¿Por qué los judíos lloramos en Tishá BeAv?

26/07/2023

4 min de lectura

En Tishá BeAv no nos distraemos del dolor. Lo reconocemos, lo aceptamos y sufrimos, lo que nos permite seguir adelante hacia la sanación y la esperanza.

Visitar una casa de shivá para dar consuelo a alguien que perdió a un ser querido puede ser incómodo, difícil e intimidante.

Cuando cruzo la puerta, el aire se siente más pesado. Nuestros ojos se conectan y la ley judía me guía y me indica que debo evitar un saludo normal y en cambio tengo que permanecer en silencio, mientras me siento y me uno a su tristeza. Yo aprecio la cadencia natural de las interacciones humanas, y el silencio incómodo que a menudo impregna estas visitas agrega incomodidad al dolor. Quiero brindar consuelo, pero sé que no estoy allí para solucionar nada. Estoy allí para sentarme, para compartir, para estar.

Cuando llega el momento de partir, repito las tradicionales palabras de consuelo que han dicho otros, conectándolos con todos los dolientes de Sion y Jerusalem.

Considerar la experiencia de alguien que enfrenta una pérdida evoca las palabras tradicionales del profeta que se recitan en Tishá BeAv, el día más triste del año judío: "Que se siente solo y en silencio…". En esta breve frase hay tres elementos clave: sentarse, estar solo y en silencio. La ley judía instruye al deudo que debe sentarse en una silla más baja o en el suelo, permanecer dentro de una vivienda sin salir a socializar y abstenerse de conversaciones frívolas que puedan distraerlo. Esto presenta un marcado contraste con algunos de mis amigos no judíos que después de un funeral iban a beber juntos a un bar.

Entonces, ¿cómo expresamos nuestras emociones de una forma sana y apropiada, sin enterrarlas ni vernos enterrados por ellas?

Una respuesta es lo que los psicólogos contemporáneos llaman "positividad tóxica": evitar las emociones negativas. Lamentablemente, esta tendencia de disminuir la tristeza natural puede afectar el crecimiento personal y la compasión, llevando a niveles más elevados de estrés y a dificultades en las relaciones.

Una alternativa es la que presenta Viktor Frankl, el "optimismo trágico", buscar significado no en el evento, el incidente o la tristeza misma, sino en cómo se lo procesa. Al aceptar las emociones y aprender de ellas, el individuo obtiene entendimiento, sabiduría y la capacidad de seguir adelante.

En ningún día del año esto es más significativo que en Tishá BeAv, el nueve de av. El día de ayuno que conmemora la primera vez que se le prohibió al pueblo judío entrar a la Tierra de Israel, así como el día en que fueron destruidos el Primero y el Segundo Templo (586 AEC y 70 EC), así como otras tragedias espantosas a lo largo de la historia, desde la inquisición española (1492) y la Primera Guerra Mundial (1914) hasta la deportación masiva de judíos del gueto de Varsovia a Treblinka (1942).

En este día, no vamos a visitar a un deudo, sino que nos convertimos en el deudo al unirnos en el dolor.

Este día me cuesta mucho. Mi tendencia natural es saltar rápidamente y ofrecer soluciones antes que empatía, tratar de solucionar cualquier cosa que parezca rota o dañada. Sin embargo, si bien hay un tiempo y un lugar para esa tendencia, no es lo adecuado en este día. Un propósito singular de Tishá BeAv no es elevarnos más allá de la tristeza, sino dejarnos sentirla.

A diferencia de los ayunos talmúdicos de las épocas de peligro o sequías, que giraban en torno a la plegaria y al arrepentimiento, Tishá BeAv se destaca como un día dedicado al duelo. No buscamos un lado positivo ni tratamos de racionalizar los caminos de Dios. No intentamos escapar ni distraernos del dolor, sino revolcarnos en nuestra tristeza. Reconocemos, aceptamos, nos afligimos, sufrimos y nos sensibilizamos al máximo.

En Tishá BeAv se atenúan las luces de la sinagoga y el ambiente es sombrío. Escuchamos los inquietantes versículos de "Lamentaciones" y leemos Kinot, que son elegías que relatan las calamidades vividas a lo largo de los siglos. En este tiempo de introspección, aceptamos el caos, las pruebas y las tribulaciones. A diferencia de nuestra habitual búsqueda de respuestas y acción, adoptamos una postura pasiva y, literalmente, nos sentamos con el dolor. De esta manera, el judaísmo nos da permiso para el duelo, para aceptar nuestras vulnerabilidades y sentir el dolor sin tener vergüenza.

A través del duelo cultivamos la empatía y el entendimiento, lo que nos impulsa a sanar y a tener esperanzas.

Sin embargo, aunque Tishá BeAv puede representar la desesperación, no nos quedamos allí. Esto ocupa sólo un día del año, porque nos impulsa hacia la sanación y la esperanza. A través del duelo cultivamos la empatía y el entendimiento. Comprendemos que podemos transformar nuestra perspectiva y esto nos guía hacia la renovación. Esta creencia en el futuro es lo que nos da la fuerza para reconocer por completo el sufrimiento, transformando el duelo en un profundo acto de fe.

Este día de conmemoración nos prepara para la dicha y el redescubrimiento del significado de la vida. Por esta razón, la fuente bíblica de Tishá BeAv es la profecía sobre la redención, cuando el día "se convertirá en tiempos de gozo y alegría, y celebraciones alegres". Quizás cuando alcancemos esta última perspectiva capturada en el "optimismo trágico" de Frankl, comprenderemos que el duelo de la manera correcta, en el momento adecuado, es tan válido como la celebración.

Tishá BeAv nos recuerda que no hay ningún problema con sentir tristeza, frustración y otras emociones que a menudo evitamos. Si bien es sólo un día, ocupa un lugar destacado en nuestro calendario. Es un día en el cual tenemos permiso para la tristeza y el llanto.

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