Cómo una integrante del pueblo igbo de Nigeria se acercó al judaísmo

18/06/2024

10 min de lectura

La persistente búsqueda de la verdad de Simja Tamar la llevó desde Carolina del Norte hasta Sderot, en Israel.

Al crecer en la comunidad afroamericana en Camp Lejeune, en Carolina del Norte. Simja Tamar sentía que había nacido en la familia equivocada. Ella sabía que sus ancestros pertenecían al pueblo igbo de Nigeria y que fueron llevados desde el oeste de África hacia los Estados Unidos por los traficantes de esclavos. Pero lo que no sabía era que el pueblo igbo tiene una tradición oral que enseña que son descendientes de Eri, hijo de Gad, que fue uno de los hijos del patriarca Iaakov, y que se consideran a sí mismos judíos.

Cuando Simja Tamar era muy pequeña, su abuela se convirtió al cristianismo. "En retrospectiva, entiendo que ella trataba de mantener unida a la familia", dice Simja Tamar. "Ella tenía 26 nietos y trataba de mantenernos como un grupo cohesivo, haciendo que todos sus nietos fueran a la iglesia".

Desde los cuatro años, Simja Tamar asistió regularmente a la iglesia metodista africana. En la escuela dominical, aprendió sobre la Biblia. Le llamaban la atención las diferencias entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. "Cuestionaba todo porque sabía que algo no estaba bien en ese sistema", dice.

Cuando tenía nueve años, la maestra de la escuela dominical le sugirió a Simja Tamar que escribiera todas sus preguntas y se las llevara a su abuela. "Fui llevando esas preguntas a mi abuela, de a una por vez. Ella respondió absolutamente todas mis preguntas. ¡La amo con todo mi corazón!

"La primera pregunta era: ¿quiénes son esas personas en el Nuevo Testamento y por qué no hacen lo que hacen los judíos? Ella me lo explicó todo y yo le pregunté: '¿Cómo se puede cambiar la Biblia? ¡Eso no me gusta, abuela! ¡No puedo hacerlo! Quiero estar con la gente del Antiguo Testamento".

A los 11 años, después de dos años de preguntas teológicas, la abuela de Simja Tamar le dijo: "Habla con el pastor y él escuchará todo lo que hemos conversado y entonces ya no tendrás que volver a la iglesia. No estás loca. Antes éramos judíos en África. Vé y serás la judía de la familia".

"Con eso me retiré", dice Simja Tamar.

En búsqueda del aprendizaje y la práctica judía

Una vez que dejó la iglesia, Simja Tamar comenzó a explorar el judaísmo. "Tengo una educación improvisada en la Torá, ya que tenía 15 años". Ella leía libros sobre judaísmo e intentaba aprender cada vez más.

En el camino, Simja Tamar se casó con un judío de ascendencia húngara y africana. Tuvieron un hijo. Luego se divorciaron.

El aprendizaje sobre judaísmo de Simja Tamar ha sido un proceso de toda la vida. En su pueblo no había sinagogas. Lo más similar que encontró fue una iglesia alternativa que había rechazado la doctrina cristiana. "No estaba en absoluto orientada a Jesús… De hecho, enseñaban que Jesús no era el Mesías. Y enseñaban Torá. Cumplíamos todas las festividades".

Onyibor Oloh, un judío igbo

Los líderes de la iglesia distinguían entre judíos y no judíos, alentando a los miembros judíos de la congregación a cumplir algún nivel de Shabat y a comer comida kasher. "Saber lo que mi abuela me había enseñado, que éramos judíos de África, estaba bien para mí", dice Simja Tamar.

Pero esta iglesia enfrentó una fuerte oposición del cristianismo clásico. La comunidad protestante la clasificó como una secta y la iglesia fue obligada a disolverse.

Después de eso, Simja Tamar se unió a una congregación conservadora de Arlington, Virginia. Pero la decepcionó el nivel de educación y observancia judía en la sinagoga y empezó a buscar más información en Internet.

Un Shabat, Simja Tamar estaba mirando una clase de Torá en su computadora cuando oyó hablar sobre la prohibición de conducir en Shabat. "Me sorprendí. Siempre había conducido en Shabat y nunca nadie me había dicho que había algún problema".

Pero algo en las palabras del Rabino llegó a Simja Tamar. El trayecto de su casa hasta la sinagoga conservadora llevaba unos 45 minutos y ella siempre había tenido sentimientos negativos respecto a manejar. Siguió buscando más información sobre el Shabat y aprendió todo lo que pudo.

Cuando Simja Tamar le informó al rabino conservador su decisión de comenzar a cumplir el Shabat, él la desanimó. En ese momento, Simja Tamar vivía sola, su hijo ya había crecido y se había ido de la casa. Al rabino le preocupaba que se sintiera sola en Shabat. Simja Tamar le respondió: "Tengo mi Torá y estaré bien".

Simja Tamar en el Muro de los Lamentos

Pero Simja Tamar quería ir a la sinagoga para Iom Kipur. Ella arregló para quedarse con una familia que vivía cerca de la congregación conservadora y llevó comida para terminar el ayuno.

Cuando estaba guardando su comida en la heladera de sus anfitriones, vio que en un estante había tocino. En ese momento decidió que debía dejar la sinagoga conservadora y buscar una comunidad más adecuada. Pero en la zona no había otras sinagogas. "Estudiaba la Torá, guardaba el Shabat y observaba las festividades en mi casa", dice Simja Tamar. Al mismo tiempo comenzó a pensar en mudarse a una comunidad más grande.

Nunca es fácil dejar tu lugar de nacimiento y tu familia. Para Simja Tamar, la mudanza fue todavía más complicada porque la situación económica y los altos intereses le impidieron vender su casa en Virginia.

Además, Simja Tamar no estaba segura de adónde debía mudarse. Mientras debatía cuál debía ser su siguiente paso, siguió investigando sobre su herencia.

Buscando su origen

Simja Tamar buscó más información sobre sus ancestros. Encontró un libro, "The Interesting Narrative of the Life of Olaudah Equiano" (La interesante narración de la vida de Olaudah Equiano), escrito en 1757 por un hombre igbo liberado que había sido secuestrado y esclavizado cuando era un niño, y que describe las costumbres y las tradiciones del pueblo igbo. Simja Tamar reconoció que algunas de ellas también se practicaban en el judaísmo, como la circuncisión, Rosh Jódesh (la nueva luna), Shavuot y el ritual de lavarse las manos antes de las comidas.

Simja Tamar recuerda cuál fue su reacción: "Me dije: '¡Un momento! No estoy en la familia equivocada. Nunca estuve en ls familia equivocada. Esta gente hace las cosas que hace el pueblo del Antiguo Testamento. ¡Creo que este es mi Dios!"

Con el tiempo, Simja Tamar descubrió otras similitudes entre las tradiciones igbo y el judaísmo, tales como las palabras hebreas que usa el lenguaje igbo.

De acuerdo con la investigación de Simja Tamar, el pueblo igbo practicó el judaísmo en el oeste de África durante miles de años, hasta la llegada de los misioneros cristianos europeos, a partir del siglo XVII. La Tierra quedó bajo control británico desde comienzos del siglo XX:

A pesar de carecer de registros escritos, los igbo transmitieron oralmente sus enseñanzas de Torá de generación a generación, lo que ellos llaman Omenana.

En el siglo XIX, los traficantes de esclavos operaron en el oeste de África. Ellos secuestraban personas, incluso niños, y los llevaban a América, donde los vendían como esclavos. Simja Tamar descubrió que sus ancestros estuvieron dentro de un gran grupo de personas igbo que fueron llevados a Virginia en siete barcos. Durante muchas generaciones fueron esclavos, hasta que finalmente la esclavitud se abolió en los Estados Unidos tras la Guerra Civil.

La dificultad de encontrar un trabajo que le permitiera cuidar Shabat

Mientras tanto, Simja Tamar enfrentó otro desafío. En el 2003, el centro de llamadas para el que trabajaba subcontrató el trabajo a la India, y Simja Tamar se quedó desempleada.

"Desde entonces, fue muy difícil encontrar un trabajo que me permitiera no trabajar en Shabat. Nunca había tenido ese problema. Estaba sorprendida".

Trató de comunicarse con grandes centros de llamadas, esperando que fuera más fácil encontrar allí facilidades religiosas. "No estaban dispuestos. Me discriminaban abiertamente", se quejó ante la Comisión para la Igualdad de Oporttundiades de Empleo (CIOE).

"Acabé presentando diez denuncias contra diez grandes centros de atención telefónica de los Estados Unidos", cuenta Simja Tamar. Los diez fueron rechazados, pero ella no se dio por vencida e intentó llevar los casos a los tribunales federales.

"En el 2016 estaba de nuevo en la CIOE. No sólo no recibí protección, sino que esta vez me dijeron: 'Necesitamos saber qué clase de judío eres… No tienes que responder. Simplemente desestimaremos la acusación y cortaremos la llamada".

Hasta entonces, Simja Tamar debatía si debía mudarse a Nueva York o a Israel. Cuanto más Torá aprendía, más notaba el énfasis en la santidad de la Tierra de Israel. Ya había presentado una solicitud de aliá, pero Israel estaba demasiado lejos de su familia y de todo lo que le resultaba conocido y familiar.

Simja Tamar dice que en ese momento "finalmente entendí la consistente discriminación en los empleos en los centros de llamadas. ¡Dios me estaba sacando a patadas del país al que mis antepasados llegaron encadenados!".

Allí fue cuando Simja Tamar tomó su decisión de "volver a casa", de mudarse a Israel.

La mudanza a Israel

Una vez que tomó la decisión, las cosas comenzaron a moverse. La casa que nunca podía vender se vendió en cinco días por el precio total que ella pedía. Entendí la señal y le agradecí a Dios", recuerda Simja Tamar.

En el 2020, en medio de la pandemia de COVID, Simja Tamar llegó a vivir a Sderot, en el sur de Israel. Ella desearía haberlo hecho antes, pero "Dios tiene los cronogramas perfectos. ¡Me encanta estar aquí! Estoy recuperando el tiempo perdido".

A pesar de que Simja Tamar se considera a sí misma judía desde que era muy pequeña, ella sabía que debido a la falta de pruebas definitivas de su origen judío, tendría que completar la conversión formal al judaísmo que es reconocida por la comunidad judía ortodoxa y por el Rabinato de Israel.

Inmediatamente después de llegar, Simja Tamar buscó un Rabino marroquí que pudiera ayudarla con la conversión. En un minián improvisado de la época del COVID, conoció a uno de sus vecinos, que resultó ser un rabino marroquí. "Estaba feliz", recuerda.

El Rabino estuvo dispuesto a ayudarla. Él puso en contacto a Simja Tamar con Rabinos que hablaban inglés que tenían un programa de conversión.

Simja Tamar disfrutó el estudio del programa de conversión, que era "más profundo" que sus estudios previos de judaísmo. Ella completó el programa y recibió su certificado de conversión en el 2021. Finalmente sentía que había completado el círculo y que era judía sin ninguna duda.

En Sderot el 7 de octubre

Cuando comenzó la guerra el 7 de octubre, Simja Tamar estaba enseñando inglés en escuelas locales, buscando maneras de participar en la comunidad.

Esa mañana, mientras desayunaba, Simja Tamar escuchó disparos de armas automáticas. "Como crecí en una ciudad militar, sede de la mayor base anfibia terrestre del Cuerpo de Marinos de los Estados Unidos en Carolina del Norte, estoy familiarizada con las armas de guerra. Me acerqué a la puerta de vidrio para asegurarme de lo que había escuchado".

Desde la dirección de la estación de policía de Sderot, Simja Tamar oyó la segunda ronda de disparos. "Cerré la puerta de vidrio, comprobé que el cerrojo de seguridad así como la cerradura de la puerta principal estuvieran cerrados, cerré las persianas de la habitación de huéspedes y de la oficina". Ella fue a la habitación segura de su casa que sirve como refugio antibombas.

Debido a que se trataba de una situación de peligro de vida, Simja Tamar encendió su teléfono y encontró un mensaje de quien le alquila la casa advirtiéndole que no saliera a la calle porque había terroristas en Sderot.

En vez de ir a la sinagoga como había planeado, Simja Tamar pasó las dos horas siguientes en la habitación de refugio. "Como una hora después de haber entrado al refugio, comenzaron a disparar constantemente misiles, luego se cortó la luz. "Dos días más tarde, la Cúpula de Hierro interceptó un misil procedente de Gaza y cayeron restos sobre mi edificio. Las ventanas de toda la parte norte del edificio estallaron. Hubo una llamarada de fuego y un humo tremendo que entró al salón comedor y a la cocina. Los restos del misil también cayeron sobre los adoquines del patio, que a su vez rebotaron sobre el depósito de propano. Cuando estalló el tanque de propano, se sacudió toda la habitación. El fuego del tanque de propano entró a la habitación y la onda expansiva hizo añicos las ventanas. El 9 de octubre nos evacuaron".

A pesar de las circunstancias, Simja Tamar mantuvo la calma. "Unos años antes de hacer aliá, soñé con este departamento y la evacuación. Sabía que todos los de nuestro edificio estarían a salvo. Los trabajadores sociales estaban desconcertados por mi alegría y agradecimiento".

Naturalmente, la familia de Simja Tamar en los Estados Unidos estaba muy preocupada. Incluso le ofrecieron hipotecar su propiedad para poder comprarle un pasaje para que regrese. Simja Tamar se negó rotundamente. "Les dije que a lo largo de la historia, Israel siempre fue el lugar más seguro del mundo".

Después de la evacuación, pasó un tiempo en Jerusalem y Beit Shemesh, y su trabajo fue suspendido.

Desde el 4 de abril, Simja Tamar está feliz de haber vuelto a dar clases en Sderot. Ella está trabajando en la creación de su propio currículo para enseñar inglés.

Los judíos igbo hoy en África

Simja Tamar está muy entusiasmada por el despertar judío que tiene lugar dentro del pueblo igbo en África Occidental. En la actualidad, viven en el sur de Nigeria unos 35.000 igbo. Aunque la mayoría de ellos se consideran cristianos, desde los años 90 existe un movimiento creciente de retorno a las raíces y redescubrimiento del judaísmo.

Con la expansión de las comunicaciones globales, los igbo pueden acceder a recursos educativos judíos y conectarse con comunidades judías de todo el mundo. Hoy hay más de 70 sinagogas en Nigeria. Varios miles de igbo practican el judaísmo ortodoxo. Muchos de ellos pasaron el procedimiento formal de conversión, como Simja Tamar, y son reconocidos como judíos por las comunidades judías de todo el mundo.

Un visitante judío se sentirá muy cómodo en una sinagoga nigeriana. Los servicios consisten en plegarias judías tradicionales, en hebreo. Leen el Rollo de la Torá como en todas partes. Los hombres usan talit y tefilín.

Sin embargo, los visitantes notan algo único en estas sinagogas: la calidez, la hospitalidad y la alegría especial de haber redescubierto un tesoro perdido hace mucho tiempo. Los igbo rezan con todo el corazón, a veces con melodías tradicionales para cantar las plegarais familiares. Los visitantes encuentran la experiencia poderosa y significtaiva.

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