llevó a las dos y subimos a un tren que escuchó que llegaba cerca de la frontera. Era una idea absurda, porque no conocíamos el barrio".

La familia entró en la estación de tren local y preguntó a la primera persona que vieron: "¿Qué tren nos llevará más cerca de Austria?".

El desconocido les señaló un tren y la familia de Erika subió a ese tren.

Una persona en el tren les preguntó: "¿Van a Viena?"

"Podía haber sido un comunista o un informante, pero mi madre le dijo: 'Sí, vamos a tal y tal lugar'".

"Luego se acercó a mi madre otra persona y le preguntó si estaba tratando de escapar. Inocentemente ella le respondió afirmativamente, y él hombre le dijo: 'Yo también. Pueden bajar del tren y seguirme'".

"Él podía ser un comunista. Llegamos lo más lejos que pudimos con el tren y eventualmente bajamos con un grupo de personas".

Erika con la autora

Cuando bajaron del tren, no tenían idea de dónde estaban. Eran las tres de la mañana y estaba absolutamente oscuro. Alguien encendió una linterna para iluminar el camino, sabiendo que podían atraparlos en cualquier momento. No tenían más remedio que seguir adelante.

De repente, alguien que estaba parado en medio del camino gritó: '¡Achtung!', que significa deténganse en alemán.

"Tuvimos suerte. Allí nos recogió HIAS (Sociedad Hebrea de Ayuda al Inmigrante)".

El grupo había llegado a Alemania y por fin estaban a salvo. HIAS los llevó a dormir en una sinagoga. Les dieron colchones para pasar la noche. Después otro tren los llevó a Viena, donde tramitaron los documentos del grupo. Allí se volvieron a reunir con el padre de Erika.

Aunque el padre de Erica en un primer momento se quedó con su madre, él también procuró información respecto a cómo cruzar la frontera. Poco después se despidió de su madre, a quien dejó en manos de una persona encargada de cuidarla, e intentó escapar. La primera vez lo capturaron y lo enviaron de regreso a Hungría.

El segundo intento fue durante una de las más grandes tormentas de nieve del siglo. En un momento terrible, él sintió que no podía seguir adelante, pero el guía le dijo: "Si te detienes, eres un hombre muerto". Siguió adelante, paso a paso, a pesar de no lograr ver ni siquiera a medio metro delante de sus ojos.

Finalmente, el guía anunció: "Hemos llegado. No sigo más. Ahora estás por tu cuenta". El padre de Erika siguió caminando hasta que se encontró con gente que hablaba en alemán y comprendió que estaba en Alemania.

Erika con su esposo y dos de sus nietos.

Eventualmente se reunió con su familia en la sinagoga en Austria.

Permanecieron juntos en Austria durante varios meses esperando recibir sus visas para los Estados Unidos. Cuando llegaron las visas viajaron en un avión militar de carga que los llevó a Camp Kilmet en Nueva Jersey, donde permanecieron un mes hasta que se reunieron con su familia en Brooklyn. "Estados Unidos se ocupó de nosotros. Aquí es donde viví desde que tenía 12 años".

Erika asegura que a pesar de haber crecido en la Hungría comunista, la parte más dolorosa de su infancia fue trasladarse a los Estados Unidos y no poder hablar el idioma. Le costó mucho integrarse y sufrió un bullying insoportable.

En 1964, con apenas 19 años, Erika se casó al terminar la escuela secundaria y se fue a vivir a Los Ángeles. "En esa época, todo el mundo se casaba lo más joven posible. Conocí a mi marido en un Shabatón en la sinagoga Young Israel".

El antisemitismo en la actualidad

Erika cree que en la actualidad el antisemitismo ha llegado a un nuevo nivel. "Tenemos que aprender del pasado y reconocer que las cosas pueden cambiar en cualquier momento. El mundo sigue cambiando pero lamentablemente no para bien. Espero que no nos dirijamos en la misma dirección, pero las cosas no se ven bien".

Erika remarca que tal como la gente hoy no puede entender la reacción del mundo ante la persecución a los judíos, tampoco los judíos de Europa pudieron entender su situación.

"Nadie tiene una respuesta, sólo esperamos que ocurra lo mejor".


FOTOS: Lynn Abesera Photography

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