Bendición para los hijos – Guía paso a paso

6 min de lectura

Un momento de conexión, eterno y mágico, para padres e hijos.

Bendecir a tus hijos cada noche de viernes es una bella costumbre. Es un momento lleno de amor y significado, en especial cuando entiendes el origen de esta tradición.

La bendición a los hijos

Yaakov, uno de los patriarcas del pueblo judío, tuvo 12 hijos que crecieron para convertirse en los líderes de las 12 tribus de Israel. El penúltimo hijo fue Yosef, quien tuvo dos hijos: Efraim y Menashé.

Justo antes de morir, Yaakov llamó a todos sus hijos para darles una bendición final. Como recompensa especial para Yosef, quien continuó siendo recto durante todo su duro exilio, él llamó primero a los hijos de Yosef, Efraim y Menashé, y les dio una bendición especial y dos porciones de la Tierra de Israel:

En ese día Yaakov los bendijo: “En el futuro, Israel (el pueblo judío) los utilizará como una bendición. Ellos dirán, ‘Que Dios te haga como Efraim y Menashé’” (Génesis 48:20).

La bendición de Yaakov fue que ellos serían una bendición, un ejemplo para el pueblo judío a lo largo de la historia. Desde ese día en adelante, se convertirían en un modelo para los niños judíos de todas partes, porque representaban cualidades dignas de emular eternamente.

¿Cuáles eran esas cualidades?

Efraim y Menashé fueron los primeros hermanos de entre nuestros antepasados que vivieron sin rivalidad. Antes de ellos estuvieron Isaac e Ishmael, Yaakov y Esav, y por supuesto, los hermanos de Yosef, que lo vendieron como esclavo. Todas las relaciones estuvieron cargadas de conflicto y competencia.

Efraim y Menashé fueron hermanos que vivieron en armonía, ya que el centro de sus vidas fue el más elevado ejemplo de trabajo por el bien de su comunidad y su pueblo. Las decisiones no estaban basadas en: ¿Qué es mejor para mí? sino en: ¿Qué es mejor para el pueblo judío? Los intereses del ego fueron dejados de lado en favor de algo más grandioso. Resuenan las palabras del rey David: “Qué bueno y placentero es para los hermanos sentarse juntos en paz” (Salmos 133:1). Esta es la esperanza que Dios tiene para todo el pueblo judío.

Además, ellos dos fueron los únicos de los 12 hijos y sus familias que crecieron hasta la madurez fuera de la Tierra de Israel. Y a pesar de esta desigualdad, se mantuvieron firmes en su compromiso con el judaísmo. No siempre podemos garantizar que nuestros hijos no estarán expuestos a un entorno negativo. Por consiguiente, les damos la bendición para que sean como aquellos que no fueron tentados por sus entornos inmorales y mantuvieron su comportamiento ético y recto.

Así, las cualidades exhibidas por Efraim y Menashé, de estar unidos por el bien de todos y de poseer el coraje para mantener los valores judíos en un ambiente no judío, se convirtieron en el punto de referencia para la crianza de niños judíos, incluso milenios después.

La bendición a las hijas

Sara, Rivka, Rajel y Lea… las matriarcas del pueblo judío. Cada una poseía cualidades únicas, que jugaron papeles esenciales en la fortaleza y el futuro de la nación. Pero hubo algo que todas compartían, algo que las mujeres judías de todos los tiempos lucharían para emular.

Cada una vivió con el reconocimiento de que el mayor logro es permitirle a los demás materializar su potencial como individuos y como miembros del pueblo judío. La Torá está llena de relatos sobre estas mujeres, registrando su agudeza, su naturaleza generosa y su sensibilidad, liderazgo y habilidad especial para inspirar a otros. Más allá de esto, todas las matriarcas fueron mujeres excepcionales y rectas, que venían de casas de personas malvadas, lo que hoy llamamos “un ambiente nocivo”.

Un ejemplo de esto es la historia de las hermanas Rajel y Lea. Un día, Yaakov entró en sus vidas, destinado a ser uno de los patriarcas del pueblo judío. Yaakov se enamoró de Rajel y le pidió su mano a Labán, el padre de ella. Labán se la prometió, pero sin embargo, en el último minuto, les dijo a sus hijas que Lea se casaría con Yaakov en lugar de Rajel.

Rajel podría haber reaccionado con resentimiento y celos, pero en cambio ayudó a Lea a casarse con Yaakov, porque reconoció que su hermana necesitaba hacer esto para cumplir con el propósito de su vida y convertirse en una de las matriarcas del pueblo judío.

Este acto de generosidad desinteresada, en donde las necesidades de otra persona (que pueden ser tan importantes como las propias) toman prioridad, es la cualidad que Rajel y las otras matriarcas del pueblo judío ejemplificaron fielmente.

Pero no era todo auto-sacrificio, porque Rajel sabía que hacer lo correcto, permitiéndole a Lea tomar su lugar, era la materialización de su propio potencial. Porque cuando damos a otros y los ayudamos a materializar su potencial, satisfacemos nuestras propias necesidades y nuestro deseo de crecer.

También vemos esto en nuestras relaciones hoy en día, tanto con amigos, familia, e incluso en el lugar de trabajo. Cuando las necesidades de los demás son nuestra prioridad, nuestra percepción de nosotros mismos se eleva inmensurablemente, y nuestras relaciones se convierten en mundos de generosidad, donde florecen el amor y la autoestima.

Estas mujeres compartían una relación especial con Dios, y utilizaron los regalos que Él les dio para el bien de otros y para el pueblo judío. Cuando bendecimos a nuestras hijas el viernes a la noche, le estamos pidiendo a Dios que les provea las cualidades de sus matriarcas, y nos recordamos a nosotros mismos qué significa verdaderamente “dar”.

Guía paso a paso

  1. En diferentes hogares hay diferentes costumbres. Algunas personas se paran y van hasta donde están sus hijos, otras hacen que los niños vengan hacia ellos. En algunos hogares el padre le da la bendición a cada hijo, en otros lo hacen ambos padres.
  2. En todos los casos, se pone una mano sobre la cabeza del niño y se recita la bendición apropiada, ya sea para un niño o una niña.
  3. Luego, es agradable susurrarle al niño algo personal al oído, alabando algún logro suyo de la semana, como una buena nota en un examen o jugar amablemente con su hermano menor. Es tu momento especial con tu hijo, utilízalo para generar una conexión personal.

Bendición para un niño

Bendición para una niña

Reflexiones

Por muchos años fui diligente en darle la bendición de Shabat a cada una de mis hijas, rogándole a Dios que las hiciera como las matriarcas, Sara, Rivka, Rajel y Lea.

Después de que nuestras hijas fueron a la universidad, me enfrenté a un dilema. ¿Cómo les daría la bendición? Entonces se me ocurrió, ¿Por qué no por telefono? Eso fue lo que hicimos, y la costumbre ha continuado hasta hoy. El viernes a la mañana llamamos a nuestra hija menor (que ahora está estudiando en Jerusalem), y le damos su bendición. Más tarde, hacemos lo mismo con nuestra hija mayor en Manhattan.

Independiente de dónde estén, le doy amorosamente una bendición de Shabat a cada una. Honestamente, no sé quién disfruta más, si yo al darla, o ellas al recibirla. Pero no importa. No nos lo perderíamos por nada en el mundo. Es el lazo que nos une como familia, y que une a nuestra familia a su legado judío.

* * *

No crié a mis hijos en un ambiente familiar tradicional, por lo que me sorprendí bastante al ver que han crecido observantes.

A mi esposo y a mí nos encanta pasar los viernes a la noche en sus casas, con toda la familia reunida, todos vestidos con su mejor ropa, la mesa brillando con plata y cristal… Pero mi parte favorita es cuando mis nietos se acercan a sus padres para recibir su bendición.

¡Es tan conmovedor, y tan saludable! No importa qué conflicto hubo durante la semana, en ese momento el niño no puede evitar sentirse muy especial y muy amado.

Sin dudas crecerán con tiernos recuerdos de esas bendiciones de viernes a la noche, que realmente son los pilares de su autoestima.

* * *

Mi padre nos ha dado una bendición a mi esposa y a mí cada viernes a la noche desde hace mucho tiempo, y sin embargo cuando mi hijo nació, no lo hice con él. Creo que me sentía incómodo haciéndolo delante de todos.

Hace unos meses empecé a bendecirlo en secreto cuando todos se levantaban para lavarse las manos antes de comer. La primera vez que lo hice me sentí estupendo. Entonces comencé a fortalecerme poco a poco, hasta que por fin lo hice con todos en la mesa. Ahora es un honor hacerlo, y mi hijo de un año se queda sentado cuando le coloco la mano sobre su cabeza y le doy su bendición. Es increíble lo bien que me hace sentir.


Adaptado de “Friday Night and Beyond” (en inglés) por Lori Palatnik.

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