Crecimiento personal
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Hay muchos ateos dando vueltas. ¿Hay que tener fe para ser ateo?
Puede que sea un filósofo académico, pero también soy un rabino ortodoxo. En consecuencia, no te sorprenderá escuchar que mi respuesta a la pregunta: "¿Dios existe?" sea un firme sí. Dios existe. Al decir "Dios", me refiero a un ser supremamente bueno e inteligente, suficientemente poderoso como para crear este universo y gobernar su evolución de acuerdo con Su voluntad.
Tristemente, la mayoría de mis colegas en el mundo de la filosofía contemporánea, por lo menos en el mundo de habla inglesa, no están de acuerdo conmigo. De todos modos, me alegra afirmar que mi teísmo no me ubica dentro de una minoría insignificante. A pesar de los números, algunos de los filósofos más grandiosos, reconocidos y celebrados de nuestro tiempo son fieles creyentes (Saul Kripke, Alvin Plantinga, Eleonore Stump, Dean Zimmerman, Richard Swinburne, Lara Buchak y otros). Lo que nos falta en cantidad, lo complementamos con calidad.
Al decir "Dios", me refiero a un ser supremamente bueno e inteligente, suficientemente poderoso como para crear este universo y gobernar su evolución de acuerdo con Su voluntad.
Por supuesto, es frecuente que los ateos acusen a los teístas de ser demasiado optimistas, de crear un amigo imaginario en el cielo para consolarse ante el desamparo y la mortalidad humana. Por mi parte, yo creo que el exceso de optimismo es la raíz del ateísmo. Algunas personas simplemente prefieren no creer en Dios.
Aquí hay un ejemplo. Resulta ser que las diferentes constantes físicas que gobiernan nuestro universo están "calibradas con gran precisión", siendo capaces de dar lugar al surgimiento de la vida. De acuerdo con la mayoría de los físicos, la probabilidad de que nuestro universo fuera capaz de albergar vida es menor a uno en un trillón trillón trillón trillón. El físico ateo Leonard Susskind escribe que las condiciones para la vida en este universo están "tan increíblemente calibradas que nadie puede llegar a creer que es accidental".
El teísta no piensa que sea accidental. Esas condiciones fueron establecidas con un objetivo, por un ser suficientemente poderoso como para gobernar la evolución del universo: Dios. Entonces, ¿cómo logra Susskind eludir a Dios? Lo hace suponiendo que existe una cantidad infinita de universos. En ese caso, la probabilidad de que un universo fuera capaz de hospedar vida sería mayor a una en un trillón trillón trillón trillón, ya que algún universo simplemente podría tener suerte.
El teísta no cree que sea accidental. Esas condiciones fueron establecidas con un objetivo, por un ser suficientemente poderoso como para gobernar la evolución del universo: Dios.
Para escapar a la existencia de un Dios, el ateo se ve forzado a proponer la existencia de una cantidad infinita de universos de los que, quizás, algunos tengan seres muy poderosos similares a Dios. Todo esto para eludir a Dios. ¿Quién termina siendo culpable de permitir que sus deseos psicológicos lo lleven a conclusiones absurdas?
De acuerdo con el mejor relato científico sobre el origen de la vida, somos el resultado de la selección natural, de una batalla por la supervivencia en la que sólo los genes mejor adaptados continúan en las generaciones subsiguientes. Si sacas a Dios de esta teoría, debes asumir que nuestras facultades cognitivas se formaron por la necesidad de supervivencia del Homo Sapiens en la África paleolítica. Si eso fuera cierto, ¿deberíamos confiar en nuestras facultades cognitivas?
Quizás sea cierto que, por lo general, las presiones evolutivas forjan mecanismos confiables de creencia. ¿Pero por qué creer que los mecanismos que se formaron en nuestros ancestros paleolíticos son confiables en nuestro nuevo entorno? ¿Por qué creer que serían confiables para formar creencias sobre teorías muy abstractas de ciencia y filosofía, que tienen muy poca aplicación para nuestra supervivencia cotidiana?
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El punto, planteado por primera vez por Alvin Plantinga, puede explicarse de esta forma: la teoría de la evolución, al ser asociada con el ateísmo, se socaba a sí misma. Si la teoría es cierta, entonces nuestra especie tiene un motivo excelente para no considerar que el resultado de nuestras facultades cognitivas sea cierto en nuestro entorno actual, particularmente en lo referente a temas científicos y filosóficos, tal como el origen de las especies.
Pero si sumas a Dios a la ecuación, entiendes a la evolución como un mecanismo mediante el cual Dios permite el surgimiento de la biodiversidad y asumes que Dios tiene el poder para influir en el proceso. Si crees que, como resultado de Su bondad, Dios desea ser conocido y comenzar una relación con seres con capacidad cognitiva, no necesitas desconfiar de la teoría de la evolución si y cuando la evidencia lleva a tus facultades cognitivas a creer en ella.
No olvidemos que los métodos de la ciencia moderna fueron creados por teístas, como Francis Bacon, Robert Doyle e Isaac Newton. Ellos creían que todo fenómeno complejo debe tener una explicación simple. La razón por la que pensaban esto era su fe en que el universo fue construido por un ser absolutamente poderoso, amante de la ley, que nos entregó esa ley, y que quiere que vivamos en un mundo que podamos llegar comprender. Sin esa fe, la investigación científica resultaría irracional. Quizás por esto Einstein reconoció que "la ciencia sin la religión está coja", a pesar de haber dicho que "la religión sin la ciencia es ciega".
Quizás por esto haya Einstein reconoció que "la ciencia sin religión está coja", a pesar de haber dicho que "la religión sin la ciencia es ciega".
Para Richard Dawkins, el amor romántico monógamo sólo puede considerarse irracional y contrario a las exigencias de la evolución mediante la selección natural. Él escribió: "En lugar de la devoción fanáticamente monógama a la que somos susceptibles, una suerte de 'poliamor' da la impresión de ser más racional". Quizás la monogamia y el amor romántico exclusivo puedan servir un propósito darwiniano a corto plazo: generar lealtad a una sociedad entre los padres durante el tiempo suficiente para criar a un niño humano. La monogamia no tiene una ventaja evolutiva discernible más allá de ese punto.
Pero, ¿estuviste alguna vez enamorado? Si lo estuviste, supongo que no concluirás con tanta rapidez que se trata de una consecuencia irracional de la evolución. Decir eso le quita su tremendo significado existencial a esta experiencia que conocemos con mayor certeza que cualquier explicación científica. El teísta tiene una explicación mejor. Dios nos ama y quiere que lo amemos. Como lo expresó C. S. Lewis, el compromiso absoluto del amor romántico "es un paradigma o ejemplo, grabado en nuestra naturaleza, del amor que debe existir entre Dios y el hombre". En contraste, para Richard Dawkins, es un error peculiar en nuestra programación evolutiva que provoca la devoción fanática sin ninguna buena razón.
Dawkins escribe:
"Una estrategia que encuentro divertida, cuando me preguntan si soy ateo, es señalar que el interrogador también es ateo al considerar a Zeus, Apolo, Amón Ra, Mithras, Báal, Tor, Wotan, el Becerro de Oro y al Monstruo espagueti volador. Yo sólo voy un dios más allá".
Sin embargo, Dawkin no entiende la diferencia entre Dios y todos esos dioses falsos. La diferencia es sísmica. Yo no confiaría en la ciencia basada en las promesas de un ser tan voluble como Zeus. Si tratara de explicar el amor en base al exceso lujurioso de Báal, me sería imposible. Para cumplir el rol que Dios tiene, de acuerdo con mi perspectiva del mundo, como la base sobre la cual se apoyan la mayoría de nuestras explicaciones sobre el universo, Dios debe tener propiedades muy específicas: necesita ser supremamente bueno e inteligente, suficientemente poderoso como para crear este universo y gobernar la evolución de acuerdo con Su voluntad. En otras palabras, Dios tiene que ser Dios.
Podría decirse mucho más. No agoté mis razones para creer en Dios, y tampoco respondí a muchas objeciones muy serias. En cambio, mediante estas palabras, traté de explicar de forma resumida y omitiendo muchos detalles, cómo mi creencia en Dios forma parte de mi explicación general del universo. Más aún, intenté mostrar las formas en que rehusarse a creer en Dios puede tener un alto costo filosófico. Si los ateos cuestionan mi necesidad filosófica de aferrarme a Dios, puedo decir que yo cuestiono su necesidad psicológica de rechazarlo a toda costa.
Foto: Anthony Tran en Unsplash
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