¿Existe Dios?

26/05/2022

6 min de lectura

¿Qué es más obvio que existe, Dios o la fuerza de gravedad? La pregunta puede no ser tan simple como parece.

El título ya es una concesión. Uno podría responder: "Sí, en realidad hay muchos". O: "Sí, su nombre es Zeus y es un idiota peligroso". O: "Sí, su nombre es John Lennon". Cada una de ellas sería una respuesta seria, tan seria como los encuestados. Pero lo que yo pregunto en realidad es: "¿Existe el Dios en el que creen los judíos?" (los cristianos creen básicamente en el mismo Dios). O: "¿Hay un Creador del Universo, que también creó al hombre y que lo trasciende?"

"¿Existe Dios?" es una pregunta parecida a: "¿Existe la fuerza de gravedad?". Podrías argumentar tanto en contra de Dios como en contra de la gravedad. Podrías decir que tu mundo no necesita la gravedad, sino que las cosas caen simplemente porque esa es la naturaleza. Y es cierto, porque como los objetos tienen masa son atraídos por la gravedad, así como también atraen otras cosas.

Algo que pese lo suficiente indefectiblemente caerá; las cosas extremadamente livianas (como las semillas de dientes de león) no, simplemente porque son demasiado livianas. ¿Y cómo podrían volar los aviones o las aves, los cohetes despegar o los árboles crecer hacia arriba si la "gravedad" los estuviera sosteniendo hacia abajo? Y ahora, ¿puedes asumir que todas las personas creerán que el movimiento de los planetas refleja la gravedad? Que la gravedad afecta los planetas es una historia inventada, igual que la que dice que la luna está hecha de queso. ¿Sentiste alguna vez la gravedad jalándote hacia abajo? Por supuesto que no, y yo tampoco. Sin embargo, sí sientes hasta la más mínima brisa o una hormiga caminando por tu brazo. Entonces, olvida la "gravedad" y habla de algo que sí exista.

Estas afirmaciones y preguntas son engañosas, pero también naturales. Descubrir a Dios (o a la gravedad) es difícil. La humanidad primitiva no tuvo problema (de acuerdo a lo que sabemos) para desarrollar la idea de dioses, pero sí de Dios. La idea de un solo Dios es tan difícil que la única religión importante del mundo que la creó o se inspiró en ella fue el judaísmo. Es una idea tan difícil que, si bien el cristianismo comenzó como una variedad del judaísmo, con Jesús ocupando el perfectamente humano rol de mesías, pasó pronto a creer en la trinidad o, en otras palabras, en el politeísmo. Los cristianos me dicen que las dos ideas son fundamentalmente diferentes (la trinidad y el politeísmo), pero cuando intentan explicar por qué se complican demasiado.

La idea de un solo Dios es tan difícil que la única religión importante del mundo que la creó o se inspiró en ella fue el judaísmo.

Sin embargo, para los judíos el politeísmo fue siempre tan antinatural como lo es el monoteísmo para (casi todo) el resto del mundo. ¿Cómo se dividirían las tareas divinas, como sea que las definas, entre el grupo? ¿Quién creó el universo, o cada parte de él? (¿qué parte?) ¿Quién definió un código moral permanente? ¿Quién es (como dicen los judíos de Dios) "el escudo de Israel"? ¿Quién eligió a Abraham, a Moshé y a David, las personalidades principales de la Biblia Hebrea?

De todos modos, seguimos con la misma pregunta. ¿Por qué debería haber un solo Dios?

Hay dos razones interrelacionadas por las que debemos (en mi opinión) creer en un solo Dios. Y hay otra razón informal, sumamente simple, pero mucho más influyente que las otras dos.

Asumo que la mayoría de los judíos cree en un Dios porque alguien a quien aman o admiran cree lo mismo. Aceptan la seriedad espiritual de esa persona (generalmente del padre o la madre), así como su entendimiento sobre espiritualidad y su inteligencia, y la consideran una guía confiable en este difícil terreno metafísico.

Algunas personas creen que, en el mejor de los casos, es una razón débil. O que no es una razón en absoluto. Pero, después de todo, ¿Cómo construimos casi todo nuestro universo mental? No lo hacemos en base a la razón, sino a la admiración o el amor. Volviendo a la gravedad, ¿cómo sabemos lo que es y cómo funciona? Lo más probable es que no hayamos investigado la pregunta por nuestra cuenta, y que la mayoría de nosotros ni sepa por dónde comenzar una investigación de ese tipo.

Después de todo, construimos casi todo nuestro universo mental no en base a la razón, sino a la admiración o el amor.

La cantidad de seres humanos capaces de tener una opinión nueva y original sobre la gravedad se reduzca posiblemente a media docena por generación. Y, de ellos, de no ser por Newton y Einstein su mayoría tampoco sabría por dónde comenzar. Si embargo, cuando nos preguntan si la gravedad existe, no decimos: "¿Cómo podría saberlo?" Por alguna razón, confiamos en Newton y en Einstein o, más probablemente, en personas que confiaron en ellos y estudiaron la ciencia.

Entonces, si alguien te dijera: "Creo en un Dios porque mis padres lo hicieron (o hacen)", o porque lo hizo cualquier otra persona conocida por su profundidad espiritual y moral, no habría una respuesta mejor que esa. Y Dios te bendice. En este mundo nunca hay suficiente admiración y amor.

Foto: Unsplash.com, Victor Malyushev

Aún podemos encontrar un argumento más directo. En una mañana de mi infancia salí temprano a nuestro soleado y fresco jardín; era el comienzo de la primavera, lo único que interrumpía el silencio era el canto de los pájaros. Vi las agujas verde oscuro suavemente arqueadas de un tejo y las orugas cerca de mis pies y, de repente y por un momento, advertí mi incapacidad para absorber la inmensidad de la experiencia. Sentí ante mí que las posibilidades eran infinitas, me encontré rodeado por una belleza sin fin, como si toda la escena hubiera estado siendo iluminada, durante un momento, por una luz imposiblemente brillante. Pero, ¿por qué importa esta experiencia puramente personal? Porque, en primer lugar, Wordsworth tuvo casi la misma experiencia mucho antes que yo. Por eso se describe, de niño, como "¡Profeta poderoso! ¡Vidente bendecido! / Sobre quienes descansan esas verdades. / Que nos esforzamos toda la vida para encontrar…" Su propia vida, advierte, acababa de comenzar. Llegaba directo de Dios. "Arrastrando nubes de gloria hemos llegado de Dios, que es nuestro hogar…"

Creo que sentir a Dios de esta forma durante la infancia, al menos una vez, es algo completamente normal. Si no lo fuese, la oda de Wordsworth no sería tan celebrada y amada. Nadie la entendería. Por supuesto, muchas personas olvidan este evento tan delicado, intangible y efímero en la búsqueda de la próxima experiencia. De no ser por Wordsworth, hubiese creído que mi experiencia de la niñez fue una cuestión de mi personalidad y que no tenía ningún sentido. Necesitamos testigos como Wordsworth que nos guíen. La probabilidad de que entendamos esos eventos por nosotros mismos es igual que la probabilidad de que descubramos la gravedad en nuestro tiempo libre.

Se cuenta otra vivencia. La vida está llena de dolor y tragedia, así como de incontables momentos de tristeza. Sin embargo, la mayoría de las personas sobrevive esas situaciones sin caer de bruces o colapsar en confusión y pena. ¿Cómo lo logramos? Aferrándonos al último eslabón de una larga cadena que llega mucho más allá de lo que podemos ver. La cadena nos sustenta, más allá de lo mucho que nos apoyemos en o tiremos de ella.

Pero no es ningún misterio, es una cadena de nuestros propios padres, y de sus padres, o de otros parientes, amigos lejanos o hasta maestros, vecinos, conocidos o simples seres humanos. Todos dan la mano (en esta metáfora) y se acercan a nosotros ofreciendo su ayuda. Y nosotros, a cambio, nos acercamos a nuestros propios niños. De esta cadena de rescate obtenemos el sustento para mantenernos con vida, así como el conocimiento que se transmite a través de esta cadena desde la antigüedad.

Después de todo, ningún niño humano puede sobrevivir por sí mismo. ¿Pero dónde y cómo está aferrada esta cadena? ¿Qué la sostiene, a pesar de los miles de generaciones que tiraron de ella con fuerza? ¿Y de dónde viene el conocimiento? Diferentes personas tienen diferentes respuestas. En mi opinión, comienza en Dios. La cadena sustenta a tantos, y el conocimiento, los principios morales, sustentan a tantos más… el comienzo sólo puede estar en Dios.

Sin embargo, a menudo sentimos que caemos de plano. A veces queremos. Pero temprano en la adultez, la mayoría de nosotros buscamos pareja y tenemos niños, y los debemos sostener nosotros. Incluso si no nos casamos, o no tenemos hijos, podemos sentir que los niños pequeños nos observan y que buscan respuestas en nosotros.

Estas no son pruebas, pero no hay pruebas. "Prueba que el cielo pronostica mal tiempo". "Prueba que ella es hermosa". Son cosas de experiencia, no de razón. Entonces, ¿para qué desperdiciar nuestro tiempo, como han hecho tantos pensadores durante tres milenios (o aún más), cuando nuestra única opción es relajarnos y oler las rosas?

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