La reencarnación según el judaísmo

7 min de lectura

Explorando los fundamentos místicos de este malentendido concepto.

¿La reencarnación es un concepto judío?

El tema de la reencarnación genera muchas preguntas y fuertes reacciones entre la gente. A veces la pregunta es simplemente: ¿La reencarnación es un concepto judío?

Para muchos, la reencarnación pareciera ser una idea que pertenece a otras religiones, particularmente a las de oriente, y no al judaísmo.

Una razón de esto es porque la idea de la reencarnación no aparece en muchos de los textos fundamentales de la Torá, como el Jumash, la Mishná o el Talmud. Uno pensaría que si la reencarnación fuera un concepto tan popular en el judaísmo, habría entonces al menos algunas referencias a ella en esas fuentes y en otras similares.

Pero a diferencia de otras religiones, el judaísmo prefiere no mezclar los temas cotidianos con sus elementos más místicos. A pesar de que la cábala es tan central como las otras áreas del judaísmo (1), e incluso el Talmud hace alusión a ella (Jaguigá 14b), introducir cábala en el estudio diario de Torá es tan útil como discutir detalles de la Teoría Cuántica con estudiantes de segundo año de secundaria.

Sin embargo, quien se haya graduado en Jumash, Mishná y Talmud, y haya llegado al Zóhar (2), encontrará —entre otros incontables temas— una discusión muy detallada sobre la reencarnación, particularmente en el comentario del Zóhar sobre la parashá Mishpatim, en donde se explica qué es la reencarnación, cómo funciona y por qué es necesaria.

Para clarificar las enseñanzas del Zóhar, la persona puede dirigirse al libro Sháar haguilgulim (El portal de las reencarnaciones) o al Séfer haguilgulim (El libro de las reencarnaciones). Ambas obras son las enseñanzas del cabalista más grande de los últimos 500 años, Rabí Itzjak Luria, más conocido por su acrónimo, Arizal, cuyas enseñanzas son consideradas autoritativas.

La reencarnación es una idea judía que tiene una extensa tradición.

Entonces sí, la reencarnación es una idea judía que tiene una extensa tradición. Pero, ¿por qué este tema le resulta tan fascinante a la gente?

Algunas personas parecieran fascinarse porque les brinda la posibilidad de mantenerse en contacto, al menos emocionalmente, con los seres queridos que ya no están con ellas. Las personas quieren saber que dónde sea que estén, están bien, y que quizás incluso vuelvan en otra vida. Quieren saber que si bien han dejado este mundo, su vida continúa, quizás en otro lugar. La idea de la reencarnación los reconforta en ese aspecto.

A otros les fascina entender las inexplicables tendencias personales o las curiosas naturalezas de los distintos miembros de la familia o amigos. En ocasiones, las experiencias de la vida no consiguen explicar eventos inusuales o anomalías personales. La reencarnación puede explicar mucho de ello, como veremos en el ensayo siguiente.

Y para otros no se trata sino de una fascinación general con los temas místicos, categoría a la que seguramente pertenece la reencarnación. ¿Quién no quiere creer que la vida es más que lo que podemos ver o sentir? ¿Quién no quiere creer que podemos tener una segunda oportunidad —y quizás más de una— para enmendar los errores pasados?

¿Por qué existe la reencarnación?

¿Por qué existe la reencarnación? La vida no es diferente a la educación, en donde uno avanza de nivel en nivel a medida que va madurando y se va volviendo más inteligente. El proceso educacional que la mayoría transita en la vida tiene el objetivo de enseñarle a la persona a funcionar en el mundo, ayudarla a aprovechar su vida al máximo y explicarle lo importante que es ser un miembro responsable de la sociedad.

De la misma forma, a medida que la persona va creciendo, su capacidad espiritual también va aumentando y madurando. Pero esto no ocurre de manera automática. Al igual que mientras más uno invierte en educación más se beneficia de la misma, cuanto más uno invierta en el crecimiento espiritual más poderosa se volverá la persona en el plano espiritual.

¿Cómo funciona esto en la práctica?

Lo primero que necesita saber una persona es que el judaísmo enseña que si bien todos tenemos un alma única, cada alma está compuesta por cinco partes (3): néfesh, rúaj, neshamá, jaiá y iejidá, cuyas traducciones burdas serían respiro, espíritu, aliento, vida y unidad, nombres que no expresan mucho si uno no los entiende bien. Lo que nos importa por ahora es saber que estas partes representan el camino a la completitud espiritual, porque cada nivel provee incrementalmente un mayor acceso a niveles superiores de capacidad espiritual.

Una buena analogía para entender cómo funciona esto es un programa de computación. Muchas veces una persona puede adquirir un programa para su computadora por poco dinero o incluso de forma gratuita. Pero hay una trampa: al abrir el programa recién instalado y usarlo por primera vez, la persona se dará cuenta de que algunas de las opciones publicitadas están en gris, indicando que aún no están disponibles. Para acceder a estas funciones tiene que pagar la versión completa.

Si la persona elige dar el salto económico e invertir más dinero en el programa, recibirá por lo general una clave alfanumérica para completar el registro. Después de tipearla, las funciones en gris casi mágicamente se volverán negras, haciendo instantáneamente que el programa se vuelva más poderoso.

¿Cómo una simple serie de caracteres alfanuméricos logra entregarle tantas funciones más al usuario?

La verdad es que no se debe a la serie de caracteres. Lo que ocurre en realidad es que todas las funciones —las accesibles y las inaccesibles— se almacenan en la computadora durante la primera descarga. Sin embargo, el programa fue escrito de forma tal que sólo otorga acceso a una cantidad limitada de funciones hasta que el usuario pague para recibir una clave.

De esta forma el usuario puede ver lo que le falta y tentarse a pagar por el resto del programa. Una vez que lo hace y registra el programa, recibe permiso para utilizar el resto de sus funciones.

Al nacer, todo individuo tiene los cinco niveles del alma. Debemos tenerlos si vamos a estar recibiendo continuamente luz divina para seguir funcionando, ya que los cinco niveles del alma nos conectan con la luz de Dios, la cual alimenta nuestra alma y mantiene vivo a nuestro cuerpo (4). Si faltara un nivel del alma significaría que se rompió la conexión entre la persona y su Fuente de Vida.

Incluso el Talmud declara que antes del nacimiento de un niño un ángel le enseña toda la Torá; el único problema es que inmediatamente antes del nacimiento el ángel hace que el niño olvide todo lo aprendido (Nidá 30b). Esto pareciera no tener sentido, ¿verdad?

La verdad es que no. Hay una gran diferencia entre aprender algo nuevo y recordar algo que ya hemos aprendido en el pasado. El Talmud nos dice que la educación —al menos en lo referente a la Torá— es un proceso de traer a la conciencia lo que ya existe en nuestra mente en un nivel subconsciente. El estudio de Torá le da a una persona acceso a niveles más altos de entendimiento y, como veremos más adelante, a niveles más altos del alma.

Somos creados a imagen de Dios para alcanzar grandes logros espirituales.

Al comienzo, para continuar con vida y funcionar, la persona sólo necesita el nivel más bajo del alma (el néfesh). Un bebé necesita hacer muy poco fuera de comer y beber, y para eso el néfesh es suficiente. De hecho, una persona podría, como muchas hacen, vivir el resto de su vida sólo en el nivel del néfesh, a pesar de que al hacerlo no experimentará mucha espiritualidad.

Dios no hizo al hombre a Su imagen sin tener un objetivo para ello (5). Lo hizo para permitirle alcanzar grandes logros espirituales, para que se convierta en el mejor ser humano que pueda ser y para que logre la realización máxima, tanto en este mundo como en el venidero.

La vida es para lograr exactamente eso, e idealmente para terminar la tarea en una sola vida.

Lo importante es la travesía

La humanidad es capaz de lograr grandes proezas espirituales, pero la vida no siempre apoya sus esfuerzos para lograrlos y, en muchas ocasiones, se opone con gran vehemencia a ellos.

¿Quién es el culpable? Es lo que en hebreo llamamos iétzer hará, la inclinación hacia el mal. En el Jardín del Edén, el iétzer hará estaba personificado por la serpiente que, en contra de la voluntad de Dios, convenció a Eva para que comiese del Árbol del Conocimiento del Bien y el Mal. Hasta ese momento los seres humanos no tenían una inclinación hacia el mal y permanecían perfectamente balanceados entre el bien y el mal (6).

Sin embargo eso no duró mucho. Como resultado del pecado, El iétzer hará fue absorbido por el hombre y se convirtió en parte de sí mismo, causando un resultado que la Torá expresa sucintamente de la siguiente manera:

El deseo del corazón del hombre es malvado desde su juventud (Génesis 8:21).

Sin dudas fue un evento que cambió la realidad. Pareciera que ahora el iétzer hará tiene sus propios objetivos, y está más interesado en obtener disfrute material que en perfeccionarse espiritualmente. El iétzer hará no cree en la idea del desarrollo espiritual y pareciera querer sabotear todo intento para lograrlo.

El iétzer hará interfiere con nuestra capacidad para subir la escalera del alma.

Si bien esta realidad puede ser espiritualmente problemática y agobiante, no es accidental. Así tiene que ser, porque de esta manera, se asegura que todo crecimiento espiritual que logremos sea resultado de nuestras propias elecciones y no de algo automático o accidental. Se nos dio el regalo del libre albedrío y estamos aquí para usarlo con sabiduría, siendo esa la base del crecimiento espiritual.

El problema es que el iétzer hará puede interferir con nuestra capacidad para subir la escalera del alma, desde el néfesh al rúaj, a la neshamá, etc., y puede interferir tanto como para que se nos acabe el tiempo en esta vida antes de haber terminado nuestra tarea. En algunos casos la gente podría permanecer varada en los niveles inferiores del alma por décadas, e incluso durante toda una vida (7).

¿Qué ocurre en ese caso? La reencarnación. En la mayoría de los casos volvemos para terminar lo que habíamos comenzado en otra vida, incluso si no sabemos quiénes fuimos o dónde estuvimos. La buena noticia es que al hacerlo no comenzamos desde cero, porque si lo hiciéramos nunca lograríamos nada sino que repetiríamos muchos de los errores que cometimos en las vidas pasadas.

En la siguiente entrega hablaremos sobre cómo descifrar lo que has venido a arreglar.

Haz clic aquí para leer la segunda parte de este artículo.


1. Pardés, sháar eser velo teisha, Cap. 9; Drushei olam hatohu, Jélek 1, Drush 5, Simán 7, Os 8.

2. Una de las fuentes principales y originales de pensamiento de cábala, basada en las enseñanzas de Rabí Shimón Bar Iojai, circa 70 EC.

3. Sháar haguilgulim, primera introducción.

4. Séfer haklalim, Klal 18, Anaf 8, Os 10.

5. Bereshit 1:26.

6. Dérej Hashem 1:3:7:8.

7. Sháar haguilgulim, primera introducción.

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