Nuestra confusa y complicada vida ética

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En la vida, hay algunos escenarios que sin importar lo que elijas, se vuelven desagradables.

A veces, en ciertas situaciones, pareciera que estás condenado si lo haces y estás condenado si no lo haces. El famoso filósofo francés, Jean Paul Sartre, estaba de acuerdo. Él pensaba que hay situaciones en las que simplemente no podemos hacer lo correcto.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Sartre tenía un alumno cuyo hermano mayor había sido asesinado en la invasión alemana a Francia. Su madre tenía una vida miserable. Su esposo se inclinaba a convertirse en un colaborador nazi, y ella se sentía profundamente traicionada por eso. El alumno de Sartre, el único hijo que le quedaba, era su consuelo en la vida. Él enfrentó la decisión de irse a Inglaterra para unirse a las Fuerzas Francesas Libres para luchar contra el nazismo, o quedarse con su madre y ayudarla a vivir.

En la opinión de Sartre, en ese caso no había una opción perfecta. Su estudiante debía traicionar a su madre o a su nación.

Immanuel Kant no hubiera estado de acuerdo con Sartre. Para él siempre hay una respuesta para cualquier dilema ético. Una teoría ética debe operar con toda la claridad y la precisión de una teoría matemática. Si la teoría parece generar contradicciones o conflictos, entonces la falla está en nosotros, y tenemos que corregir la teoría o corregir nuestro error al aplicar la teoría.

La vida ética, cuando se la entiende debidamente, no es confusa en lo absoluto. Es prístina.

La postura judía

Uno puede verse tentado a pensar que una ética judía estaría más del lado de Kant que de Sartre. La ley judía nos sugiere qué debemos hacer ante cualquier situación. Incluso cuando la ley parece exigirnos algo conflictivo, siempre hay una solución. Por ejemplo:

  • La obligación de salvar una vida anula cualquier otra ley de la Torá, con tres excepciones:
    • No puedes asesinar a un espectador inocente
    • No puedes hacer idolatría
    • Ni participar en ciertos actos sexuales prohibidos
  • Cuando hay un conflicto entre cumplir con un mandamiento positivo y obedecer un mandamiento negativo, el mandamiento positivo anula al negativo.
  • Cuando hay conflicto entre cumplir con un mandamiento positivo público y un mandamiento positivo privado, el público anula el privado.

El trabajo de los rabinos es aplicar la ley judía a nuevas situaciones o responder a las nuevas tecnologías. Pero si alguna vez hay una duda sobre cómo debe aplicarse la ley, la falla es nuestra, no de la ley.

Tras haber dicho esto, hay una famosa historia en el Libro de Génesis que debemos contemplar. El patriarca Iaakov regresa a su hogar después de muchos años. Le dicen que su hermano, Esav, se acerca a enfrentarlo con un enorme ejército. Lo último que Iaakov supo sobre su hermano era que Esav deseaba matarlo.

Pueden imaginar cómo debe haberse sentido Iaakov. El texto nos dice que estaba "muy asustado y angustiado". Podemos entenderlo. Pero la Torá por lo general es muy económica en el uso de adjetivos. ¿Por qué nos dice que estaba asustado y angustiado cuando el significado de las dos palabras es muy cercano? Cualquiera de las dos palabras hubiera sido suficiente para darnos la idea general.

Rabí Iehudá, el hijo de Ilai, formula esta pregunta en el Midrash (una obra homilética que complementa la narrativa de la Torá). Esta es su respuesta:

[Iaakov] temía ser asesinado y estaba angustiado por poder tener que matar a su hermano. Él dijo: "Si [Esav] me supera, me matará, y si yo lo supero, entonces yo lo mataré". Por lo tanto, él temía poder ser asesinado y estaba angustiado ante la posibilidad de tener que matar a otra persona.

Un momento. Si Iaakov hubiera matado a Esav para salvar su propia vida (y la vida de otros), hubiera cumplido con una obligación religiosa. Se nos ordena defender nuestra vida y las vidas de los demás, incluso si tenemos que usar una fuerza letal o neutralizar la amenaza. Actuar de esa forma es un mandamiento positivo.

Pero precisamente ese es el punto. No toda obligación religiosa es algo que debo disfrutar. Iaakov sabía que actuaría de la forma que debía actuar, incluso si eso implicaba matar en defensa propia. De todos modos, esa posibilidad lo angustiaba.

La verdad pareciera estar en algún punto entre Sartre y Kant. La vida es confusa. Incluso si siempre haces lo mejor que puedes hacer, parece que no siempre es posible vivir y tomar las decisiones difíciles sin ensuciarse a veces las manos.

Si la teoría ética exige que reveles un secreto y en consecuencia que traiciones la confianza de alguien en una situación particular, entonces no deberías sentirte culpable porque no hiciste nada malo. Quizás la ley ética te permitía prometer algo cuando lo hiciste. Sin embargo, debido a circunstancias extraordinarias, la ley ética luego exigió que quebraras la promesa (por ejemplo, para salvar la vida de una persona). Si ese es el caso, entonces no hiciste nada malo y la culpa sería irracional.

Sin embargo, quebrar una promesa, o no llegar a una cita, incluso si sólo lo haces para salvar la vida de una persona, puede llevar a que te sientas "sucio". La mancha se siente porque te abstuviste de hacer algo bueno, aunque te viste obligado a hacer algo mejor, o porque te obligaron a hacer algo feo para evitar hacer algo peor.

Esa mancha no es la mancha de la culpa, pero de todos modos es una mancha. Por eso, incluso si no son dilemas idénticos, hacer lo correcto a veces puede ser feo.

Yo entiendo que ese era el punto de Rabí Iehudá. En ese momento de su vida, Iaakov entendió el daño que podía causarle hacer lo correcto. Pero eso no lo paralizó.

Sartre estaba equivocado. Siempre hay respuestas correctas respecto a cómo debemos actuar. Pero vivir una vida moral en este mundo de imperfección requiere estar dispuesto a ensuciarse las manos.

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