Crecimiento espiritual
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El arrepentimiento primordial que tenemos que sentir es por el daño que nuestras transgresiones nos causaron a nosotros mismos.
Iom Kipur se traduce como el ‘Día del perdón’. ¿Y qué hacemos en Iom Kipur? Confesamos nuestros pecados. ¿Por qué muchos nos sentimos incómodos con estas palabras? Tal vez porque no suenan demasiado judías. Vamos a tratar de aclarar el correcto entendimiento judío de muchos de los términos que se usan en esta época del año.
Para comenzar este proceso, necesitamos regresar a las bases mismas del pensamiento judío. Dado que Dios es perfecto y no le falta nada, la creación del mundo no puede ser en ningún sentido para el beneficio de Dios. Por ejemplo, no es posible que Dios haya estado aburrido, o que haya sentido curiosidad o soledad y decidiera crear el mundo. Por lo tanto, el propósito debe ser para el bien de la creación y, en especial, de la humanidad.
Esto significa que las mitzvot, las diversas órdenes de “hacer” y “no hacer” que Dios nos dio para guiar nuestras vidas, también deben ser exclusivamente para nuestro propio beneficio. Entonces, ¿cómo debemos sentirnos si transgredimos alguna de ellas? Debemos sentir que nosotros mismos perdimos. Pero, sorprendentemente, nos resulta sumamente difícil sentirlo. ¿Qué es lo que en general sentimos cuando transgredimos? Culpa. Para entender qué absurdo es este sentimiento de culpa, imagina la siguiente historia.
Alguien te pregunta si le prestas algo que es una valiosa herencia familiar. Tú aceptas prestárselo, pero le adviertes que debe tener sumo cuidado, porque es irremplazable. Pero debido a su negligencia, ese objeto se pierde o se arruina. ¿Cómo piensas que se siente esa persona? Probablemente muy culpable.
Ahora considera la misma historia pero con una gran diferencia. También aquí hay algo que es muy valioso y una herencia familiar, y también se pierde o se arruina por una negligencia. Pero en este escenario, la herencia no pertenece a otra persona, sino que la persona arruinó o perdió algo que pertenece a su propia familia. Sin ninguna duda se sentirá horrible, pero será otro sentimiento negativo. Ahora probablemente sentirá remordimiento, arrepentimiento.
Me gustaría sugerir la siguiente distinción entre la culpa y el arrepentimiento:
Culpa es el sentimiento negativo que tenemos cuando le fallamos a otro.
Arrepentimiento es el sentimiento negativo que tenemos cuando nos fallamos a nosotros mismos.
Ahora pensemos cómo debería sentirse la persona que comete una transgresión. Lógicamente debería sentir arrepentimiento, porque se falló a sí misma. Sin embargo, lo más probable es que sienta culpa. ¿Por qué?
Mi Rosh Ieshivá, Rav Nóaj Weinberg zt”l, hablaba sobre la manera ridícula en que la gente se relaciona con el hecho de hacer lo correcto. Sentimos que de alguna manera le hacemos un favor a Dios o que lo estamos ayudando. Cuando hacemos lo correcto tendemos a sentirnos orgullosos de nosotros mismos en vez de sentirnos simplemente afortunados por haber hecho lo que nos beneficia. Por eso, Rav Weinberg a menudo nos recordaba que cuando hacíamos algo bien teníamos que “sentir placer y no orgullo”.
Asimismo cuando hacemos algo malo, por lo general sentimos culpa en vez de sentir arrepentimiento. Tan incómodo como puede ser sentiros culpables respecto a Dios por lo que hicimos, irónicamente eso tiene algo atractivo, porque nos ayuda a mantener la ilusión de que no fuimos tan tontos ni autodestructivos como para dañarnos directamente a nosotros mismos a través de la transgresión que cometimos (aunque obviamente eso es exactamente lo que hicimos).
A propósito, si la transgresión involucró dañar a otra persona, entonces es adecuado sentir culpa, ese sentimiento negativo que tenemos al fallarle a otro. Esa culpa sólo es ilógica cuando la transgresión implica primordialmente a nuestra relación con Dios.
Hay dos maneras fundamentalmente diferentes de considerar la avodat Hashem (el servicio a Dios);
La perspectiva de la Torá: Las mitzvot son para nuestro beneficio y placer, mientras que las transgresiones nos dañan y nos llevan a perder su beneficio y su placer. Por lo tanto, nuestras elecciones de libre albedrío son entre avodat Hashem (más beneficio y placer) vs. transgresiones (más daño y menos placer).
La perspectiva del mundo en general: Las transgresiones son un placer que, por alguna razón, Dios no nos permite. Por lo tanto, nuestras elecciones de libre albedrío son entre avodat Hashem (menos placer) y transgresiones (más placer). Como un ejemplo de esta combinación deformada de transgresiones y placer, algunas personas suelen describir un alimento sumamente delicioso como “pecaminosamente rico”. Incluso hay un delicioso postre de chocolate llamado “pastel del diablo”.
Otro ejemplo que ilustra esto, es lo que ocurre cuando un médico le dice a su paciente que debe dejar de fumar o su salud sufrirá graves daños. El paciente sinceramente le promete al médico que no volverá a fumar. Unos meses más tarde, cuando se vuelven a ver, el paciente le pude disculpas al médico: “Le prometí que no volvería a fumar, pero lo hice. Realmente le fallé. Lo lamento”. El médico se sorprende ante sus palabras y le responde: “Por cierto yo me preocupo por usted y por su salud, y me entristece que haya seguido fumando. Peor obviamente al fumar no me dañó a mí… ¡sólo se perjudicó a usted mismo!”.
El Rambam considera que los pasos esenciales de la teshuvá son:
a. Azivat haJet – abandonar la transgresión.
b. Kabalá lehabá – Comprometerse a no repetir la transgresión en el futuro.
c. Jaratá – Arrepentirse de haber cometido la transgresión.
Además, todo el proceso debe articularse verbalmente (lo que se llama vidui), y si la transgresión involucró a otra persona, se le debe pedir perdón a esa persona.
¿Cuál es la parte más difícil de la teshuvá? Muchos dicen que es kabalá lehabá, no volver a hacerlo. Si bien el compromiso de no volver a repetir nunca una transgresión en verdad es un enorme desafío, es posible que en verdad la parte más difícil sea la jaratá (el arrepentimiento). Para entender por qué es así, es necesario aclarar la naturaleza de la jaratá.
La expresión de jaratá en el rezo de Iom Kipur, así como en las selijot (plegarias pidiendo perdón) que decimos a lo largo del año, es: “velo shavá lanu – para nosotros no valió la pena”. Esto parece raro. Imagina que un hijo le diga a su padre: “Papá, no te hice caso y sufrí mucho”. Aparentemente el hijo no está demasiado preocupado por haber desobedecido a su padre. Lo que lamenta es que el hecho de no haberlo obedecido terminó dañándolo. No tiene sentido que un hijo adopte esta actitud al pedirle perdón a su padre, y por cierto tampoco puede ser la manera en que hacemos teshuvá y decimos vidui por habernos rebelado contra Dios.
Cuando le decimos a Dios en nuestro vidui la frase “velo shavá lanu – para nosotros no valió la pena”, no estamos diciendo que lamentamos lo que hicimos sólo porque no nos funcionó. En verdad es exactamente lo contrario: precisamente porque no escuchamos a Dios, cuyo único interés es nuestro propio beneficio, necesariamente eso no nos funcionó. Por lo tanto, nuestro arrepentimiento debe ser doble. En primer lugar necesitamos valorar lo terrible que es habernos rebelado contra Dios. Pero además de eso, debemos reconocer lo inútil y erróneo que fue para nosotros mismos.
Para muchos, el aspecto más difícil de todo el proceso de teshuvá es poder honestamente hacernos cargo de este impacto autodestructivo de nuestras transgresiones, aceptar tanto la responsabilidad por lo que hicimos como las consecuencias negativas que eso provocó. Sin embargo, una vez que logramos hacerlo, la kabalá lehabá (el compromiso para el futuro) es mucho más sencillo. Al fin de cuentas, simplemente nos comprometemos a dejar de dañarnos a nosotros mismos.
El problema de traducir la palabra hebrea “jet” (transgresión) como un pecado que requiere expiación, es que suena como algo que exclusivamente se trata de una blasfemia o una rebelión contra Dios. Si bien toda transgresión de hecho es una rebelión contra Dios, no debemos perder de vista el daño masivo que cada jet nos provoca a nosotros mismos. Al expresar la jaratá como “velo shavá lanu - no valió la pena para nosotros”, los Sabios nos enseñan algo de suma importancia. El arrepentimiento primordial que tenemos que sentir y articular es por el daño que nuestras transgresiones nos causaron a nosotros mismos. Esta consciencia del daño personal es la protección más poderosa para no volver a transgredir. En otras palabras, la jaratá (el arrepentimiento por haber cometido la transgresión al tomar consciencia de cuánto eso nos ha dañado) es lo que nos permite ser capaz de tomar la kabalá lehabá (comprometernos a no repetir la transgresión en el futuro).
Para ilustrar cómo la jaratá (arrepentimiento) facilita la kabalá lehabá (el compromiso para el futuro), conozco a una persona a quien le diagnosticaron una grave condición médica que requería un cambio drástico en su dieta. Ella es una persona muy quisquillosa, particularmente respecto a su alimento, y viaja con frecuencia. Sin embargo, cuando entendió que ese cambio era necesario para poder seguir viviendo, de inmediato se comprometió a adoptarlo. Nada puede motivarnos a cambiar tanto como un interés personal.
Teshuvá también puede traducirse al español con una palabra que expresa su significado esencial: “retornar, regresar”. El Talmud caracteriza cada jet (transgresión) como una forma de locura temporal. Esto lo podemos ver en la expresión común con la cual muchas personas piden disculpas: “Lo siento. No sé lo que me pasó, no era yo mismo”. La teshuvá se entiende como un “retorno” a la realidad, a nosotros mismos y a Dios.
Dios nos dio la Torá y las mitzvot para nuestro placer y beneficio. Sin embargo, este placer y beneficio requieren un esfuerzo que no siempre estamos dispuestos a invertir. Tenemos que considerar cada transgresión como una locura que principalmente nos daña a nosotros mismos. Por lo tanto, la teshuvá es simplemente el proceso sensible de trabajar para recuperar nuestra sanidad y volver a nuestro ser real y sano. Esto lo logramos al abandonar nuestros errores destructivos, resolver no volver a repetirlos y arrepentirnos por haberlos cometido.
Un objetivo ideal para Rosh HaShaná (cuyo propósito es cambiar la dirección general de nuestra vida para el nuevo año), así como para Iom Kipur (el día de rectificación espiritual de nuestros errores del pasado), es aceptar de una vez que Dios no nos necesita para nada. Él nos dio la Torá y las mitzvot exclusivamente para nuestro propio beneficio, y cuando no somos suficientemente fuertes o suficientemente dedicados para seguirlos, entonces nos dañamos a nosotros mismos. Al comprometernos a mantener esta conciencia en Rosh HaShaná, o durante los Diez Días de Teshuvá previos a Iom Kipur, podemos esperar que Iom Kipur logre corregir cualquier error que hayamos cometido el último año con un arrepentimiento saludable, y sin ningún sentimiento negativo de culpa.
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