¿Cómo nos ayudan los méritos de nuestros antepasados?

25/01/2023

3 min de lectura

¿Acaso sólo porque Abraham, Itzjak y Iaakov fueron rectos debemos recibir un tratamiento especial?

Presté atención que muchas veces en nuestras plegarias le pedimos a Dios que recuerde la rectitud de nuestros patriarcas y que en consecuencia nos trate con misericordia. Me gustaría entender cómo funciona esto. ¿Acaso sólo porque Abraham, Itzjak y Iaakov fueron rectos deberíamos recibir un tratamiento especial? Asimismo, ¿un no judío que no tiene el mismo ilustre linaje, es automáticamente tratado peor, aunque no sea su culpa? ¿Cuál es la lógica de esto?

El Rabino de Aish responde:

Gracias por tu importante pregunta. Tienes razón respecto a que a primera vista, esto parece ser favoritismo: darle a Israel una ventaja automática debido a su historia antigua. Pero en verdad hay aquí un mensaje profundo y una lección de vida.

En los Diez Mandamientos, la Torá declara que Dios hará bondad con los descendientes de aquellos que Lo amaron y Le temieron por miles de generaciones (Éxodo 20:6). Sin duda esta es la razón por la cual el mérito de nuestros ancestros nos resulta tan significativo. ¿Pero cómo funciona? ¿Acaso los descendientes miles de años más tarde merecen recibir este regalo de forma gratuita, sin tener que hacer nada para ganárselo?

El hecho es que no se trata de un regalo automático. El Talmud ocasionalmente se refiere a momentos en los cuales "el mérito de los ancestros ha terminado", momentos (mucho antes de las miles de generaciones), en los cuales el mérito de nuestros ancestros ya no puede ayudarnos. (Ver por ejemplo Talmud, Shabat 55a). Por lo tanto, este mérito es algo que no se recibe de forma automática. Debemos ganarlo. ¿Cómo funciona?

Rav Eliahu Dessler fue uno de los grandes pensadores judíos del siglo XX. Él lo explicó a través de una parábola. Imagina que dos hombres jóvenes son llevados ante un juez, ambos cometieron un pequeño hurto. Uno viene de un hogar afectuoso, estable; con dos padres biológicos, una vida familiar sana, un alto nivel de educación, un buen nivel de vida, etc. Sus padres le enseñaron a compartir, cooperar y no hacer trampa. El otro viene de un hogar quebrado y disfuncional: drogas, alcohol, desempleo, abuso doméstico, etc. ¿Cuál es el castigo apropiado y adecuado para cada uno de estos jóvenes?

Bueno, en verdad hay dos formas de verlo. Por un lado, el joven que viene de una educación deficiente es menos culpable por sus pecados. No conoce otra cosa. Nunca lo educaron respecto a la integridad personal y el buen comportamiento, y tuvo pocos —si es que alguno— modelos adecuados para seguir.

Sin embargo, el joven que recibió una buena educación, debería entenderlo mejor, y en muchos aspectos tener más responsabilidad por no haber seguido los pasos de sus padres decentes y bien intencionados.

Pero hay una forma de ver este escenario desde una perspectiva completamente diferente, la cual es crucial para el Juez Verdadero, que desea no sólo castigarlo sino instruirlo y abrir sus ojos. Un hijo de una familia estable sabe qué es el bien y el comportamiento correcto. Creció con eso. Incluso si él mismo ha fallado, puede que haga falta sólo un poco más de aliento y refuerzo positivo para ayudarlo a crecer y que siga esa forma de vida.

Sin embargo, al que nunca ni siquiera vio un buen comportamiento, le resultará mucho más difícil adoptarlo para sí mismo. Será necesario mucho más entrenamiento básico para que llegue a adaptarlo como su naturaleza.

Entonces, ¿cómo serían castigados nuestros dos acusados? Por un lado, el que viene de una buena educación merece un castigo más duro. Él falló y no vivió de acuerdo a los ejemplos que tenía ante sus ojos. De hecho, a lo largo de su historia, el pueblo judío parece haber soportado más castigos que muchas otras naciones.

Sin embargo, si esa misma persona manifiesta cierta inclinación hacia el camino de sus padres, algo que demuestre que no rechazó por completo a sus padres, sino que sigue sintiendo su influencia, entonces hay lugar para ser más indulgentes. Tal vez sólo precisa un pequeño empujón, algún refuerzo positivo que lo ayude a regresar a sus raíces, a los patrones de buen comportamiento que todavía están allí, arraigados profundamente a su alma.

En una escala mucho más amplia, esta es la noción del mérito de nuestros antepasados. Heredamos de nuestros ancestros muchas cualidades increíbles: la hospitalidad de Abraham, su compromiso a difundir la fe, su especial apego a la Tierra de Israel, la disposición de Itzjak a dar su vida por Dios, la adhesión de Iaakov a la verdad y mucho más.

Pero, una vez más, no se trata de un legado automático. Si mostramos que eso significa algo hoy para nosotros, heredaremos un legado increíble de bondad, y eso estará a nuestro favor. Pero si lo ignoramos, entonces la acusación en nuestra contra será todavía más fuerte, que Dios no lo permita.


(Fuentes: Rúaj Jaim 5:3: Mijtav MeEliahu I, pág. 8-14)

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