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¿Eres adicto?
Una vez al año asistimos a un juego de béisbol. Y este año no fue la excepción. Está dentro de las pocas entretenciones de estilo familiar disponibles en la cultura actual. Es bastante hermoso, entre las colinas y las palmeras con el sol poniéndose (escogimos un juego reciente en una noche de la semana comenzando a las 7:10 p.m.) y el aire fresco. Todos la pasamos muy bien.
Hubo solamente una pequeña falla en la velada. No, no fue el tráfico; el estadio estaba bastante vacío y llegamos a casa rápidamente. ¡No fueron los admiradores revoltosos o el vendedor de maní! El problema real fue que llevé mi Blackberry.
Ni siquiera sé por qué lo hice. No es como que estaba esperando una llamada o un email realmente importante. No es como que mi esposo no tenía su teléfono en caso de que mis hijos nos necesitaran.
No hubo ninguna razón – más que malos hábitos y compulsión. Asimismo, no hubo razón – más que malos hábitos y compulsión – para que yo siguiera mirándola y revisando si había mensajes.
Entre las jugadas, durante el juego, antes de conversaciones, en medio de conversaciones (intentando ser sigilosa) – una vez que está ahí, es difícil parar. Esa pequeña lucecita roja parpadea y mis ojos son atraídos hacia abajo. Es como los primeros días de la campaña de AOL, "Tienes un email".
Y la cosa realmente patética es que la mayoría de los emails no son importantes. A pesar de mis intentos por bloquear el spam y de cancelar las subscripciones, la mayoría es correo de propaganda que ni siquiera amerita una mirada inicial.
E incluso peor, arriesgo perderme el momento que se supone que debo estar viviendo y disfrutando. Esto resulta aún más perturbador cuando reflexiono que siempre me rehusé a llevar una cámara o una grabadora a cualquiera de las presentaciones escolares de mis hijos porque no quería perderme la presentación en mi deseo de grabarla para la posteridad.
No necesito mi Blackberry conmigo todo el tiempo.
¡Ciertamente no quiero perderme los eventos, las experiencias y las oportunidades solamente por revisar mi Blacberry! Incluso mis hijos comentaron sobre su ubicua presencia, mientras ellos estaban ocupados enviando mensajes de texto por supuesto. Ellos parecen sentir que su habilidad de hacer muchas cosas al mismo tiempo es superior a la mía. Y probablemente tienen razón.
Cualquiera sea la razón, cualquiera sea la racionalización, reconozco que cometí un error. No necesito mi Blackberry conmigo todo el tiempo. Especialmente cuando salgo con mi esposo o con la familia. Es una distracción y desvía mi atención. Además, todo resultará exactamente como debería, incluso si dejo mi teléfono en casa. Para parafrasear la canción en "My Fair Lady", "Sin que yo lo giré, el mundo seguirá girando".
La Blackberry se supone que debe ser una herramienta para aumentar la comunicación. Al haberla llevado conmigo en una ocasión social o familiar, parece que logré exactamente lo contrario.
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